Desplazamiento de carga

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

 

 

1.En mis estudios elementales, aprendí que un cuerpo podía estar en
equilibrio estable, inestable o indiferente. El texto iba ilustrado
con un cono que podía descansar sobre su base, era estable, sobre su
punta, era inestable, o, prosaicamente, de lado y tener equilibrio
indiferente. Más tarde aprendí el teorema de Pitágoras, que, por más
que lo haya entendido, no modifica mi asombro, cuando contemplo un
buque. Una masa tan enorme, piensa uno que ninguna fuerza será capaz
de inclinar o mover. Supone que una vía de agua pueda ser el motivo de
echarlo a pique, nada más. Recientemente, lee uno a veces, que la
desgracia de un carguero o de una simple barcaza de recreo, se ha
debido a un desplazamiento de carga. En ocasiones, tratándose de una
embarcación de turismo local, la simple concentración de un gran
número de pasajeros en un lateral de cubierta, ha llegado a ser el
motivo de la tragedia. ¡Dios mío, que parrafada de elemental ciencia
náutica, salida de quien no conoce otros barcos que los de papel!.

La persona humana, y continúo con el símil, es como un enorme
paquebote, que acumula bienes, valores, bellezas, normas, criterios de
comportamiento, instrumentos de cálculo, equipos de comunicación, etc.
Todo ello bien guardado, permanece en su interior protegido y
ordenado. Cada cosa en su sitio, de acuerdo con su densidad, la
urgencia que pueda tener su búsqueda, la necesidad diaria que de ella
se precise, etc. El combustible, los extintores, el motor, la radio,
el agua de consumo humano, los alimentos, deben gozar de preferencias
respecto a elementos de puro goce, como puedan ser instrumentos
musicales o confitería. Todo importa, pero que esté bien colocado. El
desplazamiento de un contenedor muy pesado, situado por encima del
centro de gravedad, puede ocasionar una catástrofe.

A lo que iba, que no son precisamente normas de navegación. Se habla
con frecuencia de que a nuestros jóvenes les faltan valores. No seré
yo quien lo niegue, afirmando empero, que a los adultos educadores
también. Hay gente que acumula muchos: ha asistido a buenos colegios,
donde les enseñaron disciplinas escolares y extraescolares, se
ejercitaron en buenas costumbres en su entorno familiar, recibieron
instrucción religiosa de prestigiosos clérigos… y llega un día que su
proceder no corresponde a lo que se esperaba de ellos. ¿Por qué
abandonan la vida y fidelidad matrimonial, se introducen en el mundo
de la droga, son irresponsables, caen en el fraude, etc.? Me temo yo
que la carga de su personalidad, no se hizo que el adecuado acierto y
son personalidades desestructuradas. Se da importancia, se pone
demasiado el acento, en valores a los que les falta densidad. Se les
eleva a la categoría de principios fundamentales, cuando no los
tienen. Acudo a ejemplos sencillos, pero reales. A la fecha de
caducidad, se le da suma importancia. La etiqueta dice que se acaba un
determinado día y se tira el producto, aunque se trate de sencillas
hierbas adquiridas. Antiguamente se iban a recoger personalmente por
los campos y se guardaban para aderezar guisos, sin calcular fechas. O
la expresión: cadena del frío, que no hay que "romper", aunque al
alimento se le condene a dudosa conservación. El medio ambiente es
concepto elevado a categoría suprema. Tirar papeles en la vía pública,
puede traumatizar por ser pecado de  incivismo. Abortar una criatura,
en cambio, es un derecho reconocido por la ley.

Pienso yo que si tuviéramos bien asimilados los principios cristianos,
respetaríamos la naturaleza que es un don de Dios, conservaríamos los
alimentos que han de ser provechos personales, se aprenderían lenguas
que facilita la capacidad de compartir, se practicaría deporte, que da
gozo y enriquece corporal y espiritualmente. Ahora bien, cuando se
deja de celebrar cristianamente el domingo porque toca partido de
básquet, o se ignora la celebración litúrgica, porque abunda la nieve,
son sencillos ejemplos, hay un "desplazamiento de carga" en la
personalidad y de un momento a otro, llegará el comportamiento
desquiciado.