Granizo, Rocío y Escarcha

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

 

 

Un fenómeno paralelo a la nieve, que se produce en circunstancias
climáticas diferentes, es el granizo. Físicamente es agua en estado
sólido, de manera que en algún caso, y visto de lejos, uno puede
llegar a confundir a ambos, pero, en acercándose al lugar, nunca duda
en diferenciarlos. Los inocentes cristales de nieve, livianos y
bellos, son completamente diversos de las bolitas de granizo, pequeños
proyectiles, que dañan las hojas de las plantas de tal manera, que
parece a veces que ha pasado una plaga de langostas. No se rían los
lectores, que el Dios de Israel castigó a los egipcios con granizo y
con langostas, como nos cuenta el Éxodo (9,22). Este fenómeno era poco
conocido en Egipto, no así en Israel, donde en invierno no es extraño
que caiga cada año. La Biblia en ninguno de los lugares donde menciona
el granizo, es juzgado como cosa buena. Como en el caso de la
tormenta, nunca cae piedra en silencio. (piedra es otra manera de
llamarle). Generalmente llega acompañado de lluvia, pero, cuando cae
seco, su poder destructor es aun mucho mayor. Además de desgajar
plantas, rompe cobertizos y, si su tamaño grande, puede causar
lesiones a la persona que los sufre. Lo curioso del caso es que, en el
lenguaje coloquial, no se habla de su diámetro en medidas decimales,
sino comparándolo con los huevos. Y uno oye decir: caían piedras como
huevos de paloma o, en algún caso, se compara a los de la gallina. Si
bien, como se dijo, siempre es malo, en algún momento acompaña, para
dar mayor relieve y poder, la presencia divina, como en Ap 11,19.
Extrañará que diga que del granizo se habla en la Biblia en 34
ocasiones, pero así compruebo es.

El hielo es consecuencia del agua adormecida en charcos o lagos, o de
que la nieve ha empezado a fundirse y han llegado vientos fríos que
inmovilizan las corrientes de agua. El hielo, como el granizo, también
es malo. Se salva de una condenación total el que se forma
decorativamente y cuelga, en forma de preciosas estalagmitas, de
paredes o barbacanas. Los témpanos junto con el hielo son invitados a
bendecir al Señor en el cántico del libro de Daniel (3,69)

A estos grandes espectáculos de la naturaleza les acompañan dos
modestos fenómenos, son dos mujercitas que tienen la gracia de todas
las chiquillas. Se trata del rocío y la escarcha.

El rocío es suave como el beso de un niño. En el desierto, la
temperatura nocturna desciende enormemente por la noche, lo que
provoca la condensación de la humedad en cualquier superficie,
permitiendo la vida a plantitas que de otra manera morirían de sed. Si
bien se trata de una cosa siempre buena, su existencia es efímera.
Ambas características son percibidas por la Biblia, fenómeno del que
se hace eco en 47 ocasiones. Si bien el salmo 133,3 dice que la
bendición de Dios se parece al rocío del Hermón, reconoce en otros
lugares como en Oseas 6,4 que es efímero, o en otro lugar se apropia
de su pequeñez, para compararla con el mundo entero que también lo es
(Sabiduría11,22).

Cuando la condensación de la humedad se opera en un ambiente gélido,
se deposita en suelos y tejados un tul blanco que, si es tupido, se
asemeja a la nieve, es la hermanita escarcha. El chasquido que se
produce al caminar sobre ella, es muy diferente al de la nieve, este
es mucho más cristalino. Pisándola por la mañana uno no resbala y su
presencia denota que el rigor de la helada nocturna ha sido rebajado
por la presencia de humedad. El labrador teme las "heladas negras",
aquellas que no se ven, pero que de frías que son, destrozan del todo
sus cosechas.

Debido a lo fugaz de su aparición y desaparición, la Biblia, que la
menciona en 7 ocasiones, dice que Dios siembra la escarcha, o que no
hay que temerla, pues se va pronto y se la invita, junto con la nieve,
a bendecir al Señor