Lirios

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

 

 

Mirad los lirios del campo… la frase de Jesús que encontramos en Mt
(6,28) y Lc (12,27) resulta genial  y sumamente poética. Yendo por
bosques o riberas, acompañado de "gente de misa"  se recuerda la frase
cuando en un recodo del sendero o entre cañaverales, se descubre una
flor. Estas que generalmente parece que acaban de nacer y que estaban
esperando que las viéramos, como chiquillas presumidas, deseosas de
atraer  miradas, para satisfacción de su ingenua vanidad. Está uno
acostumbrado a ver ramos de flores comprados o a que le enseñen
plantas cultivadas en jardines. Brota entonces con frecuencia una
sentencia sincera y horrorosa a la vez: parecen de plástico. O por el
contrario, al ver un ramo primorosamente colocado en un jarrón, se
acerca uno a tocarlo para comprobar si es natural o producto fabril.
Se cuenta que, cuando la reina de Saba visitó a Salomón y quiso
comprobar su sabiduría, le sometió a enigmas (IRe 10,1). El rey, según
se cuenta, salió airoso de la prueba. Se dice que también él quiso
someter a examen a la soberana y le presentó dos ramos de flores; uno
de sus jardines, el otro fruto del trabajo de sus vasallos. La
pregunta hecha a la reina africana fue si sería capaz de distinguir
cual de los dos era el artificial. Sin dudarlo un momento, sacó ambos
a una ventana y observó a cual se dirigían las abejas… El encanto de
las flores está en su belleza y en que su contemplación no implica
peligro alguno. Unas destacan por su escogido color: las violetas.
Otras por la estructura de sus elementos: la pasionaria. Otras por su
suave perfume: el narciso. Otras por el misterio que exhiben: las
orquídeas Un paisaje sin flores, parece un campo calcinado. El
fascinante desierto no carece de ellas, aunque para comprobarlo sea
preciso acercarse y observarlas casi con lupa. Su frecuente pequeñez y
el estar rodeadas de troncos y hojas carnosas, exigen un cierto
esfuerzo para descubrir su minúscula belleza…

He divagado sobre la peculiaridad que caracteriza a las fanerógamas ¿a
cuento de qué lo he hecho, si en el título he puesto lirios? Pues
porque en el texto bíblico hebreo aparece la palabra "susan" en griego
"krinon" y se desconoce la traducción exacta. Como tantas veces
recuerdo, faltaban, cuando se compuso el texto revelado, muchos siglos
para que Linneo estableciera sus acertadas normas. Este nórdico que se
sentía profundamente cristiano, agudo investigador y sensible y
solidario con los que padecían hambre, respondió estableciendo normas
que, corregidas con el paso del tiempo, sirven todavía para dar nombre
aceptado universalmente y reconocer plantas, posteriormente sus
criterios se aplicaron a los demás seres vivientes. Pero en la época
bíblica esto se desconocía y lamentablemente hoy no sabemos a qué
flores se refería el Señor. O tal vez sí, ya que parece que no era un
nombre específico sino más bien genérico. Es decir, Jesús hablaba de
cualquier flor silvestre. Algo así como nos ocurre actualmente con las
margaritas. ¡hay tantas de diversos tamaños y colores a las que
podemos llamar así!

Cuando cerca de una cima se descubre una genciana, o en un prado
cualquiera encantadoras, debe uno dejarse llevar por el dicho de
Jesús: nadie es capaz de vestirse con la elegancia de tales flores. Si
así son, es porque no son calculadoras. Se abandonan ingenuamente,
humildes y dóciles, a la intemperie. Nunca deja de sorprender una
violeta, una orquídea, una genciana, un edelweis. Gustar de esta
satisfacción es gratuito y fascinante. Estoy escribiendo el día "pro
orantibus" y pienso que uno siente más admiración al encontrar un alma
humilde y anónima, en un monasterio cualquiera, que cuando se codea
con un teólogo, concluida su aplaudida disertación. Abundan
afortunadamente las primeras y nos permiten vivir esperanzados, que no
es poco.