Ciervos, Ciervas, Cervatillos

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

 

 

Con alguna de estas palabras, en 24 ocasiones, aparece este mamífero
en el texto bíblico. Si se dedujera de ello que se trata de un animal
importante en la sociedad israelita, se caería en un error. Ni entre
los judíos, ni entre nosotros, es importante. Pienso que no estoy
seguro de haber visto ciervos al natural o solo lo ha sido en
películas y no me importa investigarlo. Nadie duda de la gracia de sus
formas corporales, ni de la agilidad de sus movimientos. Atreverse a
considerar su belleza como suprema, creo que sería demasiado.
Sorprende su gran cornamenta y esto nos puede confundir. Si bien es
formación exótica la que corona su testa, su desmesurado tamaño es
para permitirle luchar contra sus congéneres, a los que disputa las
deseadas hembras. En la Biblia se advierte que es animal puro, apto
para el consumo doméstico, privilegio este debido a la estructura de
su pezuña, que lo es partida. El que lo sea para el consumo no
significa que se trate de un animal que abunde en Tierra Santa.
Probablemente que ya ni en tiempos avanzados del Antiguo Testamento,
vivía por los peñascos del Arabá, donde ahora, por los rincones del
salto de David, en el oasis de Ein-Gadí, no los he visto y sí Ibys,
que de alguna manera se le asemejan. He mencionado Ein-Guedí porque es
el lugar más apropiado para situar la expresión del salmo 42 "como la
cierva desea las corrientes de agua" ya que el otro lugar adecuado,
las fuentes del Jordán, en Dan, al norte, dada su situación religiosa,
lugar de culto cismático de su santuario, difícilmente sería adecuado
recordar.

Poseerlos para sus despensas, es signo de la riqueza de Salomón. Los
ciervos adornan los paisajes y sus andares pueden ser evocadores, sin
duda de agilidad y estabilidad en los escarpados. Evocadores de
rapidez, de libertad salvaje. Dan cuenta de lo que digo, pasajes de
los salmos, de Job, de los Proverbios. Pero también evocan los futuros
tiempos mesiánicos en Isaías (dice que en aquellos días el cojo
saltará como un ciervo) o su ausencia y su hambre, significarán
infortunios, en Jeremías. En los textos del Cantar de los Cantares, la
amada conjura a que no despierten a su enamorado, por los ciervos del
campo. O le dice que sea como el cervatillo por los montes de las
balsameras (lo que confirma lo dicho con anterioridad, pues, el único
lugar en que se cultivó el bálsamo, fue en el micro-clima de
Ein-Guedí) El libro de los Proverbios dice que la mujer de la mocedad
es cierva amable.

De este amasijo de citas, saco una conclusión: el ciervo, la cierva y
el cervatillo, son manifestaciones de elegancia, como un prestigioso
cuerpo de ballet lo es de una cultura. Ahora bien, elevar a valor
supremo, sin pensar en sus limitaciones, sería equivocación. Se me
ocurre pensar ahora en aquellas instituciones, de alguna manera
religiosas, que colocaban a atractivas señoritas en puestos de
recepción, pensando en que pudieran cazar a ingenuos que se acercaran.
Ya he dicho muchas veces que soy viejo y que, evidentemente, fui
joven. Hecha esta advertencia, no puedo negar mi recelo ante el culto
actual a la juventud. Me da pánico cuando se valora a alguien, de la
clerecía, por ejemplo, señalando únicamente, su juventud. Ser joven,
atractivo y simpático, en masculino y femenino, son cualidades que se
pueden aprovechar, desperdiciar o convertirlas en beneficio o
satisfacción propios. Se deben vivir responsablemente, como dones de
Dios. Dado que muchas veces la responsabilidad brilla por su ausencia,
se goza el éxito vanidosamente y se cae en el desanimo, o se abandona
la empresa iniciada, cuando esta juventud desaparece y con ello el
sujeto, deja de ser el centro de las atenciones. Supongo que es para
evitar estos peligros, que muchos educadores de hoy, someten a férrea
disciplina y reglas de la más rancia beatería, a sus pupilos.
Ciertamente que a la juventud actual, de la cultura desde la que estoy
escribiendo, le resulta difícil el escoger aquellos maestros que la
ayuden. Si existiesen personas como Chiara Lubich, otro gallo les
cantara. Mucha juventud no se defraudaría.