Buho, Lechuza, Mochuelo (Aves nocturnas)

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

 

 

Generalmente relacionamos a las aves con la luz y los grandes
espacios, no obstante, el mundo de algunas de ellas es la noche. Tal
vez muchos lectores las conozcan sólo de oídas. Yo he tenido la suerte
de ver a las tres que encabezan este artículo.

Cuando uno está acostumbrado a coger y sopesar animales terrestres, se
sorprende al tener en sus manos un ave. Pesan poco y con todo son
capaces muchas de ellas, de moverse con rapidez y fortaleza. Uno
entiende luego que no puede ser de otra manera, si han de
contrarrestar la fuerza gravitatoria. Cosa diferente son las gallinas
o los avestruces, que no vuelan. A las nocturnas difícilmente uno las
puede coger. Excepción fue lo que ahora contaré. Ocurrió durante mis
estudios. Iban por un largo pasillo algunos seminaristas en riguroso
silencio, el "silencio mayor", el del final de las oraciones de la
noche hasta pasadas las de la mañana. Revoloteo en silencio algo sobre
las filas y se poso en una juvenil cabeza. Excuso decir que el
silencio mayor brilló por su ausencia. No hubo otro percance. Al día
siguiente, el mochuelo causa del alboroto, estaba en el local de
nuestro grupo scout. Se nos suponía los más interesados en cuestiones
de la naturaleza. Omito cual fue su final, eran otros tiempos. Tal vez
hoy adorne algún museo de ciencias naturales. Mi madre me contaba que
las lechuzas entraban en las iglesias a beber aceite de las lámparas
del Santísimo. Pobres de ellas hoy en día, si de él se nutrieran. En
realidad, la alimentación de estos animales nocturnos, por lo común,
son pequeños roedores y animales semejantes. En el nido de un búho
real, el mayor de los búhos, observé un día, dos grandes ratas
muertas, de tamaño mayor que las crías del mismo animal que allí se
refugiaban. Por extraño que parezca, vi también cierto día, en las
excavaciones de la antigua ciudad de Meguiddo, un hermoso e inmóvil
ejemplar de búho.

En la Biblia son mencionadas estas aves en nueve ocasiones. Las
primeras, en el Pentateuco, son para advertirnos que son animales
impuros. Consecuentemente no son aptos ni para la alimentación humana
ni para el sacrificio ritual. En otros lugares se hace mención de
ellas, para situarlas en el yermo o entre las ruinas. Sofonías dice
que en una ciudad desolada el búho cantará en la ventana, y el cuervo
en el umbral, porque el cedro ya fue arrancado. Isaías y Baruc,
hablando de la caída en desgracia de Babilonia, dan como prueba, que
en sus restos habitarán mochuelos. El sujeto del salmo 102, confiesa
que se siente solitario como un búho.

Debido a su mirada fija, el mochuelo es símbolo de la sabiduría, cosa
que deriva de la antigua Grecia y concretamente de Atenas que lo tiene
en su escudo (aparece en los euros de aquel país). Recordarán algunos,
que reproducciones pequeñas se han convertido en objetos "souvenir"
para viajeros y de colección para otros. En más de una casa he vistos
estantes llenos de estos. Seguramente apreciaban su simbolismo, cosa
digna de encomio. Paradójico es que a su lado se dispusieran los más
variados artilugios, tan capaces de distraer, entretener y disipar la
mente, en una palabra, cualquier cosa menos la contemplación, virtud
que los animalitos significan.

Las aves nocturnas me resultan atractivas. Dentro de una tienda,
completamente solo, sumergido en el bosque y alejado de cualquier
vivienda, medito con facilidad en la maravillosa originalidad del
hombre que, no obstante ser un animal indefenso, mono desnudo se le ha
llamado, es el único capaz de dar sentido a la existencia y a su
existencia. Aquí radica una de sus mejores dignidades. El grito
exótico de la lechuza o el descarado de algunos mochuelos, enmarca la
noche y te recuerda que no eres el único viviente, que estos
invisibles compañeros, con su belleza y labor, también dan gloria a
Dios.