Pelicano

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja   



Si me pongo a buscar qué se encuentra por la Red referido a esta ave, me encuentro que el tan utilizado Google me contesta que en 23 segundos ha encontrado 271.000 páginas a ella referidas ¿qué debo hacer? Lo primero que se me ocurre es pensar en los sufridos autores que están preparando sus tesis doctorales. Antes se contentaban con buscar en bibliotecas y llenar páginas finales de nutrida bibliografía ¿Cómo se las arreglarán hoy en día? Decido abandonar este campo, que resulta tan extenso, y ponerme a redactar a la buena de Dios. No es honesto hacerlo, me digo. Seré humilde y miraré unos cuantos archivos. Afinaré la búsqueda, me propongo, y escribo: pelícano símbolo. Mi sorpresa es grade cuando las primeras respuestas me sumergen en los ámbitos masónicos, lo dejo este paisaje no me interesa ahora. Decido no improvisar, pero sí acudir a terrenos más concretos y más seguros: abriré cualquiera de las dos biblias electrónicas que tengo instaladas y a las que estoy acostumbrado a acudir. (permítaseme decir ahora que la bibliaclerus proporcionada gratuitamente por la Congregazione per il Clero Vaticano, es un instrumento maravilloso. Además de proporcionar ayuda para la consulta del Sagrado Texto, lo proporciona en varios idiomas, modernos y clásicos. Amén de textos patrísticos y diccionarios. Confieso empero, que fue la de Maredsous el primer programa informático que compré, me siento orgulloso de que lo fuera la Palabra de Dios)

Mis primeras imágenes de esta, para nosotros, exótica ave, correspondieron al logotipo de una empresa alemana elaboradora de tinta, que adquiríamos para nuestras estilográficas, hoy casi desaparecidas.

El segundo encuentro fue en la liturgia. Se trataba de un himno del día de Corpus. “Jesús mío, pelícano divino, decía. Me contaron entonces que este pájaro cuando no tenía alimento para sus polluelos, se hería en el pecho con su pico y les daba su propia sangre. No me plantee si era verdad lo afirmado. El mencionado himno lo había compuesto Santo Tomás de Aquino y me merecía confianza. Veo que se trata de un mito, que afirman unos proviene de tiempos clásicos, otros dicen son leyendas cristianas y me parece más seguro que sea lo segundo. El pelicano aparece, pues, en adornos de épocas lejanas, como símbolo de Jesús mismo que en la Eucaristía se da a sí mismo como alimento. Y esto sí que es verdad experimentada. Recuerdo haber visto el tema en un relieve de un capitel del recinto del Cenáculo, de entre los que pertenecen a la época cruzada. No es extraño que en ilustraciones aparezca cercano a otro animal, el pavo real, símbolo este de la inmortalidad. Es imagen, el pelícano, frecuentemente repetida aun en diseños de hoy, sean estos de adorno en bordados litúrgicos o en estampas gráficas.

Cuando por Israel los vi volando, o en la orilla del Lago, ocupados en la pesca, con su ridículo y desproporcionado pico que debe servir de almacén de peces, previo a la introducción en el buche, lo primero que pensé es que a este bicho le era labor imposible rasgarse la pechuga, para alimentar a sus crías. No me preocupó en absoluto constatarlo. Lo que comprobé es que tenía un aspecto bastante estúpido y me he fijado siempre en las otras aves, algunas de ellas acompañantes alegres de las travesías rituales que los peregrinos efectúan.

Aterrizo en el Texto revelado. El pelicano aparece en cuatro ocasiones. En el Pentateuco, por duplicado, se la incluye en una lista de animales impuros, sin ninguna advertencia ni explicación, y en los profetas (Isaías 34,11 y Sofonías 2,14) se le menciona como bicho desafortunado, testigo, prueba y habitante de ciudades enemigas, Edom y Nínive, arrasadas o desaparecidas.