Cordialidad y Teologia pastoral

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja   


El Tengo un agosto muy peculiar. El hecho de no haber salido de viaje parecería que implicaba una cierta monotonía, pero la realidad ha sido muy otra. Estoy seguro de que es mas linda la sonrisa de una ecuatoriana, que el mejor paisaje de su país. Que es preferible la visita de un misionero, a cualquier espectáculo exótico, por interesante que parezca. Este año no he podido seguir diariamente la vida de la Iglesia y ha sido leyendo noticias  de agencias, como he podido estar al corriente, lo cual supone algún retraso. Uno de los encuentros que me interesan siempre es el del Papa con la clerecía de su entorno, esté él de viaje o pasando un periodo de  descanso. Que hable yo bien del Papa muchos lo verán extraño. No es cosa propia del que parece tener pinta de actual o de avanzado (Advierto que se confunde con frecuencia el serlo, con el estar disconforme y protestar de todo). Hablar bien de alguien siempre atrae la simpatía del elogiado. En este caso la distancia es tan enorme que lo que yo pueda decir no me aportará ningún beneficio. Lo hago libremente, por lealtad, por exigente convicción y  seguro también de que debo hacerlo, para utilidad de los lectores.

Se ha hecho habitual que en los encuentros se le hagan preguntas. Creo que al principio, ambas intervenciones, la del que preguntaba y la de él, lo hacían en improvisado coloquio. Observé que en el viaje a EEUU, el Papa leía las respuestas, señal de que el contenido se lo habían facilitado antes. El lenguaje oral difiere del escrito. Repeticiones y concordancias equivocadas, que al oído le pasan de largo, la vista las detecta. El texto que nos llega es consecuencia de su pluma. Nunca la mano que escribe lo hace con la velocidad que puede conseguirlo el pensamiento. Pero el resultado es de mejor calidad. En el presente caso, la frescura de un texto elaborado para ser leído de inmediato y sin precauciones, es sumamente atractivo.  Daré noticia de la actitud personal del Papa, actitud cordial y pastoral, ya que el contenido teológico del texto, cada uno debe leerlo para apreciar su valor y enriquecerse.

Las respuestas, por muy personales que fueran, evidentemente estaban dadas en función del interés que pudieran tener para los demás asistentes. En ninguna de ellas se pierde la referencia personal, por muy dogmático que en algún momento puedan ser el contenido.

Al seminarista M. Horrer, que vuelve de las Jornadas de Sydney y le solicita orientaciones  para que su diócesis, que, a pesar del envejecimiento de sus sacerdotes, quisiera que siga siendo joven, le dice que “experimentamos (allí) juntos, precisamente, la juventud de la Iglesia” y que nadie puede dar lo que no posee él mismo. Dice del Espíritu, que da ideas creativas que no se pueden programar. La Fe, señala también, se basa en las virtudes naturales. Sorprende, a quienes somos viejos, que entre  sus palabras, se le oiga pronunciar la de discoteca.

El franciscano Hopfgartner, le plantea el tema tan querido por el Papa de la belleza. En su respuesta, como si fueran conocidos de todo el mundo, menciona el gregoriano, Palestrina, Bach, Mozart, Brukner. ¿es común saber algo de estos autores musicales?.

El sacerdote W. Fusaro, le dice que tiene 42 años y que desde el año de su ordenación sacerdotal, está enfermo de esclerosis múltiple. El Papa le habla del testimonio de Juan-Pablo II, de la hermana de un cardenal y de Jesús. Sin olvidar el sentido cristiano del sufrimiento.

El canónigo K. Golser, profesor y un montón de cosas más, le propone que responda a la cuestión de que los de la Iglesia, en cierto sentido, nos hemos retirado a la sacristía. Él con sencillez le da las gracias por preguntar lo que le dice, añadiendo: seguramente usted podría responder mucho mejor que yo a estas cuestiones. Y luego, en un inciso, dice: no sé si se les sigue acusando de esto. El Papa dice que no sabe, algo inusual en el lenguaje pontificio.
Al párroco F. Pixner que le plantea la carencia de sacerdotes, le dice, entre otras cosas, que el sacerdote sostiene a los demás y los demás le sostienen a él. En otro momento reconoce: hoy tenemos los coches, para conseguir los encuentros sacerdotales.
Al párroco y profesor P. Rizzi, que le plantea la incongruencia de que, gente joven que se prepara en catequesis, no asista a la misa, le contesta: no puedo darle una respuesta infalible en este momento. Mas tarde añade: soy consciente de que esta respuesta es bastante insuficiente…

Los viejos no estamos acostumbrados a un tal tono en labios del Papa y los jóvenes me temo que, generalmente, ni costumbre, ni conocimiento tienen. Pretendía, al escribir estas líneas, suscitar asombro e invitar a leer el contenido. El sentimiento de asombro no es frecuente hoy en día. Enriquecerse con el contenido de lo que se dijo, cosa muy útil.