Horizonte espiritual abierto

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja   


Soy viejo, nunca lo olvido, pero no he perdido la Esperanza, por mucho que acontecimientos intra y extra eclesiales, como a todo quisque de estas tierras, me inclinen a la depresión. Y no he perdido la Esperanza, porque vivo espiritualmente de la Gracia y reclamo, o exijo ayuda, tal es mi atrevimiento, para seguir viviendo feliz. Feliz en mi interioridad y en mi entorno.

Pero observo y experimento, que muchos de mi edad y de aquellos otros que, sin ser jóvenes, a mi me consideran viejo, se niegan a la Esperanza. Y ver la vida de la Iglesia negativamente, les parece que es ser “progre”. Me refiero a la Iglesia Católica, ya que si se trata de estas iglesuelas, semejantes a diminutas sectas, que quedan aun donde antiguamente hubo comunidades cristianas, esas sí que no tienen futuro ni siquiera de existencia.

No hay duda de que la Iglesia está a prueba de bombas y a prueba de oráculos de pesimistas, que tal vez sean más peligrosos que las catástrofes geológicas. Me pregunto con frecuencia el motivo por el que estas personas, hayan llegado a este estado de postración. A algunas las conocí hace años y aun me relaciono personalmente con ellas.

Pienso y lamento que se confunda la Iglesia con las imágenes que se nos ofrecen por prensa, radio y Tv, de algunos eclesiásticos. Ninguno de mis lectores ignorará la admiración que siento por el Papa, lo cual no significa que esté de acuerdo con los titulares de los medios. Suelo seguir los acontecimientos por emisoras que me lo ofrecen en directo. Leo posteriormente la prensa y me sorprende que, si algo dicen, es diferente a lo que yo había entendido. Espero el texto que más tarde me llega. No digo que aquellos titulares no correspondan a lo pronunciado por el Pontífice, lo que constato es que se sacaron del contexto, modificando el sentido y contenido. Pero mucha gente, solo se entera de lo que su prensa y Tv le cuentan, aceptándolo sin ánimo crítico. Y no les puedes sacar de sus convencimientos, por mucho que les demuestres que no están en lo cierto. Ningún médico procede en el ejercicio de su oficio, por lo que lee en la prensa. Espera revistas especialidades para estar seguro.

Ocurre algo semejante con el Concilio Vaticano II. Cualquiera se atreve a referirse a él. Unos lo reprueban, otros se apoyan. Desconociendo sus documentos, en la mayoría de los casos. Debo recordar que en aquellos días fuimos muchos los que seguíamos al día las discusiones del aula. Que devorábamos los textos, llegados a ciclostil y después leíamos mejores ediciones, subrayando frases. Pero aun los que obramos así, debemos tener en cuenta que aquello fue hace años y que es preciso volver a repasarlos. Y se dice que dijo el Concilio, cosas que no corresponden a la realidad. Y mientras tanto, la noción que se tiene de la Iglesia, se funda en lo que ofrecen los medios. Y la Iglesia, frecuentemente, es otra cosa. Afortunadamente, el Señor me permite conocer las realidades más auténticas y profundas de su Esposa querida. Vaya por delante que no me extrañe que falten vocaciones de entrega a Dios en la Iglesia, si lo que sabe mucha gente de ella es lo que resulta noticiable. Al que más recrimina, al que, siendo eclesiástico o seglar, dictamina y sentencia adversamente del proceder de los católicos, sencillamente me lo llevo al Cottolengo con cualquier excusa. O a chicos y chicas que van creciendo y progresando en la vida y que yo deseo progresen también en la Fe, los acompaño a una comunidad de contemplativas (en Vic llaman “sacramentarias”) o a las “Hermanitas de los pobres” de la misma población. Aunque extrañe, a un grupo de chicos y chicas, hablar a través de una reja, y pese a ella, con religiosas de clausura, les resulta apasionante. Monjas entregadas a la oración intercesora, frailes al servicio de enfermos desahuciados, gente sencilla trabajando anónimamente en Caritas, catequistas en el Tercer Mundo, maestros enseñando bajo un árbol o en una barraca, son realidades mucho más abundantes que los colegios de postín, las clínicas de lujo o los templos en los que se exige pagar para entrar en ellos.

Vivo esta realidad profunda de la Iglesia, acepto los malos ejemplos de algunos, como se me acepta a mí, pequeño pecador, pues pequeño hombre soy, por eso, entre otras razones, continuo teniendo Fe, Esperanza ya que soy persona de horizontes abiertos