Mística Pictórica Bíblica

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja   


Hace años recibí un e-Mail solicitando material para una tesis doctoral. No tengo categoría académica para ser tutor de estas tareas, pero me he visto implicado en la elaboración de unas cuantas. Y me siento bien haciéndolo. En este caso se trataba de ilustraciones del texto bíblico. Contesté que entre mis seiscientos ejemplares, no disponía de ninguno como los que buscaba. Insinué explorar en el terreno pictórico de Marc Chagall, se me contestó, creo recordar, que no le interesaba este autor. Los ilustradores acostumbran a ser artistas que narran mediante imágenes, la misma historia que aparece en el texto. Chagall es diferente. No se encontrará ningún paralelismo entre su obra bíblica y la muy conocida de G. Dore, para poner un ejemplo. Chagall es un contemplativo, su pintura una visión mística, empapada en sensorialidad erótica. Recibí posteriormente y satisfecho, la noticia de que había decidido elaborar su tesis sobre el autor que yo había insinuado. Esperanza Galindo, este es su nombre, la compuso y la presentó. Me comunicó el éxito de la lectura. Tuvo la gentileza de enviarme un ejemplar maravilloso. Ahora vuelvo a recibir, en forma de libro de colección, aquello que fue académico. He quedado asombrado. Habrá advertido el lector, que escribo apasionadamente. No es posible hacerlo de otra manera. E. Galindo, licenciada en Teología bíblica y filología hispánica, ahora doctorada en Bellas Artes, desde estas cotas intelectuales escribe.

Chagall es uno de mis amores predilectos, en el campo de la estética. La razón de este amor radica tal vez en su independencia de estilo, su libertad de expresión y su peculiar personalidad. Reconozco que es un autor bastante desconocido entre nosotros. Soy de los privilegiados. He gozado in situ, viendo bastantes de sus obras. En el pequeño y maravilloso museo del Mensaje Bíblico de Niza, en la Alta Saboya, en Jerusalén y en Ein-Karen. He visitado algunas exposiciones y tengo unos cuantos buenos libros ilustrados. Para el lector que no conozca la obra de Chagall, le advierto que, al iniciarse en su pintura, probablemente le pasará como cuando escucha por primera vez música de Stravinski. Desconcertado se tiene la sensación de que los profesores están afinando sus instrumentos. Continuada la audición, se sentirá secuestrado y posiblemente se convertirá en uno de sus compositores favoritos. Añado a favor del pintor del que me ocupo, que era ruso, judío afín a los hassidin (piadosos) y que en sus composiciones aparece, casi siempre Jesús crucificado, cubierta su cintura con un talit. Son pequeños detalles que aumentarán su atractivo.

Leo el libro por encima y disfruto en ello. Las tesis doctorales acostumbran a ser bastante aburridas. Es el deber del autor, ha de convencer al tribunal de una cosa que él está convencidísimo. Prepararse para los argumentos en su contra que le pondrá cada uno de los que examinan. Se valen los autores normalmente de argucias técnicas para que resulte entretenido el mamotreto final. Vence, le califican, se le aplaude y felicita. Y el texto irá a parar a las estanterías de la universidad que le ha otorgado el título y a las otras universidades con quienes tienen contrato de intercambio. O se archivarán en microficha, que ocupa poco lugar y es más barata. Y se olvida y se ignora posteriormente, es fatalmente, en la mayoría de los casos, su destino.

No ha ocurrido en este caso. Desprovisto de gráficos y de algún material puramente erudito, ciñéndose al enunciado del titulo: Transgresión y tradición en la obra bíblica de Marc Chagall, la autora, desde sus fuentes personales: teología, biblia, filología y estética, aporta conocimientos que interesarán al lector. A pesar de que es mucho más competente que yo, estoy seguro de que, en algún momento disfruto más que ella. Habla del Plateu d’Assy, que he visitado bastantes veces. De las relaciones del pintor con G. Rouault , J. y R Maritain, y mientras leo, me acuerdo de Leon Bloy, mi admirado ogro católico, que fue quien influyó en la conversión al catolicismo de los tres y que tanto influyó también en mí.

Para entender al pintor, el del mensaje bíblico, es preciso atenerse a dos realidades: el amor erótico, genuinamente humano, que aislado y autónomo es estéril, pero que incrustado en un hombre de Fe, es riqueza antropológica y las vivencias místicas. Las pinturas de Chagall no son relatos, son contemplaciones de esta especie. Se enriquecerá el lector humanamente. Se enriquecerá su acervo bíblico. Se sentirá obligado a progresar en su cultura, en su espiritualidad. El goce de la belleza es una senda hacia la santidad, efectivo, aunque no demostrable. No añado detalles, quien desee otras noticias, que consulte en google. No pretendo ser en impertinente vendedor. Espero haber aportado ideas enriquecedoras, esta vez, de manera diferente a lo habitual en mí.