Bufalo

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja   

 

 

Mira que he leído veces la Biblia y no había caído en la cuenta de que en ella se cita a este animal 8 veces! Lo pensaba el otro día al hacerlo piadosamente. Pretende uno que sea lectura espiritual y cae siempre en distracciones múltiples, máxime, cuando uno ha hecho de las citas de vegetales y animales, una de sus personales ocupaciones. Más tarde lo busqué en enciclopedias. Esta labor ha calmado mi ánimo, en el lenguaje vulgar, se le confunde con frecuencia con el bisonte americano y hasta con el rinoceronte. Me entero que había en la antigüedad búfalos salvajes por tierras asiáticas, por el Medio Oriente y hasta por Europa. Deduzco que deben existir actualmente, más o menos amaestrados, por tierras italianas, cuando leo que el queso de las populares pizas, si son legítimas, debe proceder de leche de búfala. Más cosas chocantes, para consuelo de los que somos ignorantes: las traducciones no coinciden. Se da el caso de que dos biblias electrónicas, originaria una de Bélgica, del Vaticano la otra, no citan Job 39, 9-11. En un diccionario cibernético, me entero de que en este texto aparece el animal del que hablo. Cosa curiosa: en la edición vaticana del texto de la Biblia de Jerusalén, no lo encuentro y acudo a edición en papel; se da la paradoja de que se pregunta Job: ¿querrá el búfalo trabajar para ti o pasar la noche en tu pesebre?… otra versión dice: ¿querrá acaso servirte el buey salvaje?. piensa uno: ¿es que puede existir un buey salvaje? Si es salvaje, en todo caso, será un toro. Otra cosa curiosa: uno de los orígenes del mítico unicornio, puede proceder de antiguos relieves de búfalos vistos de lado, que, evidentemente, solo muestran un cuerno. Pero dejémonos de frivolidades, aunque no esté mal comentarlas, que no solo de lo espiritual y trascendente vive el hombre.


He dicho que el búfalo aparece en el Texto Revelado ocho veces. En uno de los lugares es una simple advertencia de que su carne es apta para el consumo. Se le cita dentro de una larga lista. Lo más recalcado en otros sitios es que el animal es signo de potencia, de poder, de fuerza bruta. Debían de haberlo visto muchas veces aquellos primeros destinatarios de la Biblia para que entendieran el símbolo. También piensa uno lo mismo cuando un salmo hace referencia a alzar la frente como la del búfalo. Yo creo nunca he visto uno de estos animales, aunque desde pequeño aparezcan dibujados en la tapa de un popular betún, así que la expresión no me dice nada. He consultado una edición para latino América y veo que traduce lo mismo. Se trata de un animal desconocido en el continente. Son los inconvenientes de un texto revelado, que se expresa según imágenes de aquellos tiempos y aquellas tierras y que si no se estudia un poco, resulta inexpresivo.
De todos modos creo que es evidente que se trata de un animal de gran tamaño, de más de una tonelada de peso y de más de un metro de talla. La energía que acumule la envestida de un tal rumiante, debe ser enorme. No obstante lo dicho, quiero ahora citar a Guy de Larigaudie, que en uno de sus acertados comentarios dice: “el chiquillo de trece años que se levanta un cuarto de hora antes, para hacer gimnasia delante de la ventana abierta, produce un esfuerzo de un valor muy superior al de un transporte realizado por un rebaño de búfalos” (Etoile au grand large). Acertadísima reflexión que me temo nada enseñe a tantos que hoy en día solo piensan en lograr records de fuerza muscular, más que de energía espiritual.