Satiro

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja   

 

 

Desde hace años, lo he repetido más de una vez, leo diariamente un fragmento de la Biblia. No me refiero a la lectura litúrgica, sino en privado. Empecé, de esto hace muchos años, llevándome conmigo siempre un ejemplar de pequeño tamaño. Lo compré en Francia y se trataba de la traducción llamada de Jerusalén. Ese tomo lo regalé a una amiga cuando emprendía la maravillosa aventura cristiana de marchar de  misionera al Congo. Aventura que continua viviéndola. Se lo dediqué con el siguiente texto: que tu vida y tu final sean con Jesús-Eucaristía en la boca, Jesús-Palabra en las manos y Jesús-Místico a tu alrededor. Hube de volver al mismo lugar para conseguir otra Biblia  igual para mí. Más tarde compre una edición en castellano, que es la que ahora llevo siempre conmigo.


El segundo paso, la lectura diaria, no sé cuando lo di. Recuerdo lo molesto que me resultaba entonces, recordar donde había acabado exactamente el día anterior. Supongo que sería la quinta vez que, para evitar el inconveniente, decidí anotar con lápiz la fecha. Esta decisión me alegra ahora cada día, cuando al tomarla, compruebo las tres ocasiones que leí el fragmento.


Debo añadir que, al interés de la lectura, se le añadió el conocimiento de los lugares bíblicos, ya que en 1972, por primera vez peregriné a Tierra Santa y van quince veces que lo hago. Otrosí, he conocido a alguno de los traductores de la versión francesa y de la española. Advierto esto, porque ahora leo con atención las notas a pie de página y al ser diferentes los autores, es también diverso el estilo y el tenor de los comentarios. De alguna manera, en ciertos casos, la experiencia semeja un encuentro personal con el comentarista.


Ahora viene lo curioso. Tanto esfuerzo y tantos diccionarios consultados, no me ahorran la sorpresa de que, de cuando en cuando, me encuentre con referencias a animales o plantas que no había descubierto anteriormente. Ha sido estos días cuando he topado con el vocablo sátiro. De inmediato pensé en el género literario llamado sátira, pero en este caso se refería a la imagen de algo que no sabía definir con exactitud. Vuelta a diccionarios, especializados, generales y a Wikipedia, cibernético, útil, con reservas, y de rápido uso. Mi interés se deriva de que descubro que la palabra sale en la Biblia en 5 ocasiones: Levitico, II Crónicas y 3 veces en Isaías. Nueva sorpresa, la descripción del sátiro se parece a la del dios Pan. Recorro los más de un centenar de archivos fotográficos de Cesarea de Felipe y compruebo que los nichos de la divinidad están vacios. ¿Dónde, pues, los he visto?, me pregunto. Caigo en la cuenta que en el Museo de Israel. Allí no permiten sacer fotos. Basta de divagaciones. Sátiro es una criatura de mitología foránea. Pertenece al séquito de Dionisio. Se le representa como del género masculino, de espesa cabellera y dos incipientes cuernos en la frente.


La Biblia se refiere a él como un ser repugnante y algo dañino. Ni afirma, ni niega su existencia. Como nuestras referencias a los fantasmas, al hombre del saco o a la mano negra, pertenecientes a nuestra cultura. Si le preguntásemos al profeta por su realidad, probablemente nos contestaría como aquello de las meigas, que no existen, pero que haberlas hailas. Mas que discutir si existen, debemos sacar lecciones de las referencias. En las dos primeras se nos enseña que cuando el hombre se aparta de la debida reverencia a Dios, cae con frecuencia en el pánico de la superstición. Y en los restantes que de donde se ha apartado al Señor, pulula con facilidad el terror. Que conste, pues, que ni es animal ni vegetal, pero que su inclusión en el Texto revelado no desentona.