La Naturaleza viva en Semana Santa
Cereales - Cebada y trigo

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja   

 

 

En Israel, en época bíblica, se cultivaban también el mijo y la espelta, pero eran secundarios. No así la cebada y el trigo. El primero era alimento del el ganado y del hombre. El pan que las familias consumían a diario, también lo era. Por más que he buscado, no he podido encontrar en ningún establecimiento ( ni de barrio, ni supermercado) pan exclusivamente de este cereal. Tuve que fabricármelo yo mismo. Compré grano, lo trituré en un molinillo de café y lo pase por un cedazo. Lo demás fue como de costumbre. Salió algo que parecía un tablero de conglomerado compacto y bastante duro. Lo comí, lo comieron los compañeros y, hasta en el Cottolengo, lo probaron. Se trataba de experimentar el gusto que tendrían los de la multiplicación (lo advierte el evangelio de Juan). En volviendo de Jerusalén, después de su entrada solemne, en la casa de los amigos, en Betania, lo que cenaría Jesús, sería pan de cebada, con alguna cosa más. Hay que advertir a los de fuera, que, en la cuenca mediterránea, no se concibe una comida, sin que la acompañe el pan. Acompaña como alimento y a lo preparado en la común cazuela le sirve para lo que hoy es la cuchara: un utensilio que permite llevarse a la boca los yantares no sólidos. (El tenedor se inventó más tarde y siglos después la cuchara).


El trigo es el cereal más noble. Su recolección es posterior a la de la de la primera. La “Fiesta de las semanas” o Pentecostés, corresponde a los días de la presentación en el Templo de sus primeras espigas, cincuenta días de tardanza, respecto a las de cebada , (entre nosotros ahora no es mucho más de quince). El pan de trigo era el propio de las fiestas. También se elaboraba en el horno familiar. Todavía podemos ver muestras de ellos en alguna casita de la Nazaret del tiempo del Señor. Se amasaba la harina y el agua, añadiéndole una porción de masa de la elaboración anterior. La habían dejado fuera y se guardaba cerca, en lugar templado, para que proliferaran los fermentos. Hay que tener en cuenta que el pan, hasta no hace demasiado tiempo, en el campo, se elaboraba cada quince días o más.


Lo curioso del caso es que, en tiempos bíblicos y posteriores, el precio del trigo doblaba el de la cebada, cosa que en la actualidad es a la inversa, según me cuentan.


En la época de Pascua, o Pesaj, se suprimía totalmente el pan fermentado. Se le daba a este hecho diversos significados. En primer lugar la levadura es una cosa desagradable al paladar. Cuesta poco pedir una porción al panadero y comprobar su gusto agrio, de cosa corrompida. En esta fiesta no debía estar presente nada semejante. En segundo lugar, como ya he explicado, añadir levadura, significaba estar unido al pasado, a lo anterior y “en Pesaj nuevo, debía reinar vida nueva”. Estos son significados que podía darle, en época pre-israelita, cualquier cultura agrícola. El episodio de la salida de la cautividad de Egipto, marcó tanto la historia hebrea, que se le añadió un significado peculiar. Se cuenta en el Seder, que las mujeres todavía tenían la masa en las artesas cuando les tocó marchar y se la llevaron tal como estaba, de manera que, al cocerla en el desierto, no había tenido tiempo de fermentar(imaginemos que lo hicieron sobre piedras calientes o sobre recipientes de cobre que cubren las brasas, como hace pocos meses veía hacer a una mujer beduina).


Jesús, en la sublime noche del Cenáculo, pudo utilizar cualquiera de estas elaboraciones para la Eucaristía. El pan, para un cristiano, siempre le evocará el maravilloso alimento espiritual que nos dejó el Señor. Cuando era pequeño, en casa, nos enseñaban que al recoger el pan que había caído al suelo, le diéramos un beso. Buena pedagogía religiosa, a la que hoy añadiríamos seguramente criterios de sostenibilidad y aprovechamiento de materia orgánica (sic).