La Naturaleza viva en Semana Santa
El Cordero

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja   

 

 

Los pueblos gozan de peculiaridades reales, imaginadas o recordadas. En la conciencia colectiva del pueblo judío estaba enraizada su condición beduina. Ya que vivían en aquella tierra “que manaba leche y miel” su ocupación más general era la agricultura. Conservaban animales domésticos y algunos eran pastores de grandes rebaños. Los tales quedaban en cierta manera marginados, dado que no acudían a la sinagoga, ni abandonaban su oficio para peregrinar en los días indicados a Jerusalén. Alrededor del Lago ejercían de pescadores algunos israelitas, pocos en proporción, ya que le masa de agua no daba para el trabajo de demasiadas barcas. Es curioso que el Señor escogiera a la mayoría de sus apóstoles de entre este grupo minoritario. El comercio a gran escala, lo que hoy llamaríamos importación-exportación, estaba a cargo de otros pueblos, principalmente nabateos o del Líbano.


Como no habían olvidado sus orígenes, en la fiesta central, ocupaba lugar privilegiado el pan, recuerdo de sus labores en Egipto y el cordero, animal predilecto de los beduinos. El pan noble, el amasado lentamente, con harina de trigo candeal, sin nada añadido, como expliqué el otro día. El cordero era el centro de la fiesta. Mejor dicho el corderito. Aquel cachorro de carnero que justo abandonada su época de lechal, empezaba a triscar tierna hierba primaveral. El equivalente del animal del que estoy hablando era el cabrito. En Israel en aquellos y en estos tiempos, los rebaños son mixtos y, generalmente, carneros y ovejas son blancos. Machos cabríos y cabras son negros. La Ley trataba con delicadeza a estos animales como si tuvieran sensibilidad humana. A la madre no se le debía retirar su cachorro hasta por lo menos siete días después de haber nacido (Le 22,27). El cabrito, si se mataba y se quería consumir, no debía ser cocido en la leche de su madre (De 14,21).


La fiesta de Pascua inicialmente era totalmente familiar, posteriormente se estableció que los corderitos debían ser sacrificados por los hijos de Leví. El Templo, en consecuencia, aquellos días, semejaría un inmenso matadero.
Como expresión de respeto al cordero o cabrito ritual, no se le debía romper ningún hueso y se debía consumir asado. Lo que sobrara, sea porque no se había consumido del todo, sea porque no era comestible, piel, intestinos etc. debía quemarse totalmente.


En el lugar correspondiente, cuento como imagino fue la última celebración pascual de Jesús. El rito había variado algo respecto a las prescripciones. Ya no lo comían de pie, sino reclinados a la manera de los banquetes griegos. Los únicos que conservaron y conservan a rajatabla las normas son los samaritanos. Los pocos que quedan. Suben ellos a la cima de su montaña santa el Garizin y allí los sacerdotes realizan lo que manda la Ley. He visitado el lugar más de una vez, me han enseñado los hornos verticales donde, previamente calentadas las paredes por intenso fuego, introducen, atravesados por un palo, los animales hasta que están listos y son distribuidos a las familias. Me lo habían explicado, pero ahora que he visto un excelente reportaje de TelepaceJerusalén, lo entiendo mucho mejor. Si alguien esta interesado le puedo enviar una copia. A la descripción, le acompañan explicaciones bíblicas y teológicas de franciscano P.Mans, del Estudio Biblico de la Flagelación, en Jerusalén, que son una maravilla. Ahora bien advierto que se trata de un documental en lengua italiana.
En la actualidad el pueblo judío celebra su Pesaj sin cordero. Consideran que destruido el Templo y dispersados los sacerdotes, no sería lícito comerlo de cualquier modo. Su presencia se simboliza con un hueso del mismo animal, pensando que es lo mismo la presencia del cordero, que aquello que lo simboliza. Idea próxima a nuestro concepto de sacramento.