El gallo

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja   

 

 

Un lector me preguntó un día algo referente a esta gallinácea, con motivo de algún artículo mío, pero no le contesté. Pienso que si deberé ser purificado durante un día por cada una de las veces que no he respondido a cartas, mi eternidad comenzará por una perpetuidad de días de limpieza, que impedirán eternamente mi gozo. Dios es bueno y supongo da buena respuesta, mejor que la que yo pueda proporcionar. Afortunadamente eternidad y días no casan bien y no sé en que consistirá el blanqueo de estas y otras faltas. No era cuestión fundamental y, por más que trato de recordar, no puedo dar con ello.


Se cuenta, que en un colegio se les propuso a los alumnos que dibujaran un pollo. Uno de ellos no supo diseñar otra cosa que uno recién salido del asador. Nunca había visto uno vivo. Si hoy  se solicitara que fuese un gallo, un ejemplar adulto, la mayor parte de láminas quedarían en blanco. Nuestro sistema de comercialización ha cambiado los mercados. En algún lugar oculto, supongo, debe existir un enorme gallinero, capaz de proveer de diminutos pollitos a las granjas, para que crecidos un poco comer unos y hechas adultas las hembras, proveer de huevos las otras. Yo mismo hace años que no he visto ningún ejemplar. Los conozco de otras épocas.


La familia animal a la que me vengo refiriendo, según dicen las enciclopedias, es oriunda de India, introducidas en Israel en tiempos de Salomón. Carecía, pues, de solera domestica. El Antiguo Testamento no se interesa de esta especie, a penas es mencionada. Aparece esporádicamente dos veces. En Job, se dice que el gallo es inteligente. Por muy sagrado que sea el libro, no creo que la inerrancia bíblica llegue a estos extremos. El gallo es una ave estúpida, dictadora y polígama. Hablo con conocimiento de causa. El otro lugar en el que se le menciona es en Proverbios, donde se dice que es esbelto. Estoy totalmente de acuerdo, sin que lo considere verdad revelada. 


En el Nuevo Testamento se menciona a la hembra, la gallina, como clueca, no hablaré de ella. El protagonismo bíblico del gallo, le viene del episodio de las negaciones de Pedro, relatado por los cuatro evangelistas. Choca que una mera referencia anecdótica, haya llamado la atención de los hagiógrafos. Conviene recordar, que la noche se dividía en tres vigilias, según el uso judío, o en cuatro, en el mundo greco-romano. En ambas culturas, eran de diferente duración, según fuera la época. Evidentemente, las vigilias invernales eran bastante más largas que las estivales. Los gallos, por listeza que les atribuya el texto de Job, no son matemáticos, y cantan y despiertan a la gente, cuando se les ocurre, y con demasiada frecuencia. La frase de Jesús hay que interpretarla, pues: tú que te sientes tan valiente y decidido, muy pronto me traicionarás.


El vanidoso y tirano animalito, ha quedado vinculado simbólicamente a San Pedro de tal manera, que en la cúspide de los campanarios, según leo, el Papa Nicolás I, ordenó que se pusiese en lo más alto, la silueta de un gallo, de aquí que aparezca por encima de la veleta que se acostumbraba a poner, para información del vecindario. Pienso que no es frecuente verlo en las iglesias de la Península. Cuando por el extranjero lo veía, antiguamente, había creído que se trataba de recintos evangelistas. Andaba errado. Dicho esto, a mí continúa gustándome más, como símbolo del Apóstol, las dos llaves cruzadas. Me gusta también que el gallo vivo habite lejos de mi casa,  para que pueda descansar tranquilo.