Viaje de Benedicto XVI a Tierra Santa (II)

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja   

 

 

En el aeropuerto de Amán, la antigua Rama bíblica, después de los saludos de rigor protocolarios, sonaron las salvas de ordenanza y desfiló la compañía prestando honores. Pensaba, viendo aquellos soldados de uniforme  con resabios de beduino, que el militar es un estamento que ha sabido conservar su peculiar liturgia (en algunos casos es más exhibición de orgullo y poder que otra cosa, no me refiero a estos).
Lamentaba entonces ciertos comportamientos acartonados y ritualistas, que alejaban del misterio cristiano que necesariamente deberían sugerir siempre las celebraciones cristianas. Grandes rituales carentes de expresión de Fe o, por el contrario, tan populacheras en sus modos, que, en algún caso, alguien tildó de charlotada.
Me fijaré en la comunidad cristiana latina de Tierra Santa, que es muy peculiar. Es pequeña, pero goza de abundante clerecía. Se lo decía satisfecho el Patriarca de Jerusalén al Papa en su saludo. En mis viajes, me he relacionado con la comunidad franciscana, también latina. El superior, el Padre Custodio, ni es obispo, ni tiene facultades de prohibir y mandar sobre los fieles, pese a llevar mitra y presidir una provincia religiosa, casi autónoma. He asistido y concelebrado con ellos en diversas ocasiones y me he sentido siempre acogido y cómodo.
Nadie ignora la incapacidad del Papa para expresarse de modo atractivo, con gestos y ademanes, ante las multitudes. Teólogo y estudioso él, escucha los discursos, perdida la mirada en el infinito y ensimismado, o con los ojos cerrados. Evidentemente, la gente recuerda la capacidad expresiva que tenía su predecesor. Pero muy diferente  es cuando se trata de distancias cortas. Su mirada tímida, se torna expresiva, confidencial, amable, despidiendo simpatía y gozo.
Otros periodistas también lo han señalado: la sobriedad elegante de la liturgia dirigida por los franciscanos, ha sido admirable y digna de elogio. Uno piensa que casa bien con las edificaciones góticas de tiempos cruzados en las que muchos viven. Ágil, discreta, fiel a las normas, sin caer en el ritualismo, mantenía clima de humanidad y autenticidad. Daba la impresión de que improvisaban, pero eran exactos en cada acción. En tales circunstancias el Papa se sentía a gusto y nada distante.
En el recinto del Cenáculo, donde pocos eran los reunidos y no atenazaba el ambiente los policías de escolta,  hubo clima de oración sincera y evocación profunda. Me lo confirmaba el P. Vítores, Vicario Custodial, por e-mail. Se desplazaron después a la con-catedral. Estaban allí, con los franciscanos, diversas comunidades religiosas y movimientos eclesiales. Se vio que el Papa se sentía a gusto. A su alrededor gente joven. Se cantó con entusiasmo, los asistentes entendían lo que en latín cantaban y lo hacían también gozosos.
Franqueada la puerta del Santo Sepulcro, fue el Papa saludado por el Padre Custodio. Saludo respetuoso, repleto de la sencillez, ilusión y Fe de un discípulo del de Asís. Añado que a la Custodia tampoco le faltan seminaristas. Por algo será en ambos casos.
Lamentablemente, el contacto con los fieles cristianos fue escaso, se hizo patente su ausencia en la misa del valle del Cedrón, motivos múltiples lo impidieron. Los franciscanos, que sí que están muy próximos a ellos, habrán comunicado el aliento y amor que el Papa quería infundirles.
Las entrevistas con mandatarios y los encuentros con líderes religiosos, seguramente, a medio y largo plazo, darán fruto. Ocuparon la mayor parte de su tiempo, no obstante, cuando se presentó la ocasión, el Papa no se hizo escurridizo, ni pasó de largo. Desde encontrarse privadamente con la señora que le hacía la cama acompañada de sus hijos, hasta la denuncia pública, en varias ocasiones, del muro de la vergüenza. Y hablar de él allí, es como mencionar la soga en casa del ahorcado.
No estaba físicamente allí, pero me sentía espiritualmente muy próximo. Me ayudaba recordar a amigos franciscanos que habían colaborado en la preparación de los encuentros, a algunos de los cuales pude distinguir. Deberá pasar bastante tiempo para afloren buenos resultados, que sin duda se seguirán.