Primeras comuniones (II)

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja   

 

 

Probablemente que algunos lectores habrán pensado que el planteamiento que hacía respecto al inicio de los chicos y chicas a la comunión era utópico e irrealizable. Desde hace un tiempo, vengo reflexionando y observando que entre nosotros, cristianos acomodados, cuenta más, a la hora de elegir comportamientos sociales, las costumbres burguesas, que los criterios derivados del Evangelio. No podemos ni olvidar, ni ignorar, que desde antiguo, la Iglesia de estos países nuestros, ha mantenido el monopolio de la fiesta. Había que celebrar el nacimiento de un hijo y desde los confites hasta la merienda y los payasos, rodeaban, anulándola, la sacramentalidad del bautismo, que debiera ser centro del evento. La rodeaban de tal manera, con tanto boato, con tanta espectacularidad, que dificultaban la vivencia de aquello que nos incorpora a Cristo.


Llegado el momento de celebrar el amor solemne de enamoramiento, el bien hacer y el bien lucirse socialmente, revestía y superaba en apariencias, al sacramento del matrimonio. Con la particularidad de que preparar la liturgia, los protocolos llamarían hoy, se resolvía en poco rato, mediante una charla amistosa. El envolvente no. Desde escoger el vestido, el lugar del banquete, el menú, el fotógrafo etc. hasta preparar el sistema de recibir los obsequios u organizar el viaje, todo era aparatoso y caro. Con frecuencia oigo que una pareja se ha casado en un restaurante. Como es obvio, se trata de donde se reunieron para el banquete, el compromiso sagrado ha caído en el olvido, si es que llegaron a asistir.


Ante tales deficiencias, se acude a organizar cursos y a obligar a asistir a ellos. Cursos de Primera Comunión. Cursos de Confirmación. Cursos de preparación al matrimonio. Y con ello se quedan tan tranquilos. He leído que en cierta población han dicho: no se celebrarán primeras comuniones en dos años, tiempo que durarán los correspondientes cursillos, que consideran indispensables. Se ha seguido a esta decisión la protesta de los empresarios de restaurantes y los fotógrafos profesionales. Es natural. Pero ¿qué pasaría en este lugar si unos padres han enseñado a su hijo a rezar, le trasmiten su Fe mediante excursiones a santuarios donde el chiquillo aprende a amar a Santa María, le llevan a un colegio de orientación religiosa cristiana (no de mera propiedad del inmueble y de la gestión empresarial por un organismo religioso) visitan juntos instituciones caritativas como el Cottolengo, las Hermanitas de los pobres o los Franciscanos de la Cruz blanca, entidades en las que los padres colaboran. Pasan buenos ratos juntos, visitando monasterios contemplativos, donde los progenitores intercambian preocupaciones y peticiones de ayuda espiritual. (No son imaginaciones mías, hablo de hechos históricos). Pasado el tiempo correspondiente para que el hijo o la hija hayan conocido realidades cristianas, hayan comentado en casa los mandamientos y los textos evangélicos, aprovechando el día que caprichosamente se niega a comer tal manjar o tal bebida, llegará la decisión.


Al largo discurso empezaba interrogando, no le he puesto final. Incorrecto proceder. Ahora lo enmiendo. En el tal lugar, el día que la familia se acerque a comulgar ¿será capaz alguien de excluir al chaval de la comunión? Más aun ¿Tal vez disponen de un fichero donde consten quienes han seguido los cursos?


No se pone vino joven en odres viejos. No se cose un retal de tela nueva en una prenda vieja. Reventarían los pellejos en el primer caso, se rasgaría la prenda en el segundo. Es doctrina del Señor que será preciso aplicarla, prescindiendo de costumbres implantadas, por extendidas que estén.