Cereales

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja   

 

 

No es la primera vez que hablo del tema, pero deben perdonárseme las repeticiones, ya que tendré escrito más de 250 artículos dedicados a flora y fauna en la Biblia y es muy difícil ser siempre original.


Una cosa que he descubierto no hace demasiados años, es que la costumbre de consumir pan en todas las manducas, no es universal. Tal vez podría dividirse la humanidad en dos conjuntos: la cultura del trigo y la del arroz. Y que nadie me venga con distingos, que ya sé que exagero. Pues sepan los que no residen en la cuenca mediterránea y sus confines, que cualquiera que sea el menú, nosotros los que sí vivimos en ella, siempre acompañamos todo con pan. Y que, como el agua, siempre se suponen en cualquier mesa.


Al decir pan a secas, siempre pensamos que es de trigo. Esto es así para el común de la gente, no  para los sibaritas. Hoy en día se encuentra en el comercio, una gran cantidad de variedades. Lo curioso del caso es que se han ido abandonando, seguramente por razones económicas, las especies de trigo comunes de otros tiempos. Estoy pensando en el riquísimo pan candeal de mis tierras castellanas. El nuestro cotidiano, se elabora con harina más barata, se somete a fermentación rápida y a cocción no siempre en hornos de leña. Incluso puede llegarle al tendero semi-elaborado, a baja temperatura, faltándole únicamente la última operación, la de cocción, que la realizará en horno eléctrico, con temperatura y duración reguladas automáticamente. Añora uno entonces antiguas hogazas pueblerinas


No era esta la realidad de los tiempos bíblicos. Diariamente, la mujer israelita molía el grano, haciendo circular monótonamente una piedra redonda sobre otra. Pasaba el resultado por un cedazo, amasaba la harina con agua y una pequeña parte de la masa del día anterior, la dejaba fermentar lentamente y, en el mismo domicilio, la horneaba. Maniobra que modificaba en los días de pesaj, que ni añadía levadura, ni la dejaba fermentar.


Se consumía pan de cebada los días ordinarios, en las fiestas siempre de trigo. Esto era así porque el precio del primer cereal era inferior al del segundo. Ocurre lo contrario ahora. En casa se guardaba el grano en silos, al abrigo de ladrones y roedores. Lo mejor, la flor de harina en términos bíblicos, era para exclusivo consumo humano o para ofrecerla en el Templo. En este lugar, y por obra de levitas, se elaboraban los Panes de la Proposición. Harina y aceite entraban en su composición, algo así como nuestras galletas. Eran depositados en el altar de oro, en el Lugar Santo, junto con incienso y se renovaban semanalmente.


Existían otros cereales aptos para la panificación. La Biblia hace referencia a algunos. Concretamente cita la espelta, un trigo de baja calidad, propio de épocas de carestía o de familias pobres. Hubiera desaparecido del mapa, si no fuera porque, pese a su baja calidad, resistía climas adversos y, debido a ello, ha llegado hasta nosotros, procedente de regiones del centro de Europa. Hoy lo puede uno encontrar en establecimientos refinados dedicados a productos de calidad. Me han contado que se vende pan de este cereal a precios elevados, atribuyéndosele no sé cuantas propiedades saludables. ¡Paradojas de la historia!


Acabo reflexionando. Explícitamente nos dice el evangelio, que los panes de la multiplicación eran de cebada. La descripción del milagro, obviamente posterior al hecho, se hace con tintes eucarísticos, añádase que no se ponen de acuerdo los autores sobre el día que se celebró la Santa Cena, será, pues, legitimo preguntarse: el pan del Jueves Santo, ¿de qué cereal era? Si  no se celebró en día festivo, correspondía ser de cebada, y fermentado, no así, si fue un auténtico “seder de pesaj”, claro que en este caso ocurrió la anomalía de la ausencia del cordero inmolado ritualmente en el Templo. He sido siempre fiel a las normas de la Santa Madre Iglesia y la pregunta que me hago no es disciplinaria. Es un simple interrogante histórico: el pan de la primera misa ¿no pudo ser de cebada? o, si era de trigo, ¿quien nos asegura que no improvisaron los preparativos cociendo humilde espelta? En el decorado del acontecimiento, domina una descripción de ambiente apresurado, sin remilgos, debido a la clandestinidad en la que se celebraba. Analizar y sacar consecuencias prácticas, no es cosa inútil. Quien lea, entienda