De viaje– A la luna

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja   

 

 

No, ni he ido, ni imagino que ninguno de los lectores desee y pueda ir. Me limitaré hoy a comentar ciertos aspectos del primer viaje a nuestro satélite, que se ignoran comúnmente o se pretenden olvidar.


La primera noticia la tuve por un artículo de la revista Life. De esto hará unos 30 años. Contaba el primer astronauta que piso la Luna que, cristiano como era, había preparado y consultado con su pastor, el signo con el que al llegar, expresaría su Fe. Al no encontrar uno especial, le propuso el clérigo que se llevara vino-eucarístico y que, en llegando a la superficie lunar, comulgara. Lo hizo así. De un recipiente herméticamente cerrado, lo escanció a un cáliz de plata. Comentaba el ingeniero que, al trasladar la santa bebida y pensar que la gravedad de la Luna es 6 veces inferior a la de la Tierra, pensaba que la caída del líquido sería más lenta. Sintió curiosidad de verlo. De inmediato se dio cuenta de que era una ocurrencia frívola, que no debía consentir y no miró. A continuación comulgó fervorosamente. No recuerdo nada más de aquel artículo. Cuando se cumplieron 25 años de aquel viaje, busqué alguna referencia en la prensa que estaba a mi alcance. No encontré nada al respecto, incluso hubo una referencia a que, lo que por parte de algunos se había contado, había sido un bulo.


Se ha escrito mucho sobre el acontecimiento, ahora se cumplen los 40 años y disponemos del google, cosa que entonces no existía. (aviso para la navegación de cabotaje: hasta el Papa ha reconocido que no se puede prescindir de Internet y ha lamentado no haberlo hecho en cierta ocasión). Me apresuré, pues, a acudir al buscador. Puse: “lo primero que el hombre hizo en la Luna”. Como estamos sumergidos en la “santa religión ecologista”, se repetía una y otra vez, que la primera acción, ¡grave pecado!, había sido tirar basura. No me desanimé. Busqué algo así como: “comunión en la Luna” y esta vez tuve éxito. Varios archivos hablaban de ello. B.Aldrin, el astronauta, era presbiterano. Esta confesión cristiana llama a la celebración “la Santa Cena” (a la que no dan con exactitud el mismo significado que le damos los católicos). Comulgó con reverencia, recitando: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí y yo en él, este lleva mucho fruto, porque separados de mí nada podéis hacer (he transcrito el texto como aparece en la noticia, no creo que sea demasiado importante el cambio de nuestro “sarmientos” por el de “pámpanos”. Llevaba el astronauta junto a sí, escrito de su puño y letra, unos versículos del salmo 8, concretamente: “cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú formaste, digo: ¿qué es el hombre para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre para que lo visites?”. Este texto lo depositó en la superficie lunar.


Por razones de peso, abandonaron su cámara fotográfica: una Hasselblad con óptica Zeis y fotómetro Minolta, se trajeron consigo únicamente la película Kodak impresionada. De esto sí que se publicó en diversos medios, para dar noticia de las preferencias por diversas marcas y de las naciones donde se habían fabricado los materiales. ¿por qué se ocultaron los detalles religiosos que he contado?


Llegada a la luna


Aquella noche de la que vengo escribiendo, venía a La Llobeta una chica que quería hablar conmigo. No podía negarme a ello, pero la posible llegada del hombre a la Luna era un acontecimiento que no podía ignorar, así que negociamos el encuentro. Por entonces, no tenía televisión, pero las monjas sí. Nos permitieron quedarnos en el comedor e iniciamos la conversación. Llegó un momento, de acuerdo con lo pactado, que encendimos el receptor y nos dispusimos a enterarnos del acontecimiento. Los locutores iban hablando y hablando sin decir nada interesante. Habían anunciado que los viajeros ya habían alunizado. De pronto apareció en la pantalla una gráfica. Al cabo de un rato la voz en off dijo que se trataba de la frecuencia cardíaca de uno de los astronautas. Recuerdo que le dije: ya lo ves su corazón palpita emocionado, con la misma frecuencia que durante el encuentro íntimo de un hombre con la mujer que ama. Y es que el hombre vale más que nuestro satélite. Lo comentaba sin ninguna morbosidad y Montserrat Cantó, que era quien conmigo estaba y que habrá con seguridad tenido tales encuentros, su matrimonio ha sido felizmente fecundo, no se acordará de ello. Pasaba el tiempo sin que nos dieran imágenes interesantes. Por fin vimos las que se han repetido tantas veces. Podíamos continuar nuestra conversación. Por mi parte totalmente satisfecho.


¿Por qué no se explicó lo que contaba? Que el viaje a la Luna fue una maravilla tecnológica, nadie lo duda, pero que fundamentalmente se consideró un éxito político en la rivalidad militar que por entonces existía con Rusia, que ya había enviado al espacio el Spuknic y poco más tarde la perrita Laika y en cambio los y EEUU habían sufrido serios fracasos en este terreno, nadie lo ignora. Era preciso celebrar a bombo y platillo el triunfo y no meterse en camisas de once varas.
Retrocedo contando otra historia. En uno de aquellos competitivos viajes, el Apolo 8 concretamente, uno de los astronautas, era lector de la comunidad cristiana a la que pertenecía y precisamente le tocaba ejercer su ministerio aquella Navidad que estaría, sin duda, fuera del planeta Tierra. Alguno de sus compañeros se lo recordó, él guardó silencio al respecto. Llegado el momento, desde aquellos lugares tan lejanos, aquel cristiano navegante, proclamó los primeros capítulos del Génesis. Sus compañeros también. Al final añadieron: y de parte de la tripulación del Apolo 8 cerramos con unas buenas noches, buena suerte, feliz Navidad y que Dios los bendiga a todos, a todos en la buena tierra, Recuerdo con qué alegría leímos la noticia. A continuación, la asociación Gedeons contó que a todos los astronautas les entregaban ellos una Biblia. Otra asociación, de sentido espiritual contrario, negó tal posibilidad. En la atmósfera de una capsula espacial, no se permitía la utilización de celulosa, que podía incendiarse. Seguramente lo habría recitado de memoria. Aclaración por parte del astronauta: ciertamente que llevaba consigo el Libro Santo, pero completamente encapsulado, al abrigo del oxigeno que pudiera causarla estragos. Había copiado, de su puño y letra, en un cuaderno especial de plástico, no combustible, aquellos versículos y realmente los había proclamado. Afortunadamente, gracias a Dios, hay que reconocer, él había cumplido su ministerio de lector. Aunque pueda resultar simpática esta cuestión, en aquellos tiempos no interesaba hablar demasiado de ello. A los norteamericanos, lo que les importaba era su victoria técnica. Ya se sabía que los rusos eran ateos consumados (sic) y para nada les interesarían estas delicadezas religiosas. Mejor, pues, no hablar de ello. Añádase que el mensaje de los astronautas acabó en los tribunales de la mano de un activista que abogada por el ateísmo en todos los estamentos gubernamentales de EEUU. Y aunque se sobreseyó la causa, la NASA fue mas cautelosas en cuestiones religiosas. Como también se ha silenciado que en la superficie lunar depositó la tripulación del Apolo XIV una microficha con el texto bíblico completo, en inglés. Se trata de una película de aproximadamente 2,5x2.5 cm, que se lee con un microscopio. Poseo dos ejemplares semejantes, uno lo recibí del P. R. Díaz, de Montserrat. Me lo dejó en depósito. Carente de valor exegético, es la perla de las EXPOBIBLIAS. El otro fue también regalo de una “casa de la Biblia alemana”.

 

 En el museo Gutenberg todavía lo venden. (por Internet también en Patriot Shop•