Gato-Gatos

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja   

 

 

Mis lectores conocen la afición que tengo por todo lo que sean animales y plantas, sobre todo si son mencionados en la Biblia. Creo que he hablado de todos. Lo cual no significa que haya dicho toda la verdad. Un caso evidente es el gato. En algún artículo afirmé que el texto sagrado no se lo menciona. Es preciso matizar.
“El gato doméstico (Felis silvestris catus) es un pequeño mamífero carnívoro de la familia felidae está en convivencia cercana al hombre desde hace unos 9.500 años, fecha muy anterior a las previas estimadas en 3.500 a 8.000 años”. (wikipedia dixit).
Me gustan los gatos, en diversas ocasiones de mi infancia y juventud, hubo algún ejemplar en nuestra vivienda. Me gusta estéticamente. Su caminar es elegante, su porte altivo y nunca pierde su orgullo. Cuando uno lo observa, se da cuenta de que sus ademanes son de pequeña fiera que, aun encerrado, no ha perdido su libertad animal. ¿Que puede ser útil porque come ratones? No lo dudo. Pero en la mayor parte de edificios de hoy, se lo impide la altura, la falta de rincones donde esconderse y la carencia de alimento, guardado en neveras. No obstante lo dicho, continúan existiendo gatos y pienso que en mayor número que en tiempos anteriores. Y es que se ha convertido en mascota, en animal doméstico, por lo que observo.
Quienes se toman los relatos bíblicos al pie de la letra, Dios en el Paraíso ofreció al hombre el mundo vegetal como alimento. Al finalizar el diluvio universal, le sometió los animales de tal manera, que, por su indicación, se hizo carnívoro. Sin tener que acudir a precisiones, es evidente que el hombre es un ser superior a cualquier otro animal. Pero no siempre se acepta este principio.
Por diversas causas, el hombre se deja someter por los animales. Sé que no es consciente de ello, pero esta es la triste realidad. Antiguamente el animal doméstico se alimentaba de las sobras de la comida familiar. Recibía ciertas predilecciones en algún momento, pero siempre ocupaba un rango inferior. Lamentablemente, se entera uno a veces, de que han llevado a los ancianos padres a una residencia, ya que los pisos actuales son muy pequeños, pero observa  que la mascota recibe cariños inauditos, se le compra los mejores alimentos que anuncia la TV,  se le saca a pasear, o se le transporta en habitáculos confortables. Un día, hablaba con cierta persona que había sufrido graves problemas de alcoholismo, posible intento de suicidio, etc. le aconsejaba que viniera a mi  casa, para poder reflexionar con paz, tranquilidad y largamente. Me respondió de inmediato: no puedo, es imposible ¿Quién cuidaría mi gato? Ante esta tesitura, evidentemente, no fue posible el encuentro.
Existió otro riesgo. Por lo menos en el antiguo Egipto, se sacralizó al gato. Seguramente fue este el motivo de que la Biblia no lo mencionó, pese a que el mundo israelita lo conociera por su larga estancia en aquel país. Si allí era considerado un animal sagrado, al que incluso se le momificaba, al monoteísmo israelita convenía ignorarlo.
Añado para acabar, que en la Biblia, en dos ocasiones, se hace referencia a los gatos salvajes. Seguramente se trata de algún felino semejante a las ginetas. Llegaron estas a la Península acompañando a la invasión árabe. Cuando fueron expulsados estos, quedaron muchos ejemplares, que volvieron a su vida salvaje primitiva. Que cada uno saque consecuencias.
Una reflexión final. El precio que se paga al adquirirlos, los cuidados que se les prodigan y los alimentos exquisitos que les ofrecen, en un mundo donde tanta gente muere de hambre, constituye una injusticia. La revelación no es ingrata ni cruel con los animales, pero que los mantiene en una escala de valores, siempre inferior a cualquier ser humano.