Tierra Santa - Pinceladas (21/09/09)

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja   

 

 

Con las sandalias empapadas de la arena de caminos recorridos, desde Cesarea de Felipe y Dan al norte, hasta Hebrón al sur, y muerto de sueño, contaré alguna vivencia.


Con Fra Rafael Dorado vamos a Nablús, Ya explicaré otro día más detalles. Subimos en coche al Garizín, por una carretera que no conocía. Nos deja en el inicio de un camino que nos llevará al centro de la cima. Una alambrada nos impide el paso, vemos que por una esquina ha sido aplastada y nos colamos. Hay un grupo de gente que suponemos debe de tratarse de soldados en instrucción cultural. El armamento que observamos nos lo evidencia. Descendemos pronto. Nos encontramos con una veintena de jóvenes parados en el mismo sitio donde antes nosotros habíamos pensado que no íbamos a poder franquear y les enseñamos el hueco. Pasan alegres. Cuando encontramos a Fra Rafael, nos dice que eran diáconos coreanos que pronto se van a ordenar de sacerdote, acompañados de un presbítero. He pensado posteriormente mucho en ellos y en su gesta. No es de extrañar que, si proyectaron peregrinar a estas tierras desde Corea, se plantearan el programa desde una posición fundamental. El encuentro con la mujer samaritana junto al pozo de Jacob, la comunidad que por aquellos parajes habita y que varias veces merece la atención de Jesús y el lugar santo de Siquén, donde se anunció el inicio del proceso de Salvación, merecían la visita. Pienso yo: ¿se plantean los que entre nosotros han visitado en un primer viaje los lugares fundamentales: Nazaret, Belén y Jerusalén, recorrer estos lugares tan importantes posteriormente? Me temo que la realidad sea que una y otra vez repitan los mismos sitios. (Así como antes, en el transcurso de los domingos del año litúrgico, se leían unos pocos fragmentos y la renovación del Vaticano II, con sus tres ciclos, ha enriquecido el conocimiento de la Biblia, algo parecido debería hacerse con respecto a Tierra Santa, que con acierto llamamos “5º evangelio”).


Desde que salió aquel tan divulgado como deficiente libro titulado “el escándalo de Tierra Santa” se comenta mucho la triste división de los cristianos, que por aquí se experimenta. No seré yo quien lo niegue, pero no es la realidad completa. La Custodia franciscana, que por encargo de la Santa Sede está presente y sirve a Jesucristo en estas tierras, ejerce muchos ministerios. Investiga a pico y pala los parajes donde se pueda encontrar restos arqueológicos, aportando nuevos conocimientos. Acogen y acompañan a peregrinos, y lo hacen con competencia y moderación (me cuentan los que me acompañan, que los tres días en la Casa Nova, han salido por el mismo precio que uno solo en otra institución). Regentan escuelas a las que acuden cristianos y musulmanes. Prestan muchos otros servicios. La mejor manera de entenderse es crecer en conocimientos y criterios. La carencia de cultura facilita el fanatismo y los conflictos.


Los grupos, generalmente, van acompañados de sacerdotes, pero no todos. Hay un servicio bastante desconocido: la asistencia espiritual. Más de un franciscano me ha dicho: ahora que estás jubilado ¿por qué no te vienes a decir misa y confesar en lengua castellana? tenemos necesidad de servidores en tu lengua. No oculto que la sugerencia es una tentación en la que me gustaría caer.


No debe extrañarnos que iglesias o confesiones cristianas, que no tienen tanta capacidad o posibilidad de tales trabajos, defiendan, con celo no demasiado ejemplar a veces, un trocito de espacio o una franja horaria. Pero no es esta la total realidad. Visitábamos la “tumba luminosa, o del Justo” en Nazaret. Me dice una señorita, que es greco ortodoxa, que vive en Canadá. Yo le cuento que soy sacerdote católico. De inmediato, le dice sonriente a su madre que soy presbítero latino y las dos me saludan reverentemente. Noto que el Espíritu Santo nos conduce, aunque el ecumenismo sea algo más querido por los católicos que por otras comunidades.