Espliego, menta y otras hierbas

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja   

 

 

Leía el otro día la Biblia, no era mi habitual momento diario de lectura del libro sagrado. No sé exactamente como, cayó en mis manos el fragmento de Isaías 55,13, que menciona varios vegetales. Me sorprendió que se hablara del espliego. Siento una predilección especial por esta planta que alfombra grandes extensiones de la Provenza francesa. La he visto plantada también por Castilla, en campos situados a ambos lados de la carretera que une Burgos con Soria. Estoy hablando de plantaciones y, evidentemente, la disfruto en mi entorno como planta silvestre. Su perfume, más conocido como lavanda, es exquisito. Mientras leía el pasaje, andaba yo pensando en el Señor, que por tierras bíblicas, sentiría su fragancia, cuando se me ocurrió comprobar alguna otra versión de las que habitualmente utilizo. Y aquí vino mi sorpresa: no aparecía ¡qué decepción!. Vuelta a empezar, como si nada. Dejé de lado actuales y buenos textos y acudí, como todo quisque hace, al “google”. Allí sí encontré respuesta. La mención de la planta se hace en la versión, popular durante muchos años, de la Vulgata. El texto latino, que la Iglesia todavía reconoce como suyo, está generalmente muy desacreditado. Descubrimiento de antiguos manuscritos, fuentes muy seguras, piénsese en los manuscritos de Qumram, la han dejado de lado. Pero no hay que olvidar que tanto San Jerónimo, como los otros traductores que intervinieron, manejaron documentos que no han llegado hasta nosotros y que no debemos despreciar olímpicamente.  Cuando uno consulta la “Biblia de Jerusalén”, acabo de hacerlo en sus cuatro ediciones, se encuentra que pone espino, que evidentemente es diferente de la planta aromática y medicinal a la que me estoy refiriendo. Copio la nota a pie de página, de la edición del P. Scio de San Miguel, que fue Biblia de cabecera de muchos hogares: “la palabra latina taliunca, según Mariana, del Rio, Alapide, por las propiedades, que de ella cuenta Plinto (/;*. xxt.«. 7.) significa eletflitgo, ó alhucema, ó lavandula. Aquí se opone al abeto como una cosa humilde y baja a otra alta y frondosa; pero no en cuanto á otras cualidades : porque si el abeto excede en altura al espliego, este le excede a  él en la fragancia, y virtud medicinal. Otros en vez de espliego, traducen nardo céltico, que es planta mucho menor y parecida enteramente al espliego”. Así acaba la nota.


Lo curioso del caso es que consultando otros manuales, veo que la palabra latina que aparece, no es taliunca, sino saliunca y el texto de la “nova vulgata” dice vepribus.


Puede parecer banal el contenido de esta semana, jugueteando con las palabras, he querido demostrar que, en este caso, como en otros, el texto bíblico no es seguro. Los copistas y los traductores, ni tenían conocimientos de botánica, ni se habían establecido las normas de Linneo. En otras ocasiones se trata de palabras que en el original hebreo no salen más que una sola vez y no aparecen en textos paralelos de otras obras literarias, para poder asegurar con certeza a que concepto corresponden. En estos casos la traducción obedece a conjeturas. Pero no se preocupen los lectores, son menudencias. Del mensaje religioso fundamental, no hay duda.


Muchas veces, en charlas íntimas con el Señor, le he dicho en plan de broma: durante tu estancia física, no conociste ni el café, ni el té, yo soy más afortunado que Tú. Hoy he vuelto a revisar textos y asegurarme que la menta sí que aparece en la Biblia. Si me he entretenido en esta consulta es porque, de cuando en cuando, y si dispongo de tiempo, me preparo un “té beduino”. Beberlo, me traslada imaginativamente, al desierto del Sinaí, donde me lo han servido en varias ocasiones y he gozado con él. Cuando ahora lo tomo pienso que Jesús disfrutó de algo parecido, la dulzura sería un poco diferente y le faltaría el toque de té verde, pero estoy seguro de que si estuviera aquí históricamente, a Él también le gustaría lo que yo tomo.