Algas

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja   

 

 

Cuando hace bastantes años empecé a escribir sobre animales y plantas en la Biblia, me resultaba bastante fácil conseguirlo. Aficionado como he sido desde pequeño a estas cosas, añádase que a los doce años, estudiante en Burgos del bachillerato de aquel tiempo, ya tuve que presentar una colección de más de 20 insectos para la clase de ciencias naturales, y lector asiduo del Sagrado Texto, mi única dificultad consistía en conseguir una redacción, capaz de caber en la columna de papel que tenía asignada. Posteriormente ya me tocó ir pensando, encontrar y escribir mis investigaciones que, aunque sencillas y elementales, suponían muchas veces la consulta de más de 7 u 8 manuales. He pretendido siempre que el contenido invitase a la lectura amena de la Biblia y con ello posteriormente el estudio religioso y la meditación del Libro Revelado. Como hago yo mismo. Al margen de preferencias, aficiones y propósitos pedagógicos, el hacerlo, me identificaba con el sabio Salomón que según I Re. 5,13: “Habló sobre las plantas, desde el cedro del Líbano hasta el hisopo que brota en el muro; habló de los cuadrúpedos, de las aves, de los reptiles y de los peces”.


Poco a poco la cosa resultó más difícil. Empecé a consultar listas que se ofrecían en diferentes WEBs y llegué a la conclusión de que no había dejado de escribir ni de uno sólo. Así que cuando me encuentro con algún espécimen que me parece nadie en él había parado mientes, me alegro mucho, aunque como el caso de hoy, la mención de esta verdura de agua, sea pura anécdota. Burla burlando, ya tengo unas cuantas líneas sobre el tema y ya he dado una sencilla definición de las algas. Sí, se trata de vegetales que crecen sumergidos, generalmente en los mares, pero también en agua dulce.


El alga aparece una sola vez y es en el libro del profeta Jonás. Esta composición ocupa dos escasas páginas. Es una entretenida historieta bastante conocida, pero superficialmente. El protagonista es llamado por Dios para que acuda a predicar a Nínive, le da miedo o pereza hacerlo y toma un navío que le conducirá a Tarsís, (seguramente la que después se llamará península ibérica). La tempestad provoca pánico y la suerte, o mejor la mala suerte, señala a Jonás como al culpable de la desgracia, que es arrojado por la borda y tragado por un gran pez que lo vomita en la playa. Aprende la lección que le ha dado Dios y fiel al mandato marcha a Nínive. Y hasta aquí puedo contar, como decía aquel popular locutor de TVE. El resto que cada uno lo lea. Advierto que el breve relato, chusco en alguno de los episodios, es una buena lección de fidelidad a Dios, de enseñanza de que por muy entrañablemente que estemos unidos a Él, siempre deberemos aceptar el misterio y que las pueriles rabietas del hombre adulto, Dios las corrige con amables explicaciones. Se vale para ello el Señor de un arbusto muy frecuente en la cuenca mediterránea: el ricino, que sólo es mencionado en este entretenido relato.


Olvidaba decir que el vegetal de marras, es mencionado en la oración de Jonás, concretamente en el cap.2, vers.6 que dice: “me cercaba el abismo, un alga se enredaba a mi cabeza. A las raíces de los montes descendí, a un país que echó sus cerrojos tras de mí para siempre. Me sentiría muy satisfecho, si el que considera banal el contenido de este articulito, se decide a leer el libro que, como decía arriba, ocupa sólo dos páginas. Y que, acabado el texto, examinara su conciencia.