Mágdala

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja   

 

 

Cuando estudiaba bachillerato en Burgos, el bachillerato de aquel entonces, se nos insistía en que la fe católica se fundaba en la Biblia y la tradición, a diferencia de la protestante que solo aceptaba el Santo Texto escrito. Lo malo para mí es que nadie nos definía que era eso de la tradición y yo mismo creía que se trataba de aquellas historias que mi madre me contaba y que empezaban siempre de la misma manera: en mi pueblo pasó hace años… A la legua se veía que eran puras habladurías. La tradición, canal de trasmisión de nuestra Fe, son los autores sagrados, los monumentos encontrados y hasta las realizaciones plásticas, si se trata de Oriente.


Creo que entre nosotros, entre los que saben leer y leen y entre los que nunca leen, nadie se escapa de saber algo de la Magdalena. Libros sensacionalistas o películas idem, son sus fuentes de conocimiento. Deplorable, ciertamente.


Tengo unos cuantos manuales serios sobre el tema, entre ellos una tesis doctoral. Escribo, pues, con algún conocimiento. El primer dato cierto que sabemos es que nuestra María, nació en una población llamada Mágdala, de la que hoy solo quedan ruinas. El DVD de la Custodia Franciscana del que escribí un día, ofrece buenas imágenes. TelepaceJerusalen hace poco, un interesante reportaje sobre los recientes descubrimientos. Creo que he visitado el lugar, que he pisado sus calles, en tres ocasiones, en las otras, me he limitado a mirar desde fuera las excavaciones que aun no han concluido. La población, según cuenta Flavio Josefo, tuvo 40000 habitantes y fue famosa por su industria de salazón de pescado, que se exportaba hasta a la misma Roma.


En mi reciente viaje, me enteré que los “Legionarios de Cristo” habían adquirido un terreno colindante al de la Custodia y que se proponían levantar un centro. Era el “proyecto Notre Dame de Galilea”. Veo en el plano, que se alojaría en el rectángulo de 4,3 hectáreas, un restaurante, un hotel y un Centro en el que destaca una basílica, allí donde hubo anteriormente otra, que visitaban los peregrinos del siglo IV hasta el XVI, pero que se perdió. Un Centro multimedia, dedicado a dar a conocer la vida de Cristo por esos lugares, especialmente dedicado a la Magdalena y a las otras santas mujeres que acompañaban a Jesús, amén de un espacio destinado a presentar la dignidad de la mujer. Bellísimo y buen proyecto, pues.


En Tierra Santa pasa como en tantos lugares de nuestra península: hundes la azada y te sale una piedra histórica. Así ha ocurrido en esta gran parcela. Lo sorprendente del caso es que lo que afloró fueron los restos de una sinagoga. Destaca entre lo encontrado una piedra con una menorá, perfilada con maestría. Hasta ahora los arqueólogos se preguntaban el porque de que la que creían haber descubierto en las ruinas de la propiedad estudiada por los arqueólogos franciscanos, fuera tan chiquita. Tal vez, decían algunos, era de un barrio marginal. El reciente descubrimiento, que se hizo público en setiembre pasado, seguramente resolverá dudas. Están implicados en la investigación, no solo profesores del Instituto Bíblico de la Flagelación, sino también autoridades del departamento de antigüedades del gobierno de Israel


Tenga en cuenta el viajero, peregrino o no, que el nombre actual de la población es Migdal, que se encuentra en los lindes de la carretera que transcurre entre Tiberias y Cafarnaún. Vaya una noticia frívola. Que no solo de lo espiritual vive el hombre, estoy seguro que diría el mismo Jesús. Hay en el municipio un restaurante de calidad. No entiendo de estas cosas, me tocó un día comer con mi amigo Eduardo, el conservador del museo de Nazaret. La gastronomía no es mi fuerte. En aquella ocasión empero, pensé que compartir ágape, era un privilegio. Jesús seguramente se había parado por allí. Algunos Apóstoles traerían los peces conseguidos en sus faenas nocturnas, otros recogerían troncos de la ribera y encenderían fuego y las mujeres cocinarían. Imaginando la escena, después de ocho platitos de entremeses, evidentemente, pedí unos cuantos pescaditos que me supieron a gloria.


Creo que a autores de novelas y productores de películas no les iría mal que, además de estudiar textos serios, se pasearan por el lugar, echaran la caña en el Lago y con su pesca y harina amasada allí mismo, cocieran al rescoldo, un sencillo yantar. Seguramente no dirían tantos disparates.