Belén, Gruta de la leche

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja   

 

 

Desde mi primer viaje, allá por el 1972, casi nunca he dejado de visitar esta iglesia, situada a unos 300 metros de la basílica de la Natividad.


Es verdad que su origen legendario la relega a un segundo lugar. Se cuenta que cuando la Sagrada Familia huía de Belén, para librase de la persecución de Herodes, la Virgen se paró a dar de mamar al Niño, encima de una piedra que le facilitó el descanso. Se le añade a veces a la narración, que una palmera inclino su copa, ocultándoles de la vista de los transeúntes. En un momento dado, una gota de leche materna cayó a la roca y esta se tornó blanca del todo. En el lugar que le atribuye el relato, se edificó una iglesita. Fue costumbre que el peregrino, rascando en sus paredes, se trajera un recuerdo piadoso. Lo que se limitaba a ser esto: polvo de la “Gruta de la leche”, en Belén, se convirtió con el tiempo, en relicario con la leyenda “de lacte Mariae Virginis” (de la leche de la Virgen), que guardaban solícitos en el altar de las reliquias, un rincón muy apreciado de todo santuario. Sé que en la misma catedral de Vic, antes de la Guerra Civil, había uno de los tales, por mi parte sólo he visto uno en el sur de Francia.


Si uno se queda con tales relatos anecdóticos, no le entran ganas de visitar el recinto, ahora bien, si a pesar de ello lo hace, se llevará una gran sorpresa. Encontrará gente rezando, principalmente mujeres. Mujeres cristianas y musulmanas, me han dicho siempre. Acuden allí a pedir a Santa María que puedan amamantar a sus hijos y por ende, que se les conceda la gracia de la fecundidad. Cuando uno, llegado del país con el índice de natalidad más bajo del mundo, se siente desconcertado ante tal actitud, pero lo que ve no le permite dudar de la sinceridad de las súplicas y admira una tal piedad.
Cuentan algunos que se proporciona en el lugar unos sobres con polvillo de la roca y la manera de utilizarlo, confieso que yo nunca lo he visto allí. Tengo, eso sí, unos pequeños envoltorios del siglo XIX de este tenor. Por mi parte, lo único que he encontrado en la Gruta de la Leche, es algún franciscano, generalmente seminaristas, que acogen y atienden con su peculiar amabilidad.


Recientemente se ha remodelado el recinto. Conserva las imágenes de la sagrada Familia huyendo con el borriquillo y algunas de la Virgen dando de mamar al Niño, que mantienen la ingenuidad de otros tiempos, humildad al cabo, pero se le han añadido otros ámbitos, capaces de albergara grupos que deseen reunirse a rezar, reflexionar o recibir instrucción al respecto. Una comunidad religiosa femenina se ocupa del mantenimiento, ignoro su nombre, lo que he visto en la capilla adjunta, es a dos monjas que están de continuo, en adoración ante el Santísimo solemnemente expuesto. El fugaz peregrino, acostumbra a ignorar estos detalles y se queda con lo legendario si llega a visitar esta “gruta”.


Permítaseme añadir que en la misma población, los Hermanos de la Salle, dirigen una Universidad, la única en Palestina, según creo, con menos de mil alumnos, según me informaron la ultima vez que lo pregunté. Los Salesianos por su parte la tienen dedicada a formación técnica y otra congregación femenina, acoge en su hospital materno-infantil a la población que lo necesite, de aquel sector de Palestina.


La Iglesia en Belén es misionera, pese a las dificultades y debemos alegrarnos y aprender de los que allí dan ejemplar testimonio.