El Pan

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja   

 

 

Concluía el tema del vino, sin añadir consideraciones que hoy quiero añadir. El vino en nuestra cultura era, y es, bebida habitual. Se lo explicaba a un latinoamericano con un ejemplo, le decía: a los monjes, diariamente, en su mesa, les sirven vino, no así café, que queda reservado para las fiestas. Ya sé que no es del todo exacto, pero evito explicaciones innecesarias. El vino, pues, fue el escogido en el Cenáculo y el vino continuó en las reuniones eucarísticas. Bebida buena, que puede perjudicar, cosa que no desconoce la Biblia, estoy pensando en el comportamiento de Noé y en el de Lot. El cáliz continuó compartiéndose hasta que dejó de ser bebida comunitaria, para evitar abusos. Entonces, la Reforma atacó este proceder y la Iglesia Católica elaboró la doctrina según la cual, toda la realidad de Cristo residía en la sola especie de pan. Este fue el proceder de la Iglesia latina, las Orientales continuaron con la práctica de las dos especies. Por aquel entonces, los seglares que, en alguna ocasión, teníamos oportunidad de participar en una misa de estas, disfrutábamos pudiendo comulgar en ambas especies.


Y llegó el Vaticano II y restituyó el antiguo proceder en algunos casos, que poco a poco fueron ampliándose. Tal práctica se miraba por parte de las severas autoridades que pensaban a la antigua con rigor. Fui denunciado y debí dar cuenta de mi proceder en este terreno, y, para mi satisfacción, no se me prohibió la práctica en las ocasiones en que lo hacía. Observo ahora decepcionado, que tanta explicación y tanta ilusión, no han servido para nada, muchas comunidades y mucha gente que pudiera hacerlo, se abstiene respetuosamente. Y me digo: si el Señor Jesús tuvo a bien darse en forma de vino a los Apóstoles y les encargó que continuaran haciéndolo en su memoria ¿a qué viene enmendar la plana al Maestro?. Esta misma semana, la oración de la misa posterior a la comunión, da gracias por haber participado de un solo cáliz, cosa que no es cierta, nadie de la comunidad lo hace.


Sentir el vino en la boca como lo sintieron en el Cenáculo los Apóstoles, ayuda a vivir el don que allí se instituyó. En la Sagrada Hostia, se comulga con el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesucristo, pero por algo lo haría Él, digo yo. Añado que hacerlo con las dos especies sacramentales, acorta la distancia entre fieles y presbíteros, en el terreno litúrgico.


Resulta que hoy quería escribir sobre el pan y tendré que iniciar el tema y acabarlo la próxima semana.
En la cultura mediterránea, en toda comida, entra el pan. Decía esto porque, en mi trato con latinoamericanos, me advirtieron que, entre ellos, no necesariamente se come pan en todo yantar, repito que, entre nosotros, sí.


Jesús era mediterráneo, comería habitualmente pan de cebada y los días de fiesta de trigo. Pan que hoy llamamos integral. Pan fermentado, es decir harina amasada con agua a la que se le añadía levadura y reposaba un rato antes de meterlo en el horno.


En ciertas ocasiones no se añadía levadura, es lo que llamamos pan ácimo, pero esto hablaré otro día y contaré el cómo y el porqué.