El Cristo de Benito Prieto II

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja   

 

 

Yo no sé cuantos lectores habrán visitado las páginas de Internet que acogen contenidos de nuestro protagonista: Benito Prieto. Los videos que se ofrecen son muy interesantes y, en algún caso, encantadores. Se expresa con una gran soltura y libertad y aduce serías razones teológicas. El párroco en su testarudez, tampoco es bobo, ni el obispo. Cada uno, por más que discrepen, transparentan rectitud personal, pese a que pudiera existir entonces falta de honestidad ambiental. Cuando escuchaba yo el “juicio” episcopal, Benito, el acusado y jesuitas, testigos expertos, me acordaba del que sufrió Juana de Arco, ella no tuvo defensores y fue condenada. Y es que en este caso no estaban implicados egoísmos ni orgullos personales. Si no fuera por la peculiar coloración de las imágenes y de la raya vertical que con frecuencia aparece, y que delata que se trata de una filmación en película química, uno estaría tentado a pensar que se trata de un buen montaje de grabación digital. Verlo y escucharlo es aprender teología, es conocer un testimonio autentico, del anarquista utópico que muchos se niegan a aceptar que existieran y existen. Abandono estos derroteros.
La pintura del Crucificado de B.Prieto, es imagen plástica del Cristo bíblico, de aquel que proféticamente cantó Isaías, en uno de sus poemas del siervo de Yahvé. Decía él, que a su vista se le consideraba desecho de los hombres, varón de dolores …como a uno ante quien se oculta el rostro, despreciable… nosotros le tuvimos por azotado, herido de Dios y humillado…Él soportó el castigo que nos trae la paz y con sus cardenales hemos sido curados… Yahvé descargó sobre él la culpa de todos nosotros… fue oprimido, y él se humilló y no abrió la boca. Como un cordero al degüello era llevado… (Is 53,3ss).

Y si se cree que lo que proclama el profeta no es necesario aplicarlo a Jesús crucificado, recordemos a San Pablo, que dirigiéndose a los corintios, les advierte: mientras los judíos piden señales y los griegos buscan sabiduría, nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; mas para los llamados, lo mismo judíos que griegos, un Cristo, fuerza de Dios y sabiduría de Dios… (I Cor 22-24).

El Cristo que solicitaba la clerecía a B. Prieto, no era una imagen bíblica, sino una elegante interpretación del ajusticiamiento de Jesús. Y es aquí a donde quería llegar. Hemos convertido el misterio de la Cruz en un refinado adorno, de tal manera que, con frecuencia llega a ser complemento de refinadas elegancias eróticas. Durante un tiempo me dedique a recoger fotografías de gente elegante y distinguida, y que lucían una cruz. Para que me entienda el lector, pienso en prestigiosas y conocidas modelos, Naomi Campbell o Claudia Schiffer, por ejemplo, que en fiestas o desfiles se acompañaban de decorativos crucifijos. No me refiero a estampas pornográficas, que la cosa es ya más grave.
Uno es incapaz de imaginarse a alguien elegantemente ataviado, con una imagen colgada del cuello, reproducción de la que estoy hablando. Ante una de estas uno debe estar de rodillas, llorando, rezando y amando.

No niego la posibilidad de que la imagen sosegada que aparece en el Sudario de Turín, pueda corresponder a la realidad. Más de una vez he acompañado a personas queridas, y lo digo llorando, que agonizando sumidas en el sufrimiento, han quedado una vez muertas, con una expresión serena. Tal vez fue lo que observó, en grado sumo, el centurión romano y le condujo a la Fe (Mc 15,39)