Vocacion y ministerio

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja   

 

 

Con más o menos agresividad, con más morbosidad que sincero análisis, los medios estos días van repletos de comentarios sobre pederastia clerical. Confieso que nunca he tenido nada que ver con estas prácticas y que no me considero héroe por ello. Se afirma, por parte de algunos, que es por culpa del celibato que se exige al que libremente solicita el sacerdocio en la Iglesia latina, por lo que algunos caen en estos pecados. La realidad sacerdotal es compleja. Me atrevo a dar mi opinión, volviendo a lo de la inteligencia emocional de la que hablaba.

La vocación sacerdotal puede ser consecuencia de una llamada de Dios, o de dejarse cautivar por el atractivo que suscite su figura. En épocas pasadas, el boato de unos ornamentos episcopales llamaba la atención. Ni hoy los lucen, ni nadie los admiraría. Las actividades ministeriales de los curas deslumbraban. Reuniones y nombramientos conservan todavía su atractivo. Recibir el encargo una parroquia o ser nombrado, todavía tiene un cierto encanto. Y no ignoremos la posibilidad de mandar y prohibir. Supone gozar de la confianza del superior. Estas cosas satisfacen. En otras épocas era suficiente, hoy no y a la larga, dejan insatisfecho, si no decepcionado, y se puede caer en la tentación de compensarse en otros terrenos. Si se trata de obtener beneficios económicos, a la gente le puede parecer mal, pero se tolera, pese a que todo enriquecimiento ilícito, suponga el empobrecimiento o la muerte de contemporáneos nuestros. Seamos sinceros: al sacerdote ricachón le falta morbo y somos tolerantes con él.

En otro terreno, en el de la sexualidad, donde abunda el morbo, aquí si que la armamos. Parece que la cosa es nueva, olvidando que las amenazas de Jesús para el depravado que corrompa a un pequeño, son las más duras que pronunció. Si Jesús habló de ello es porque ya entonces existía. La cosa ha continuado y no ha sido ignorado. Estoy pensando en el mito de Lolita, del escritor V. Nabokov, basado, aunque se ignore a menudo, en un abuso de menores. El precioso relato de Colette El trigo en la hierba, algo semejante, aunque el protagonista sea un jovencito, pero no exento de inocencia, de la que se aprovecha la señora.

No quiero con todo ello justificar conductas delictivas. Ahora bien, me siento pecador por poseer tantos cacharritos, sean PCs o cámaras digitales, etc. Vivo en una casa y no tengo ni frío ni calor. Temo, pues, yo encontrarme el día del juicio, con tanto chiquillo hambriento que me cuente que murió de caquexia, que le esclavizaron obligándole a sacar mineral del que fabricarían los mini condensadores de Tántalo, de los teléfonos móviles, los MP3 o los GPS. Aquel día, en aquel encuentro, me avergonzaré ante Dios y ante mí mismo. Pero ahora mi pecado no tiene morbo.

¿La solución está en que los sacerdotes se casen? ¿Y la solución para los monitores o enseñantes insatisfechos, que algunos también caen en la pederastia, cual será?

Creo yo que los sacerdotes debemos enfocar nuestra vida por las sendas de la vocación apostólica. No he gozado de la suficiente confianza de ninguno de mis obispos para que me concediera cargos en los que pudiera mandar o prohibir, pero he gozado de la confianza de Dios, que me ha dado la posibilidad, y me la continúa dando, de evangelizar a la juventud, aquella vocación que empecé a sentir en Burgos hace muchos años y que ha llenado de felicidad mi vida.