El sacerdote

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja    

 

Recibí una vocación, me pareció que Dios me quería sacerdote y he pretendido, durante mi vida, responder a esta llamada. Que hubiera un obispo, un canónigo y alguna monja en la familia, creo que no influyó en esta decisión. Tampoco tuve ocasión de tratar con ellos. Ni “padres espirituales” tampoco. Entré en el seminario después de haber estudiado el bachillerato de aquellos tiempos, de siete cursos. El primer día de estancia en el seminario, ya me tocó vestir sotana, no me atrevía a salir de la habitación de la vergüenza que me daba aquel atuendo. La mayoría de mis compañeros estaban allí desde pequeños. Al final de la carrera, vino la ordenación y al cabo de poco la fiesta de la primera misa. No hubo banquete, ni sermón de campanillas, como se estilaba, pero asistieron unas 500 personas, la mayoría jóvenes, procedentes del escultismo, del excursionismo o de la JOC. Y sanseacabó. Mi corta etapa de dedicación ministerial, no fue precisamente un éxito. Pero la respuesta a la llamada de Dios, me facilitó y continúa proporcionándome, proyectos y realizaciones a favor del Reino de los Cielos, que ha llenado de felicidad mi vida, pese a sufrir la muerte de mis más queridos, la incomprensión de unos y la marginación de otros.


Quisiera recordar que la época inicial era peculiar y difícilmente se repetirá. La guerra civil, acompañada de una feroz persecución religiosa, había sido semilla de radicales vocaciones cristianas, cargadas de ideales heroicos, teñidas de romanticismo, como correspondía a quienes sucedíamos a recientes mártires. Ejercer de sacerdote y ser reconocido como tal, era fácil, satisfacía. Han cambiado los tiempos. Por lo común, el sacerdote no es admirado, ni apreciado. Y no estaban preparados para este cambio. Se siente la frustración, el desencanto. Nadie ignora que tomar la decisión de hacerse sacerdote hoy, es una osadía, pero a esta audacia, a diferencia de la del deportista, del cantante de conjunto, o del empresario de, le falta atractivo social. No responde a los cánones de las aspiraciones que cuentan: el éxito es incierto, el aplauso popular nadie se lo asegura, la situación económica no es lisonjera… Se muerde el vacio silencioso de la inactividad, sin saber como salir de él.


En esta situación, ubicarse espiritualmente es una tarea urgente e imperiosa. La vocación sacerdotal equidista de la del monje y el misionero. Como un imán que atrae por los dos extremos, así ha de ser el posicionamiento personal.


¿Quién carece de vehículo propio? Compartir de alguna manera con una comunidad contemplativa, no es difícil. La famosa frase: Francia, país de misión, (extendida a cualquier otro territorio) y que dio paso a tantas iniciativas, en algún caso justifico quedarse en casa sin hacer nada, hoy puede realizarse en todo el orbe. Mientras unos discuten si es lícito copiar textos sin pagar derechos de autor, debemos ser conscientes de que un escrito introducido en la Red, se multiplica y extiende por todo el mundo. Descubrí sorprendido que un texto mío, redactado en catalán y por supuesto para un medio católico, aparecía en portugués, en una web metodista, radicada en Sao Paulo. El Apóstol de las Gentes nunca hubiera imaginado tal prodigio.


Para que el presbítero sea capaz de una tal actitud, le es necesario gozar de aprecio, tanto de su obispo, como de los fieles con los que se relaciona. Y por desgracia, no es generalmente lo que recibe. Cada uno, antes de analizar o criticar actuaciones sacerdotales, debe revisarse. Deberá calibrar la esencia del sacerdocio y examinarse de caridad, para decidir el trato que le debe dar. Si fuera así, otro gallo nos cantara.