De viaje

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja    

 

Mis primeras colaboraciones periódicas, entonces exclusivamente en papel, tuvieron este mismo título. Hijo de jefe de estación, los traslados y los viajes fueron frecuentes desde mi infancia. Recuerdo que en nuestros desplazamientos el principal objetivo era la visita a la familia y después a lugares o monumentos que pudieran mejorar nuestra cultura. Nunca olvido la ilusión que pusieron por llevarme a ver por primera vez el mar a los 10 años o a visitar el museo del Prado a los 12. La familia no es cultura, pero donde hay una buena familia, se fomenta la cultura. (Lo digo parafraseando a Pablo VI).
La escuela es una institución maravillosa para proporcionar cultura escolar. En muchas ocasiones he ejercido de maestro de diferentes disciplinas, la religión incluida, y he estado y estoy en contacto con familiares y amigos que lo son. Confieso que me encuentro bien entre ellos. Ahora bien, observo que hoy en día, la institución ensancha sus quehaceres hacia terrenos que no le son exactamente propios. Cuando visito museos o monumentos y me cruzo con grupos de escolares, no siento especial satisfacción. Los veo con su cuaderno llenando anotaciones, que deberán presentar en la escuela y me temo que la belleza, más que un goce del espíritu, deviene para ellos un deber más para conseguir el aprobado. No hace mucho, visitaba uno de los mejores museos del mundo en arte románico y gótico. Un grupito de elegantes quinceañeras, seguían dócilmente, tal vez aburridamente, se separaron por un momento del conjunto, para hacerse fotos con su inseparable teléfono y oí que comentaban que las en Facebook (se trataba de una insulsa maqueta de poquísima importancia). Aquello, sus rostros con horribles muecas, es lo que las hacía felices. Era todo lo que les interesaba de aquella visita.

Ocurre después, que si viajando les toca entrar en un museo, lo hacen con la indiferencia o desagrado con que recuerdan las clases de las asignaturas más antipáticas. Las visitas culturales escolares no son un buen estímulo para desarrollar su sensibilidad estética. Ya sé que voy a exagerar, pero me atrevo a decir que ciertas actividades promocionadas por los colegios, tienden a impedir que una vez abandonado el centro, se deje de progresar en cultura, que incluso aborrecen, ya que la relacionan con aquellas actividades que no escogieron librement.

Mientras tanto los padres preparan las vacaciones familiares proyectando ir a sitios que están de moda, playas, parques temáticos o países exóticos, dejándose conducir dócilmente por guías que dicen lo que han aprendido de memoria y les han indicado los poderes comerciales o políticos.

Generalmente es en esta temporada cuando empiezan a proyectarse las vacaciones familiares. Lamento constatar por parte de padres cristianos que no se tiene en cuenta las posibilidades de educación cristiana que tienen estos proyectos. Voy a hablar de mi experiencia. Poco después de nuestra llegada a Burgos, mi padre me llevó a ver la cartuja de Miraflores y me contó lo poco que el sabía de la vida de los cartujos. A continuación las Huelgas, sin olvidar la catedral. En llegando a Cataluña, nos llevó ilusionado al Tibidabo, al templo de la Sagrada Familia y enseguida a visitar Montserrat. La cultura religiosa, la piedad popular, a la que tanta importancia se le da hoy en día, se trasmite, se contagia. Se lamentan los padres al comprobar que sus hijos, en llegando a una cierta edad, se alejen de todo interés cristiano y aducen para justificarse que les han llevado a los mejores colegios religiosos. Se engañaron, no era este exclusivamente el camino.