Historia de nuestra fe -IV-

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja    

 

¿la Fe es un fenómeno existencial o cerebral? La religión es una actitud esencial y totalmente humana.

La oración es lo más elemental. Probablemente las suplicas pecarán de egoísmo. La forma más fácil de rezar es pedir, que, por muy ambiciosa que pueda parecer esta postura, implica una cierta dosis de humildad. Si pedimos, es señal de que reconocemos que aquel a quien se le solicita, nos supera de alguna manera.
Ahora bien, antes de avanzar, es preciso examinarse. Lo primero es tener en cuenta que para vivir y progresar es necesario no ser egocéntrico, saber desprenderse de la ambición e iniciarse y progresar en la generosidad, cosa que implica un riesgo. Dar, implica desprenderse, perder algo de lo que uno tiene y hay personas cuyo único deseo es atesorar. Quieren estar siempre seguras. Por este camino se llega a la indigencia. Se enriquece uno en tanto en cuanto da, en cuanto se da.

(Recuerdo ahora un poema sublime de Tagore que explica que un mendigo se sorprende al observar que desciende de su rico carruaje alguien importante, le alarga la mano y le pide una limosna. El indigente le da un grano de trigo y el potentado marcha. Al regresar el pordiosero a casa y vaciar su saco, observa que tiene un grano de oro y se lamenta y cuan amargamente llora, por no haber tenido la valentía de darse del todo) (lamento que, por cuestiones de espacio, no lo he trascrito literalmente).

Vencido un poco el egoísmo, nunca puede uno vaciarse totalmente de él, empieza a convencerse de la bondad de Dios y a sentir agradecimiento. ¿cómo podrá expresarlo?

A Dios no se le puede dar una limosna, tampoco un beso. Regalar puede resultar ingenuamente bello, pero no corresponder a la realidad respecto al Señor. Todo es de Él, no nos engañemos, nada se le pueda entregar que no sea ya suyo.
En esta situación, se le ocurre al hombre inventar el sacrificio.
Pasan años sin que yo vaya al cine y difícilmente dedico mi tiempo a ver películas por TV, pero recuerdo ahora dos que me impresionaron. Años ha, me tocó ver “2001, una odisea del espacio” más tarde “En busca del fuego perdido”.

De la primera recuerdo que en un momento dado, y ante la descripción de lo maravilloso que es el “cerebro electrónico” que dirige el artefacto, preparado para cualquier evento, le preguntan al técnico proyectista que lo ha montado y programado, si es capaz de amar. Responde que está preparado para actuar con amor propio, es decir, puede uno imaginar un aparato egoísta. Ser generoso es genuinamente humano.

Aunque el otro film esté centrado en la búsqueda del fuego, marginalmente, se asiste a la hominización de unos seres que inicialmente eran puros animales ambiciosos, como lo es cualquier perro o gato doméstico. Uno de estos individuos, ya de vuelta, es capaz de desprenderse de la tiranía del sexo y la ambición. Al amar a aquella diminuta hembra de la tribu rival, muestra su incipiente hombría.

La cimentación del sacrificio exige una personalidad capaz de amar. Afianzado, pues, en la generosidad y el amor, como un experimento arriesgado, fruto de su incipiente intuición, el hombre toma algo que aprecia: unas espigas o un animalito, lo eleva a Dios diciéndole: Esto que de ti he recibido, esto que es bello y que me resulta útil, te lo presento y te digo que estoy dispuesto a desprenderme de él, para que sepas que, si es preciso, yo mismo arriesgaré mi vida por ti.
Un simple ramo de flores silvestres depositado a los pies de una imagen, unos bastoncitos de incienso dejados en la cima del Everest, como hizo el sherpa Tenzing, un cirio que se deja ardiendo, son sencillos sacrificios, cosa que ningún animal, por superior que sea, se le ocurriría hacer.