Historia de nuestra fe -V-

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja    

 

¿La magia se puede parecer al sacrificio. Ahora bien, la primera supone una relación causa efecto entre lo que se da o se pone y el resultado. No es que sea cierto, pero se supone. El sacrificio es pura generosidad y riesgo. Por puro amor, el hombre ofrece a Dios algo bello y bueno que de Él ha recibido. Al prescindir de este don, expresa que está dispuesto a dejarlo todo, hasta su vida, si es preciso. El sacrificio supone y crea una cierta identificación, una intimidad amorosa. Supone desprenderse y por ello, normalmente, se llega a la destrucción del símbolo que se utiliza.

Entre las tres iglesias donde celebro misa, se extiende un amplio terreno, en gran parte de bosque, riquísimo en variada flora. Me entretengo muchos días en bajar del coche, admirar diminutas florecitas que nadie vería, que considero un don gratuito que me ofrece Dios para mi goce personal, se lo agradezco y cojo un ramito, que lo dejo a un lado del sagrario de la iglesita que tengo junto a mí. Cuando entro a saludar al Jesús-Eucaristía, gozo al comprobar que su suave perfume ha invadido el recinto, que continúan siendo bellas, que son autenticas, que no son de plástico. Todo como quiere ser mi amor a Él. Es un ingenuo sacrificio. Ahora bien, el hombre quiso crecer en expresión trascendente y no se contentó con lo sencillo,  aumentó su proceder y llegó a ofrecer a Dios animalitos puros, tórtolas o corderillos y hasta mayores, terneros y vacas.

Pero, por mucho que creciera el tamaño y el número de ofrendas, el hombre se sentía insatisfecho. Buscaba algo más grande, esperaba, sin saberlo, el gran sacrificio de la cruz. Tan grande, que hizo innecesario multiplicar más ofrendas. Cabe, en todo caso, aportar además de las flores, la limosna, acompañando todo de la oración que, pese a su primitivismo, conserva eternamente su valor.

No hay que olvidar que con la oración y el sacrificio, el hombre pretende sentirse unido a Dios. En el segundo caso recurre a, una vez ofrecido el don, y de alguna manera destruido este, a tomar una parte y consumirla, sintiendo en su interior que participa de la Divinidad, que seguramente ha aceptado el sacrificio. Explico estos detalles para que se entienda pasajes bíblicos como el del matrimonio Elcaná-Ana, al principio del primer libro de Samuel. El proceder de Elí, sacerdote, aceptando y repartiendo. Escuchando y prometiendo. Y el de Ana, regocijándose y ofreciendo por su cuenta su hijo al templo de Silo. Su fantástico cantar, que recordará María en su magníficat, son pasajes bíblicos maravillosos

(En todo, hasta en estos sublimes inventos, es capaz de errar el hombre. Añado esto porque en ciertas culturas, próximo al templo donde se acudía a ofrecer sacrificios, existía la prostituta sagrada o hieródula. El hombre, después de presentar la ofrenda, yacía con ella, no buscando placer, más que sensuales o eróticos, eran fundamentalmente sexuales, sino simple comunicación con la divinidad, que era fundamentalmente fecundidad, virtud que atribuía a la mujer. En Israel estaba prohibida tal práctica. Cosa diferente es si se cumplía).

Hasta aquí me he referido a iniciativas humanas, excelsas, admirables, variadas. Es, dicho en otros términos, como un vector vertical, sentido de abajo a arriba y cuya intensidad dependía del sentimiento religioso del que lo practicaba. Las religiones son eso y debemos sentirnos conmovidos cuando las conocemos, pero siempre son limitadas, vectores restringidos que invitaban a que Dios se pronunciara y tuviera total iniciativa. Con oraciones y sacrificios la humanidad suplicaba, reclamaba, facilitaba, la llegada de Dios hecho hombre, en una palabra todo su obrar abría las puertas a la llegada del Cristianismo.