La Iglesia

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja    

 

La Iglesia de Dios. Esposa amada de Jesucristo. Madre nuestra querida. No sé si se le pueden dar otros títulos, con ellos me basta. En la actualidad hay gente que practica el deporte de denigrarla, se dice que se ha levantado la veda. En este, como en tantos casos la ignorancia es atrevida y agresora. Casi siempre, quien así de ella habla, se está refiriendo a la Jerarquía y de ello me voy brevemente a ocupar.

El símil que utilizaré parecerá estrambótico, nadie me negará su actualidad. Se me ha ocurrido viendo dos fotografías. Me ahorro descripciones prolijas.
La primera es de la prensa diaria. El artículo se refería a las disposiciones que dictará la autoridad municipal de un pueblo de la Costa Brava. Afirmaba que se prohibirá ir por el casco urbano en atuendo propio de la playa y se ilustraba con la fotografía de unas atractivas señoritas, paseando en bikini por la calle. Hay que reconocer que habían sabido escoger a las espontáneas modelos.

La otra procede de Internet. Se comentaba que habían salido a subasta tres radiografías torácicas de Marilyn Monroe y se había pagado un buen precio por ellas. Se acompañaba de una reproducción. Cualquier lector se podrá imaginar la imagen. Presentaba una clara visión del tejido óseo y poca cosa más. Ninguna belleza tenía la estructura, que semejaba la maqueta de un monumental proyecto de Calatrava. Líneas de aguante atrevidas, flexibilidad y encajes perfectos. Seguramente se sometió la artista a un examen radiológico, sin perder por ello, la que dicen era espectacular belleza. Pero los rayos Rotgen solo fueron capaces de grabar en la placa fotográfica unas imágenes que a nadie encandilarían. Y recuérdese que eran de la que enloqueció a más de uno. Una mujer con belleza física, cierta inteligencia y simpatía y un corazón insatisfecho, que buscaba atolondradamente amar y ser amada. Una interioridad espiritual plagada de luchas, desaciertos y ensueños. Esa era su realidad más autentica.

En la escala de los seres vivos nos definimos como cordados y, más concretamente, vertebrados. Son conceptos fundamentales de nuestra corporeidad. Uno no es capaz de imaginar a un individuo carente de esqueleto. No obstante ser verdad lo dicho, excepto a quien le pueda interesar la patología ósea, nadie pensará en este tejido al ver a un individuo o contemplar un acertado retrato de él.

Dicho esto, perdóneseme la comparación que utilizaré. La Jerarquía es el esqueleto de la Iglesia. Así como sabemos que hay personas privadas de audición, otras que le falta una pierna o que les queda un solo riñón, nadie puede imaginar un organismo humano vivo, carente de esqueleto, lo repito.

A un precioso tablón de pino-oregón, puede encontrarle múltiples defectos un constructor de guitarras clásicas. Un carpintero apreciará uno de pino-valsain, que no le servirá a un decorador, quien preferirá los decorativos nudos de uno de Soria. Para un profano, un brillante es una joya, carbono puro cristalizado, tallado en 56+2 facetas. Esa es la definición, pero enseñad uno a un experto joyero y os hablara de tonalidades y fracturas internas y de aciertos e imperfecciones de la talla.

Los expertos ven defectos. Los profanos admiramos un rojizo tablón de oregón que se luce en una repisa, una viga de melis, que sostiene un techo o una maravilloso anillo.

La Santa Madre Iglesia es una rica joya de cuya vitalidad gozamos o los esbeltos troncos de una pérgola, bajo la que muchos nos cobijamos. Todo quisque tiene derecho a sacarle faltas pero será injusto e incorrecto quien solo se fije en ellas, como quien de Marilyn solo supiera como era su esternón y sus costillas.(continuaré)