Libro electrónico

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja    

 

Esperaba algún encuentro con X. Kirchner, experto en muchas cosas, para informarme sobre este artilugio. Me interesaba la diferencia entre uno de estos y los tan cacareados “tablet”. Fue directa su respuesta: si quieres, te doy uno, los otros son simplemente PCs de menor tamaño y con añadidos complementarios. Efectivamente tuve el primero al cabo de pocas horas y más que utilizarlo, me ha servido para vislumbrar los cambios que se avecinan a la difusión de la cultura.
Leí un día que Isabel la Católica había sido propietaria de dos libros. Comentándolo con un compañero, me decía, que el abad Oliva logró que el monasterio de Ripoll, poseyera en su biblioteca 250 volúmenes, y conste que era uno de los grandes monasterios de Europa. Llegó la imprenta y el papel y se pudieron multiplicar con facilidad los ejemplares de cada original. Los tipos de madera fueron substituidos por los metálicos. Llegó el linotipo, se pasó al offset y a la fotocomposición. El soporte también se modificó y tanto el papel, que casi no tiene celulosa, como la encuadernación, que con frecuencia es un simple encolado, difieren bastante de lo que salía de las prensas de Gutenberg.

Se impone el ordenador e Internet. La memoria en discos duros, los textos guardados en DVD o en memoria flash. Mucha gente desconfía de la duración, como los que escribían en pergamino con tintas de sales de hierro, desconfiarían de lo que salía de Maguncia. La susceptibilidad de otros, está puesta en la falta de nitidez de las pantallas del PC, aunque se trate de las modernas planas. Advierto, para los que lo desconozcan, que la “tinta electrónica” de la que van provistos los libros electrónicos, nada tiene que envidiar en este aspecto, a la de cualquier ejemplar en papel, siendo incluso mucho más fácil de leer que los elegantes, pesados e incómodos, volúmenes editados en el brillante couché, de multitud de enciclopedias o libros de regalo.

El libro electrónico, llamado a menudo y erróneamente e-book, cuando lo apropiado sería e-reader, es una maravilla. Que no se ofendan los lectores que ya lo tengan y utilicen, si ahora me entretengo en detalles. Del tamaño de un libro de bolsillo, cuando uno lo compra, ya se lo entregan enriquecido con multitud de textos. Como es de suponer, la selección responde a criterios de uso general. Pocos de los 156 que venían en el mío me interesan. No importa, borrar cada uno es cuestión de segundos. Lo interesante es añadir otros más.

Por honradez y simbolismo, incorporé de inmediato la Biblia y el texto del misal romano, tercera edición, que en este caso hubo de ser en latín, pues, todavía no ha aparecido la edición en lenguas vernáculas. Posteriormente me he bajado, por puro interés informativo y para aprender, un montón de libros. En poco más de 10 minutos, he tenido las obras de San Agustín y de Santo Tomás, de Santa Teresa de Lisieux, la Filocalia, el Código de derecho canónico, obras de Joseph Ratzinger y de Guardini, amén de San Ignacio de Loyola y muchos otros autores…

Olvídense criterios burgueses o estéticos. Escribo pensando en utilidad cultural y de formación cristiana, pensando especialmente en misioneros o centros de formación religiosa el lugares de difícil acceso y que no nadan en la abundancia.

Piénsese lo que supone que un misionero, en el lugar mas alejado, teniendo en sus manos un ejemplar de los que vengo hablando, acompañado de un pequeño panel de silicio, que le proporcionará energía fotovoltaica gratuita, si es que no le llega la corriente eléctrica a su residencia, tendrá a su alcance centenares de libros. Esta gran riqueza cultural la puede tener, o se le puede regalar, por un importe inferior a 300 €. Y posteriormente, en una diminuta tarjeta SD, uno puede enviarle más de 1000, de los que llamábamos volúmenes. Digo llamábamos, porque ahora el concepto volumen ha desaparecido.

Añádase que un e-book pesa muy poco y que no son precisas las dos manos para sostenerlos y pasar página. El urbanita, pues, puede aprovechar el viaje en autobús, cogido a una barra con la izquierda y sosteniendo y pasando página con la derecha. Y que no se me venga con que el tacto de un libro de papel y otras lindeces, es más agradable. He escrito este artículo pensando en la responsabilidad que tenemos los del primer mundo, respecto a los ávidos de espiritualidad y teología que tienen tantos hermanos nuestros en lugares lejanos y pobres.