Fundamentalismo y New Age. I

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja    

 

Descubrí hace poco que se había establecido en Barcelona una tienda para clientela judía. Convencido de que encontraría productos que, sin serlo yo, me interesarían, fui a visitarla. Iba conmigo Mn Dasquens, de semejantes aficiones a las mías y similares experiencias por Tierra Santa. El primer interrogante que nos hacíamos era a qué hora abrirían el establecimiento. Constatamos que todavía no habían abierto la tienda de nuestros desvelos. Era algo así como las 9 de la mañana y todo, por aquel barrio, estaba cerrado. Todo, evidentemente, excepto una cafetería, donde rigen criterios diferentes, para aprovechar a los que acuden antes de incorporarse a su trabajo profesional.

Entramos, pues, a pasar un rato. Pensamos que la parada nos podía resultar útil para otras pesquisas. Nos interesaba saber donde estaba situado lo que quedaba de una de las antiguas sinagogas, amén de una lápida en hebreo. Teníamos la certeza de que el lugar donde estábamos, correspondía a la antigua judería o “call”. Un barrio de calles estrechas y vericuetos inverosímiles, eran señales que lo certificaban. La cafetería estaba atendida por una chica de inconfundible acento argentino, cosa que en principio ya infundía confianza. Supongo que hay latino americanos antipáticos, pero yo no he conocido a casi ninguno. El que uno el café lo quiera expreso y el otro descafeinado de maquina, es simple motivo para iniciar un diálogo, que quien sabe donde podía ir a parar.
Le preguntamos si sabía por done caían los restos de la sinagoga, sonrió sorprendida y fue ella la que nos interrogó. Intervino un cliente y volvió a interesarse ella, quería información sobre donde estaba situada la actual sinagoga, si es que existía. Había acompañado yo hace bastantes años allí a una fiel judía, llovía a cantaros y no recordaba ni siquiera el nombre de la calle. No era judía, nos advirtió la joven de la cafetería, nosotros tampoco, evidentemente. Salimos caldeado el ánimo por la cordialidad de la breve conversación, aderezada de la dulce voz argentina.

Dimos con facilidad con el establecimiento, atendido también por uno de la misma nacionalidad. Captó de inmediato que éramos cristianos y dio por supuesto que sacerdotes. Me sorprendió encontrar objetos que me interesaban, fabricados en Israel, pero a un precio inferior al que me habían pedido en aquella tierra. Del establecimiento había marchado la única cliente que encontramos al llegar, fue fácil entretenernos en breve charla. Compré alguna cosa y me interesé por otras. Nos informó del lugar exacto de la sinagoga que el frecuentaba. Fuimos al salir a decírselo a nuestra gentil interlocutora de la cafetería. Sonrió al vernos entrar y nos contó que ya había encontrado la dirección por Internet y se había informado por teléfono.

Pese a la brutal diferencia de edad que nos separaba, el tono de la conversación me permitía hacerle una pregunta, sin que sonara a interrogatorio policial. ¿era ella judía?. Volvió a reír. No, pero sí, de alguna manera. Una abuela, que recordaba con mucho cariño, lo era. Deseaba recitar una oración en su memoria. Sentía una imperiosa necesidad de hacerlo. Sin preguntárselo yo, dijo que su otra parte familiar era radicalmente católica. Su sinceridad exigía por mi parte que yo le preguntase que se sentía ella. Sin perder la sonrisa, confesó que no se consideraba comprometida en ninguna de las dos creencias. Proseguiré.