Vuelta a empezar

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja    

 

Esperaba una lectora que continuara en estos breves artículos semanales tratando del tema de la New Age. No era este mi propósito al iniciar aquella mini serie. Deseaba únicamente señalar los dos polos, que ejercen influencia a los contemporáneos. Ocupando un extremo u otro sin saber demasiado el porqué. Pretendía que cada uno recapacitase y se situara bajo la única influencia de Dios, prescindiendo de corrientes dañinas, que siempre han existido en la historia de la Iglesia. Desconocen muchos el influjo que tienen actitudes como el complejo que llamamos New Age. Oímos con frecuencia decir que son religiosos, pero sin comprometerse con ninguna iglesia. Que no necesitan intermediarios. Que emana de donde sea algo espiritual, que no pueden ignorar.

Otro enemigo, muy bien disfrazado es el aburguesamiento, llámesele consumismo o puro deseo de pasarlo bien, huyendo de preguntas que puedan incomodar. Tratar estos temas ocuparía todo un curso. Tampoco le voy a recomendar a nadie que solucione sus inquietudes consultando google. Por simple curiosidad, acabo de poner “new age” y en dos segundos me ha contestado que disponía de 595.000.000 archivos. Es la grandeza e incomodidad del buscador. A quien le interese el tema le recomiendo que lea un documento que publicó la Santa Sede. Se trata de un muy buen estudio dirigido a los fieles. Se lo puede bajar uno, pasar a impresora, leer y subrayar, como he hecho yo en dos ocasiones. No es demasiado extenso, pero si muy completo y claro. Para encontrarlo es suficiente que en el buscador teclee: Jesucristo portador de agua viva. No le recomiendo que lo busque en la web vatican.va, como yo hice la primera vez, pues, con ser excelente y completísima, no se destaca precisamente por su claridad, ni rapidez.

“A otra cosa mariposa” como se dice vulgarmente. No sé cuantas veces habré leído la Biblia, me refiero a una lectura continuada y diaria. Calculo que más de ocho. Añádase los fragmentos contenidos en la Liturgia de las Horas y en el Misal, ambos cada día. Con sinceridad confieso que es un libro que me resulta desconocido, que cada vez que leo, descubro cosas que no recordaba y que estoy seguro olvidaré, pero no pienso dejar de hacerlo.

He dedicado muchos artículos a un tema banal, pero atractivo: animales y plantas en la Biblia. Estaba convencido de que no me había olvidado ninguno. En libros y archivos de internet que consultaba, me reafirmaba en ello, pero no estaba en lo cierto. Últimamente he descubierto dos sujetos a los que no me había referido. Apunto uno: marsopa. Ezequiel 16,10. He encontrado la palabra en la versión de mi libro de Liturgia de las horas. De inmediato busco de qué se trata, leo que es uno de los cetáceos más pequeños, llamado también cerdo de mar. Busco en otras versiones y no encuentro la palabra, unos ponen delfín, animal que se le parece y otros el fragmento que voy a copiar, correspondiente a la “Biblia de Jerusalén”. La crudeza del relato sorprenderá a muchos, es una manera de expresar el cariño de Dios por su pueblo. “Tu creciste, te desarrollaste, y llegaste a la edad núbil. Se formaron tus senos, tu cabellera creció; pero estabas completamente desnuda. Entonces pasé yo junto a ti y te vi. Era tu tiempo, el tiempo de los amores. Extendí sobre ti el borde de mi manto y cubrí tu desnudez; me comprometí con juramento, hice alianza contigo y tú fuiste mía. Te bañé con agua, lavé la sangre que te cubría, te ungí con óleo. Te puse vestidos recamados, ZAPATOS DE CUERO FINO, una banda de lino fino y un manto de seda. Te adorné con joyas, puse brazaletes en tus muñecas y un collar a tu cuello …”.

Los “zapatos de cuero fino” serán los hechos con piel de marsopa, animal que, dicho sea de paso, por no tener escamas, es impuro, según las normas de Israel. Impuro para consumir, se entiende.