Neguilla

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja    

 

He contado en diversas ocasiones los orígenes de mi afición, devoción debiera decir, por la Biblia y no voy a repetirlos. Hace años, en una minúscula colaboración en la hoja diocesana de mi diócesis, comentado no sé qué, se me ocurrió escribir: si un día dispongo de terreno, tendré un huerto con plantas bíblicas. Ahora dispongo de un tal espacio y, excepto las míticas parra e higuera, no he plantado ninguna otra. Uno de los motivos es que, además de mi edad, cuando lo he intentado pocas veces lo he conseguido. No soy experto ni en botánica, ni en jardinería. Lo que sí es verdad es que he observado en cualquier paisaje las plantas o los animales que encontraba y que podían sugerirme alguna enseñanza relacionada con el Texto Sagrado. Ha ocurrido esto tanto por los países europeos que he podido recorrer, como por Israel. Paralelamente, he ido intensificando la lectura, más o menos reposada de la Sagrada Escritura. Uno de mis obispos al que se lo comentaba, me dijo un día, que algunos buscaban en la Biblia razones para empecinarse en sus propias ideas. Sinceramente, nunca he pretendido esto. Actualmente, me encuentro cada día fragmentos bíblicos, en el rezo de la “Liturgia de las Horas” y en la celebración de la Misa. Pero también, aparte, leo de una manera continuada un trozo diario y un ejemplar de bolsillo, me acompaña siempre en mis desplazamientos.

Un montón de artículos he dedicado al tema y como he ido adquiriendo diversos libros que trataban de ello, a veces con la mala intención de descubrir los que olvidaban, amén de un buen número de lugares de Internet que trataban del tema, me creía conocerlos todos, sintiéndome muy ufano de esto. Así que quedé sorprendido el otro día, al encontrarme con el nombre da la planta que titula el presente. Lo anoté de inmediato y cuando tuve tiempo quise confirmarlo. Efectivamente, la neguilla es mencionada en dos ocasiones y para vergüenza mía, que he leído la Sagrada Escritura por lo menos ocho veces, no me había dado cuenta. Constatarlo, pues, fue una humillación.

Tanto escribir y el lector, seguramente, se dirá: todavía no ha dicho de que planta se trataba y tendrá razón. Aterrizo. El nombre científico es nigella sativa y los vulgares muy diversos. Procede del medio oriente y se cultivó entre nosotros como planta de jardín, especia sustitutiva de la pimienta y ¡cómo no! por sus  propiedades medicinales, sin olvidar que también es tóxica.

En la Biblia, ya lo he dicho, aparece en dos lugares del profeta Isaías, a continuación uno del otro, pues, se trata del capítulo 28, versículos 25 y 27. Tanto hablar de esta semilla y si el lector busca el texto verá que el profeta la trata con bastante indiferencia, semejantemente a la espelta a la que ya me referí un día y de la que escribiré la semana próxima. Dentro de unos días, si Dios quiere, cuando el lector tenga este artículo consigo, me tocará cruzar encantadoras calles de Jerusalén y miraré si en alguna de las numerosas tiendas, venden la simiente a la que me he referido.

El Papa Benedicto XVI ha publicado recientemente una exhortación apostólica que tiene por título “Verbum Domini” (la Palabra del Señor). dice en el nº 19 que “se corre el riesgo de leer la Escritura más como un objeto de curiosidad histórica que como obra del espíritu Santo”. Parecería que lo que he escrito yo no está de acuerdo con la doctrina católica ¡Válgame Dios! Ya me explicaré próximamente.