Solemnidad de San Pedro y San Pablo

San Mateo 16:13-19: Pedro y Pablo

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja   

 

 

Celebramos hoy, mis queridos jóvenes lectores, la fiesta de los dos apóstoles principales columnas de la Iglesia. Como quiera que durante un año, a partir de hoy, pondremos una especial dedicación a Pablo, me referiré en este mensaje, casi exclusivamente a Pedro. Empezaré como me gusta hacerlo siempre, imaginando que yo estoy en el lugar de los hechos y explicándoos como es, lo conozco por haberlo visitado en unas cuantas ocasiones.

Hacia finales del verano, los judíos celebraban, y todavía celebran, la fiesta de las cabañas. Habían ya acabado las labores de la siega, de la trilla y de la vendimia y cuando ya el mosto reposaba en la bodega, llegaba la ocasión del descanso laboral y de la  fiesta. Acostumbraban a salir de excursión y vivir unos días en chozas improvisadas. A Jesús le gustaba la naturaleza, buena prueba de ello son las referencias que de ella hace en sus discursos. Parece, pues, que fue en tales días del año. Se fueron a tierras del norte, exactamente a una de las tres fuentes del río Jordán, la más importante, al lugar que ahora se llama Baniyas. En este lugar, pocos años antes, habían edificado una ciudad  llamada Cesarea, para que el mandamás de Roma estuviera contento. El lugar pertenece a las estribaciones del Hermón. Cerca de allí hay nieves perpetuas y en las mismas fuentes se levantan unos peñascos imponentes. Brotaba el río por una gruta enorme en tamaño y en profundidad, a la que se referían algunas leyendas. En sus entrañas estaba el infierno, es una, por allí entró el pueblo escogido, es otra. No mucho después de que el Señor muriese y resucitase se derrumbaron algunos peñascos y el agua desde entonces aflora un centenar de metros más abajo. La ciudad nueva, edificada cerca de las fuentes, era de estilo clásico, pero en las paredes de las rocas, por donde Jesús estaba con sus discípulos, había hornacinas con ídolos del dios Pan, una divinidad pastoril. Estos nichos todavía hoy se conservan, las esculturas no. En el lugar se está muy bien, yo he pasado muy buenos ratos allí. Me he sentido a gusto, pues he mirado  el paisaje y cerrado después los ojos. Repitiéndome en mi interior las palabras del evangelio de hoy.

Así como os gusta saber que piensan vuestros amigos de vosotros, o vuestro enamorado o enamorada, e indagáis por quien os tienen, si les gustáis o les resultáis molestos, si reconocen vuestros valores o pasan olímpicamente de ellos, algo semejante le pasaba al Maestro. Así que, a sus amigos de confianza, allí, en la soledad de la montaña, en el silencio de una naturaleza viva, les pregunta: ¿qué dice la gente de mí? ¿qué pensáis vosotros? Como yo, el que os escribe, lo pienso y me lo pregunto con los ojos cerrados, os invito a que vosotros, mis queridos jóvenes lectores, os hagáis la misma pregunta: ¿qué piensan vuestros compañeros de Jesús? ¿habéis hablado con ellos de ello? ¿qué lugar ocupa el Señor en vuestra vida? ¿os interesa, o lo tenéis olvidado? Para facilitaros la reflexión os propongo que analicéis vuestros recuerdos. Es preciso que comparéis las veces que pensáis en vuestro deporte preferido, o en cualquiera de vuestras aficiones. Que relacionéis al Señor con vuestros mejores amigos, o con quien os sentís enamorados. No se trata de que os olvidéis de aquellos con los que compartís vuestra vida, que apartéis de vuestra imaginación a aquel a quien amáis, no. Si vuestra amistad es autentica, si vuestro enamoramiento es sincero y noble, el Señor debe estar presente en vuestras conversaciones, en vuestras vivencias conjuntas. Vuestra oración debe amparar la relación estrecha que sintáis por ellos. O ¿tal vez ahora estáis pensando que a Jesús queréis dedicar por entero vuestra vida? Volved una y otra vez a escuchar la voz que os va repitiendo insistentemente ¿Quién soy yo para ti?

Pedro ya era mayor. Ni sabría leer ni escribir. No conocería casi nada de lo que vosotros habéis aprendido en la escuela, entre otras cosas porque nunca habría asistido a ninguna. Pero era generoso, espontáneo, impulsivo. Tener cualidades y virtudes, es mejor que acumular diplomas. Le salió de dentro: eres el Mesías, dijo. El Señor le advirtió: has acertado, te felicito, pero no porque seas listo, ni sobresalgas por encima de los demás. Tu has dejado hablar a mi Padre en tu interior y no has tomado ninguna precaución para contarlo. Eres afortunado, Simón. Te cambio el nombre. Eres duro de mollera como estas rocas, pronto te convertirás en peñasco compacto. Te llamaré Petrós, que así, como sabéis, llaman los griegos a los grandes pedruscos. Tengo pensado que has de ser el cimiento de mis futuros proyectos. Habéis visto la caverna que imaginaron llegaba al infierno, pues bien, lo que haré contigo, eso que se llamará Iglesia, se mantendrá sin peligro de ser adsorbido por los abismos tenebrosos. Así como nadie puede entrar en esa ciudad cercana si el guarda ha cerrado la puerta y no la quiere abrir, algo semejante serás tú respecto al Cielo. Te otorgo poderes, obra con ellos según te lo concedo.

Cuando salgo del recinto y veo las instalaciones deportivas, comerciales y cafeterías que hace unos años han levantado en las proximidades del lugar que os he descrito, me parece que estoy en otro mundo. Me siento diferente y no me arrepiento de ello. Quisiera que vosotros os sintierais también diferentes, después de esta meditación. Qué fuerais diferentes a partir de hoy, puesto que espero que os haya hablado confidencialmente el Señor, que, no lo olvidéis, quiere ser vuestro mejor amigo.