XVI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

San Mateo 13:24-43: Cizaña, mostaza y levadura

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja   

 

 

Los estudiosos creen que Jesús pronunció muchísimas parábolas. Las que han llegado hasta nosotros son aquellas que los autores inspirados escogieron, seguramente pensando que eran las fundamentales, de entre las que había proclamado el Señor. Las fundamentales y las que  podían resultar más fáciles de entender por aquellas gentes que eran los primeros destinatarios. Cosa que no siempre corresponde a nuestras entendederas. Ya me diréis vosotros, mis queridos jóvenes lectores que vivís en grandes ciudades, si habéis visto o sabéis lo que son la cizaña, la levadura o la mostaza. No os enojéis por ello, la doctrina que predicaba Cristo la podemos conocer perfectamente, aunque las imágenes de las que se sirvió nos resulten un tanto desconocidas.

Habla el Maestro de una mala hierba que los autores traducen como cizaña. Es lógico que nos preguntamos ¿se refería Jesús a la que invadía hasta hace poco tiempo nuestros cultivos, de gusto amargo y efectos tóxicos? Pues tal vez sí o tal vez no. Si dijéramos que se trataba de cualquiera de los hierbajos que eliminan nuestros herbicidas, seguramente acertaríamos, precisamente sería así porque no precisamos de cual se trataba. El buen labrador siembra buena semilla y el buen Dios, a su vez, se preocupa de que nos lleguen buenas enseñanzas. Padres, hermanos o catequistas, nos instruyeron desde pequeños a muchos de nosotros. Los sermones que escuchamos en la iglesia los domingos, también son buena sementera. Ahora bien, sin saber como, ni exactamente cuando, se nos meten dentro malas costumbres, malas palabras, malos espectáculos, que nos entran por los ojos y nos estimulan a hacer lo que no es correcto, ni bueno. Y no me refiero ahora exclusivamente a cuestiones pornográficas o a actos violentos, que ciertamente son mala hierba, pienso ahora en cosas muy simples: invitación solapada a que ambicionemos grandes riquezas, estímulos a la compra de cosas innecesarias, a consumir ávidamente y saborear bebidas que no nos hacen falta para nada, a holgazanear, para que compremos muebles confortables que satisfagan la pereza, etc. etc. La mala semilla de algunos vicios se nos ha metido dentro sin darnos cuenta. ¿Será preciso, por ejemplo, quitar al pequeñín el caramelo que está chupando, para que huya del lujo? ¿es necesario apagar el televisor que tanto dificulta el cumplimiento de los deberes escolares, si después no se sabe qué dar a la criatura y sea feliz? Podría añadir más ejemplos, no es necesario. Metida ya en el interior de la persona la pequeña perversión, se deberá esperar a que el chico o chica crezca y madure y sólo entonces instruirlo en los criterios que le llevarán por buen camino y le permitirán el progreso en la vida y el descubrimiento de cual es la voluntad de Dios. No hay que precipitarse, no hay que tener prisa. Cada cosa a su tiempo, teniendo siempre presente el final al que nos dirigimos. Y que cada uno de vosotros examine cual es la etapa de su vida, qué labor le corresponde, y obre en consecuencia.
Si alguna levadura habéis visto, mis queridos jóvenes lectores, será probablemente elaborada de forma industrial. En tiempos de Jesús, y hasta no hace muchos años, el panadero amasaba la harina en la artesa, la dejaba en reposo durante unas horas en ambiente cálido y al amanecer la introducía en el horno. Dejaba fuera un poco de masa en el obrador. Se trataba de la levadura que metería en la próxima elaboración. En aquellos tiempos se hacía pan muy de cuando en cuando, tal vez cada quince días, y aquella porción de elástica y gomosa, que había separado de aspecto desagradable, cargada como estaba de micro-organismos,  el panadero sabía que la aprovecharía juntándola en la artesa a la nueva mezcla de harina y agua y, gracias a ella, resultaría un pan de buen yantar. De otro modo, lo que saldría del horno resultaría más duro como una piedra. El Señor nos invita a comportarnos como la levadura que se propaga a su alrededor, trasforma el entorno y lo mejora. Si nos fuéramos a dormir una noche sin haber practicado el bien, es como si metiéramos en el horno una barra de sola levadura. Se echaría a perder el producto y habría que tirarla. Un cristiano que se niega a ser activo en su entorno, que pasa de todo, que procura solo acaparar para sí y se olvida de la multitud hambrienta que hay en el mundo y de la inmensidad de analfabetos que por serlo quedan marginados, un tal cristiano, sería una realidad aberrante, un ser sin sentido.
Habla el Señor del grano de mostaza. ¿a qué planta se refería? Si buscáis en una enciclopedia os describirá aquel vegetal con el que se elabora la salsa que lleva su nombre. Os podríais preguntar entonces ¿Cómo en una tal verdura  pueden anidar los pájaros?. En Tierra Santa  enseñan un arbusto que pudiera serlo por algunas características que tiene, pero tampoco coincide. Olvidemos el divagar por estos caminos. Jesús no vino a dar lecciones de botánica. Os lo diré de otra manera y pienso ser fiel a las enseñanzas del Maestro. De una gran patata no puede salir más que una patatera de no más de 60 centímetros, de tallos débiles e inútiles. De una pequeña simiente que germina y crece, brota un árbol que produce sabrosos piñones, resina útil para la industria y la farmacopea, corteza empleada en agricultura y en curtidos y madera con la que se pueden calentar muertos de frío y construir barcos capaces de trasladar a lejanas tierras. Con esto acabo. Deseo que aspiréis a ser activos piñones y os alejéis de pareceros a la vanidosa patata.