Conmemoración de Santiago, Apostol

San Mateo 20, 20- 28: Santiago

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja    

 

Cuando uno deambula por Jerusalén, pasa por el barrio armenio y entra en la catedral de Santiago, le señalan un altar en el que le dicen está enterrada la cabeza del Apóstol. Si saben que uno es español añaden: porque la otra parte del cuerpo, la tienen ustedes en Galicia. Cuando uno va a Compostela, le enseñan un lugar de antigua veneración, donde le explican que allí reposan sus restos. En ambas situaciones, piensa uno que esto no se nos diría si en aquellos tiempos hubiera practicado la primitiva comunidad cristiana la incineración de los cadáveres. ¿Cambiaría nuestra Fe si así hubiera sucedido? Evidentemente, no ¿Podríamos reflexionar y rezar con devoción ahora nosotros? Claro que sí. Tal vez me digáis, mis queridos jóvenes lectores, que estas tumbas no tienen ningún interés para vuestra vida espiritual, que va por otros caminos, y no seré yo quien os lo recrimine. Respetad sinceramente la manera de pensar de los demás, aceptad que a otros les sirvan cosas que a vosotros os dejan indiferentes y reflexionar por derroteros seguros y fundamentales.

Santiago fue el amigo del Señor. Fue, de entre los discípulos de Cristo, el primero que sufrió el martirio. O el primero que gozó del privilegio del martirio. Y tened en cuenta que el martirio no es una cosa que se improvise. Si llegó a él y no se echó atrás, es porque venía bien preparado. Murió Santiago decapitado por orden de Herodes, (no el de la matanza de los Inocentes). El mismo historiador Flavio Josefo, nos dice donde fue enterrado el dicho rey, pues bien, cuando uno busca su sepulcro en el centro de Jerusalén, junto a un hotel de gran prestigio, le es muy difícil encontrarlo, aunque pregunte a gente del lugar. Hablo por experiencia. Se sentiría ufano el soberano y creería que con la muerte del seguidor de uno de los entrañables amigos de Jesús, se ahogaría aquel grupo que calificaba de sedicioso. Ya lo veis, uno no puede dar dos pasos por la vieja Europa sin topar con una iglesia a él dedicada o un camino que conduzca allí donde con más fervor se le venera.

Ciertamente que los testimonios de nuestros héroes nos han de interesar y estimular, pero la fuente de nuestra Fe está en la Sagrada Escritura y especialmente en el Evangelio. Como una de las lecturas de la misa de hoy hace referencia a lo que os venía hablando, me limitaré a comentaros la evangélica. Debo advertiros que alrededor del bien obrar crece casi siempre la envidia y el odio al que vive fielmente de acuerdo a unos buenos principios. Que no se turbe vuestro espíritu si os encontráis en tal ocasión. Ahora bien, es peligroso creerse de buenas a primeras mártir y con ello no examinar su conciencia y continuar con las malas costumbres, atribuir todo lo que de malo nos acontezca a la maldad de los demás, pero no se puede ignorar que junto a nosotros, si somos buenos, germinará y crecerá la envidia. Si acontece será bueno recordar el dicho: quien ría el último, reirá mejor. Y la sonrisa última, la hemos de situar en la Eternidad Feliz.

El texto del evangelio de la misa de hoy nos relata un episodio de intriga familiar. No es extraño que una mujer quiera lo mejor para sus hijos, de aquí que Jesús no la condene. El Señor, aprovecha la ocasión para enriquecer a todos, a nosotros también, con su doctrina. El hombre importante no es aquel de brillante currículo y cargado de poderes, el que destaca en el Reino de los Cielos es el que se desvive por servir a los demás.

Advierte el Maestro sobre el comportamiento de los poderosos de este mundo. La descripción correspondería a un reyezuelo de épocas pasadas. Debemos saber traducir a nuestras circunstancias. Y pensar en aquellos de hoy que en el terreno político han llegado a cargos que les permiten gobernar en provecho propio o en los que con su poder económico pueden disponer de su dinero a su antojo y perjudicar, instalando sus empresas allí donde sacarán mayor beneficio, aunque a muchos les hundan en la pobreza. La política y el capital son realidades capaces de tiranizar. Debéis vigilar cuando en ellas os encontréis sumergidos y rezad ya desde ahora a Dios, para que el día de mañana os proteja.

Pero es preciso, mis queridos jóvenes lectores, que no penséis en un día de mañana lejano. Es ahora mismo que debéis examinaros sobre vuestro comportamiento a este respecto. Aquel que busca que su ropa y calzado sea de etiqueta de prestigio, aquel que come o bebe exigiendo que lo que se lleva a la boca sea de una determinada marca, aquel que tira cosas que casi no ha usado, aquel que consume electricidad sin ninguna necesidad, contribuyendo al vaciado de energía de nuestro planeta, aquel que obra así, está perjudicando a los pobres, está contribuyendo a que vivan sumergidos en la indigencia. Recordad aquel chusco dicho: es suficiente que una mariposa mueva sus alas en Japón, para que se desencadene una tempestad en el Caribe.

Procurad que vuestra vida, el quehacer ordinario cotidiano, esté sembrado de actos de servicio. Tal vez podáis ayudar a vuestro vecino, tal vez lo que mandéis por Internet aproveche a una persona que vive en las antípodas, pero no os vayáis a dormir sin haber dejado el mundo un poco mejor de cómo lo encontrasteis por la mañana. Esta última frase la dijo Baden Powell, el fundador del escultismo