Solemnidad de la Asunción de la Virgen María

San Lucas 1, 39, 56: El hasta ahora de María

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja   

 

Confieso, mis queridos jóvenes lectores, que no entiendo la expresión de despedida que muchos dicen: les digo yo: hasta luego, o hasta mañana, y me responden: hasta ahora. No, no puede ser así, yo me quedaré deseando un nuevo encuentro, privado de la compañía del amigo, sé que ahora, por un determinado tiempo, restaré huérfano de su amistad.

Algo así pensarían, sin duda, los Apóstoles, cuando descendieron a la ribera del torrente Cedrón, para depositar en un sepulcro, el cuerpo de la Madre del Maestro, de la que había engendrado, amamantado, educado y acompañado a su Señor. Hasta luego, hasta la siempre eternidad, pensarían tristes por la separación. Juan sería al que más le dolería la ausencia que en aquel momento iniciaba. Dejaron allí depositado el cadáver de María. La sagrada Escritura no nos cuenta esto. La tradición llama a la escena: la dormición de María. La arqueología nos lo explica a su manera a su manera.

La tumba de nuestra Santa Madre, está situada a poca distancia del huerto de Getsemaní, en la misma ladera del monte de los olivos. Para llegar a la losa donde estuvo depositado el cuerpo, hay que bajar por una escalinata ancha y de muchos peldaños. Se encuentra uno, mientras sube o baja, con frecuencia, cristianos de otras confesiones y hasta musulmanes, ellos también quieren venerar su memoria. En el Corán encuentra uno bellísimos párrafos referentes a ella. Tanto es así, que recientemente le han dedicado una película en lengua parsi que dura, según me han dicho, cinco horas. Poseo una versión abreviada en inglés que nada añade, por lo que puedo entender, a lo que ya conozco por nuestros evangelios.

María aceptó. María es pura docilidad. María es escucha de la voz de Dios. María es acogedora de la palabra sonora, el texto bíblico, y de la Palabra personal, la segunda Persona de la Trinidad, a la que alberga en su interior. En algún momento, María es portavoz, altavoz, del querer del Señor. Acordaos de su maravilloso himno, cuando visitó a su tía Isabel. Y no olvidéis su intercesión en las bodas de Caná de Galilea.

Quisiera deciros algo especial a vosotras, mis queridas jóvenes lectoras. Según parece, nació María en Séforis, una población distante unos cinco kilómetros de Nazaret. Allí quedan las ruinas de una basílica de tiempos de los Cruzados, dedicada a su madre, a la que la tradición da el nombre de Ana. Por razones que nos son desconocidas, se trasladaron a vivir a Nazaret. Llegaría, según parece, al final de la segunda etapa de su niñez. Allí evolucionó y se hizo joven, sin pasar por la etapa por la que pasáis vosotras, tan llena de vitalidad, de desequilibrios y de incertidumbres: la adolescencia. (que la evolución biológica de María fuera así no os debe extrañar, acontece aun hoy en día en otras culturas diferentes de las nuestras). Os cuento esto para que si oís que fue hacia los doce años cuando tuvo lugar el encuentro con Gabriel y aceptó lo que de parte de Dios se le pedía. Si en aquella época ya estaba prometida y comprometida, con un joven llamado José, si pudo partir ella sola a lejanas tierras del sur, en Judá, y quedarse en casa de Joaquín e Isabel, no os la imaginéis como una de vosotras cuando teníais esa edad biológica. Pensad en una chica decidida, emprendedora, ávida de saber cosas, consciente de su responsabilidad. Esta que fue joven como lo sois vosotras, es a la que me estoy refiriendo. Tal vez podáis compenetraros con su realidad personal, el día que podáis asistir al musical recientemente estrenado, en que ella es la protagonista. Si de Jesús decimos que es nuestro hermano mayor, con mucha más razón podéis sentiros hermanas pequeñas de María.

 Vosotros, chicos y chicas, cuando hoy escuchéis el evangelio de la misa, preguntaos: ¿me atrevería yo a entonar con sinceridad su canto? Siento yo, quien a vosotros, mis queridos jóvenes lectores, os escribe, un amor grande por María. Me llegó a través de mi madre, que la amaba desde imágenes carmelitanas, y de mi padre, que sentía desde niño amor a ella, por la devoción que le inculcaron desde una ermita del pueblo donde nació. Como no quiero olvidarme de la Virgen, tampoco quiero dejar de recordar aquellos lugares. Uno era Calahorra, en la Rioja. El otro era Sieteiglesias, junto a Matapozuelos, en tierras vallisoletanas. Y os lo cuento para que también vosotros ahora reflexionéis y os preguntéis el origen de vuestra devoción, si la tenéis. Y para que todos, chicos y chicas, penséis: cuando iniciada la vida adulta, me una en matrimonio, o escoja una vida de consagración exclusiva a Dios ¿Cómo trasmitiré el amor a María, madre de Jesús, y tan íntimamente unida a Él, que es el núcleo de nuestra Fe?

Cuando regresaron al sepulcro los discípulos, lo encontraron como habían hallado el del Señor, estaba vacío. Cuando pensaron en ella se dieron cuenta de que, como en el caso del Maestro, no había sido un hasta luego, o hasta mañana. Ella sentía, sumergida en la eternidad, que había sido un hasta ahora. O un hasta ahorita, como diríais los latinoamericanos.