XXII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

San Mateo 16- 21- 27: Quedar seducido, dejarse querer

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja   

 

 

Debo confesaros, mis queridos jóvenes lectores, que texto de Jeremías que nos ofrece la liturgia de hoy, es el que más aprecio de entre los del Antiguo Testamento. Los que estéis apasionadamente enamorados, seréis los  más capacitados para entenderlo. Y si alguno de los que me está leyendo pertenece a aquellos de larga y feliz vida matrimonial, que de cuando en cuando uno encuentra por la vida, se sentirá satisfecho al comprobar que en el Texto Sagrado se reflejan múltiples de sus vivencias personales y familiares.
Quisiera comentar dos aspectos.
En primer lugar, las relaciones entre el fiel y Dios las definimos comúnmente como las que existen entre padre e hijo. Y no estamos equivocados. Pero podríamos referirnos a ellas como las que se dan entre enamorados. Y no nos equivocaríamos tampoco. Jeremías habla de Dios y recuerda su primer encuentro con Él, como quien explica la experiencia de lo que entre nosotros llamamos el flechazo. Quien un día encuentra el amor en persona y se deja seducir, empieza una vida nueva. Experimentará goces y penas. Se sentirá un dios a veces, otras un esclavo. Bendecirá  a quien facilitó el encuentro y el inicio de su noviazgo, o se arrepentirá y maldecirá al que los presentó, o la fiesta en donde se conocieron. Exaltación y dolor, se amasan juntamente y se saborean en la interioridad. La vida enamorada, repleta de misterios, de aventuras, de monótonas fidelidades y de dudas, de sufrimientos y de trabajos arduos, es siempre original, nunca aburrida. Si esto ocurre entre personas, quisiera que ahora, mis queridos jóvenes lectores, supierais que mucho más lo es, si se trata de las relaciones amorosas entre el alma fiel y Dios. De ello solo os podrán dar buena cuenta los místicos.
¡Cuánto desearía ahora poder continuar comentándoos el texto! No puedo, de ninguna manera hacerlo, no dispongo del tiempo suficiente  y bien sabe Dios cuanto lo lamento. Permitidme que os recomiende que en vuestra casa o en cualquier plácido rincón, leáis estos versículos y los que siguen. Primero con curiosidad. Simplemente para enteraros como es un enamorado del Señor, ya que los medios os inundan con descripciones de enamorados y enamoradas de salón, o de dormitorio. Después pensad ¿deseo yo dejarme arrebatar y pasar una experiencia de estas? ¿Vale la pena vivir de esta manera?
Jeremías fue un profeta que vivió apasionadamente unos tiempos repletos de dificultades. Era soltero, pero no un solterón. Murió en el exilio. Nadie conoce donde está su tumba. Su realidad más cierta, está con Dios y existe eternamente feliz.
Jesús en el evangelio trata de comunicar sus reflexiones. Pretende describirles acontecimientos que les incomodarán. Los apóstoles no quieren oír hablar de sufrimientos y derrotas. Pedro se atreve a increparle. Escucha como por ello es insultado. Sí, le llama satanás, que no es precisamente un calificativo bello.
La vida del discípulo, como la del enamorado, pasa por dificultades extremas. Debe sospesar el valor de las cosas. Vuestros padres, sin duda, se deberán haber preguntado qué valéis vosotros, si la fidelidad matrimonial estaba por encima de tantas cosas que alegremente se les ofrecían, si el trabajo, el esfuerzo y el sudor, valía la pena aceptarlos. El amigo de Jesucristo, se lo anuncia hoy Él mismo, pasa por situaciones de esta índole. Al final, sumadas derrotas con triunfos, uno hará balance y reconocerá que el resultado es positivo. Que el haber supera en mucho a las pérdidas que ha sufrido. El premio se nos promete, si aceptamos superar con esfuerzo las situaciones adversas. 
El otro aspecto es que, frecuentemente, pretendemos buscar a Dios, indagar, analizar y comprobar su existencia, llegar un día a hacerlo nuestro. La búsqueda se hace difícil, desesperan muchos al no conseguir éxito. Cosmólogos desde la filosofía, científicos desde sus investigaciones de laboratorio, de piqueta en sus labores en excavaciones paleontológicas, de miradas escudriñadoras del universo, de cálculos… ¡tanto se afanan muchos en llegar a conclusiones que den sentido a su pensar! El camino puede ser inverso. Más que buscar, debe uno dejarse encontrar. Más que analizar lo encontrado y someterlo a pruebas, debe uno vivir la íntima experiencia de sentirse poseído por Dios. Dejadme que os lo repita. No se trata de poseer a Dios, sino de dejarse poseer por Él