XXVI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

San Mateo 21, 28-32: Jesús tenia virtudes humanas

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja   

 

 

Dediqué, mis queridos jóvenes lectores, no hace mucho tiempo, un artículo semanal a las virtudes humanas. Mi reflexión ponía el acento en la necesidad de conocerlas y practicarlas como cimientos de nuestra vida espiritual. Me estoy refiriendo a la lealtad, a la sinceridad, a la laboriosidad, a la honestidad y pureza, a la amabilidad, a la generosidad, etc. Es preciso conocerlas. Es mucho más importante que saber los horarios de trasporte público, los avatares de los equipos de futbol, las características de las motos, de los teléfonos móviles, de las marcas de ropa o de calzado y de las temporadas de rebajas.


Hoy, en las lecturas del presente domingo, nos habla el Maestro de una de esas virtudes. Para empezar copio una definición de virtud: Integridad de ánimo y bondad de vida, recto modo de proceder. Como veis se trata de algo que echa sus raíces en lo más profundo del alma, que tiñe los sentimientos, pero que aflora en el comportamiento de cada uno.
San Pablo se dirigía a los cristianos de Filipo y les pide que tengan los mismos sentimientos de Jesucristo. Será bueno que en este momento os detengáis unos momentos a reflexionar, mis queridos jóvenes lectores ¿Cómo era Cristo? ¿Qué tendencias le distinguían? ¿Qué temperamento imagináis tenía? ¿Cómo hablaba? Pensadlo de acuerdo con lo que sepáis por el Evangelio, no por lo que hayais visto en películas. ¿Era un misántropo? ¿Un hombre inclinado a las disputas? ¿Un tacaño? ¿Cómo se comportaba con los marginados socialmente? ¿Cómo con la gente que no llevaba una vida correcta, fueran cobradores de impuestos, vendidos al imperio de la ciudad de Roma, fueran prostitutas o extranjeros sin categoría?. Es preciso recordar episodios de su vida.


A continuación examinaos ¿Cuál es vuestro proceder con los emigrantes? ¿Qué pensáis de los homosexuales? ¿Cómo miráis al mendigo? ¿Sabéis acompañar al anciano que es un pelmazo, sea familiar o no? ¿Ayudáis a cualquier compañero? Cuando vais a misa ¿Sabéis ser acogedores o pensáis que ya se espabilarán los que vienen por primera vez y encontrarán ellos mismos la puerta de entrada? ¿Sabéis ayudar generosamente y gratuitamente u os sentís ufanos de encontrar fácilmente trabajos remunerados por cualquier actividad que sepáis hacer? Las virtudes se expresan en pequeños detalles. El Evangelio no nos refiere una lista alfabética de las virtudes de Jesús. El Evangelio nos cuenta su historia y en ella descubrimos como era. Y de ella debemos deducir nuestra manera de obrar


Pero la virtud no se queda en el interior, ni en la piel, ni en la sonrisa, ni en la mirada, por mucho que una mano tendida, unos ojos acogedores, una caricia, puedan alegrar el alma. La virtud es también, debe ser, una manera de comportarse, expresada fuera de uno mismo. La virtud personal es un hecho histórico, es decir realizada dentro del espacio y el tiempo.
Jesús, a manera de ejemplo, nos habla de dos hijos. El uno a la petición de su padre le contestó que sí, más tarde se escaqueó. Quedó bien al principio, luego su proceder decepcionó a su progenitor.
El otro hijo se negó a obedecer, era díscolo por naturaleza. Más tarde lo pensó mejor y acudió a trabajar donde su padre deseaba.


¿A cual de los dos os parecéis? ¿A todo decís que sí y luego no cumplís con nada de lo prometido? ¿Tal vez es porque queréis meteros en todo y se os debe aplicar el dicho popular: quien mucho abarca poco aprieta?
Los venidos del otro continente son unos vagos, comentáis entre vosotros. Los del norte son unos creídos y se sienten superiores a nosotros, explicáis al volver de un viaje. Reciben dinero de la beneficencia y luego se lo gastan en vicios, afirmáis de muchos que acuden pidiendo.


Pero son los pobres emigrantes clandestinos los que con frecuencia más ayudan. O los que primero ayudan en momentos de desgracias o de aprietos. Desdichadas mujeres, caídas en la prostitución, las que acuden en ayuda de la criatura abandonada por una compañera. El drogadicto empedernido, el que está más dispuesto a compartir lo poco que tiene.
Hay que examinarse cada noche no de los pecados cometidos, sino de las gracias de Dios recibidas. Porque comemos tres veces al día y, a veces protestamos, de lo que en el plato nos han puesto. Se va al colegio y no se rinde lo que toca, pues, con suficiencia, se desprecia al profesor. Sin necesidad se gasta en ropa o calzado, por el simple motivo de que ya no se lleva el diseño de lo que se compró el año anterior. La casa que nos alberga, la alimentación, el estudio, la capacidad de trasladarnos sin esfuerzo, son dones que la mayor parte de los hombres no pueden disfrutar. Y nobleza obliga, reza el refrán.


El  Juicio Final no será proceder de un juez que interrogue de acuerdo con una instrucción de sumario. El día del Juico Universal será el encuentro con aquellos que nacieron el mismo día que nosotros y observemos como no dispusieron del agua que hemos tantas veces malgastado. No pudieron poner excusas de sus malas notas, ya que no tuvieron posibilidad de recibir estudios. Nunca dijeron que no les gustaba algo, pues, el hambre exigía que se llevaran a la boca cualquier cosa que estuviera a su alcance. Y descubriremos que en su indigencia fueron capaces de recibir en su choza al desconocido y ofrecerlo de lo poco que poseían. Y la prostituta nos contará como consolaba al afligido que había caído en sus brazos, y el borracho como tenía tiempo, en sus momentos de lucidez, para echar una mano al que sufría una avería, mientras los demás, juiciosamente, aconsejaban llamar a la grúa de asistencia.