Solemnidad de Todos los Santos

San Mateo 5, 1-12a: Si alguien es Santo, nos santifica a los demas

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja    

 

El Muchos de vosotros, mis queridos jóvenes lectores, recordaréis que cuando hace poco se celebraron las Olimpiadas, las naciones gozaban cuando  su equipo conseguía muchas medallas. Para gobiernos y otras gentes, los trofeos deportivos eran glorias nacionales. En otros casos, puede tratarse de los premios Nobel que a lo largo de la historia un país ha acumulado. La grandeza de unos que triunfan, se comunica a los demás. O así lo piensan.
En nuestro caso, estoy hablando de los cristianos, la comunicación sí que es cierta. Entre unos y otros circula la Gracia. Seguramente muchos de vosotros recordaréis aquello que en física elemental llaman los “vasos comunicantes”. Son cosas muy sencillas y tal vez ya las hayáis olvidado. Os lo recuerdo. Si tenéis unos cuantos recipientes unidos entres sí por tubos inferiores y llenáis de agua alguno, de inmediato el líquido se repartirá por todos. Si substraéis de uno, bajará el nivel de los demás por igual. Pues bien, lo que os he recordado, no es más que una parábola de nuestro vivir cristiano. Si alguien es santo, nos santifica a los demás. Su Gracia llega, como intercesión, a todos. Si un día en el planeta tierra todo fueran mediocridades espirituales, se apagarían muchos proyectos, se olvidarían muchos ensueños y se anquilosarían muchas empresas comenzadas.
Se dice que durante el siglo XX ha habido más mártires que durante todos los otros siglos juntos. Deben de tener razón los que lo han calculado, yo no lo he hecho. Después de Santa María, quienes gozan de mayor categoría son los apóstoles, que se acabaron hace siglos, por razones obvias. Les siguen los mártires y estos son los que os contaba que proliferan en la Iglesia. Ha sido una gran suerte. Otra lo es que su triunfo lo hayan conseguido algunos hace tan poco tiempo. Que muchos de los nuestros los han conocido o hasta han sido parientes suyos. Aumenta el honor cristiano. Uno, iluminado por la Fe, enterado de lo que ha sucedido, vive feliz, así, en el seno de la Iglesia.
Sufrimos hoy en día un defecto de visión espiritual. Exactamente como les ocurre a algunos, que no ven las cosas bien y deben acudir al técnico, para que corrija los defectos de sus ojos, así a algunos, para su mirada interior, es preciso que les pongan gafas. Lo fundamental de la Iglesia, casi nunca es lo que cuenta la prensa y otros medios. La solidez de la comunidad cristiana no reside en la importancia social de sus miembros. La autoridad es necesaria, es el esqueleto que sustenta, sin ella careceríamos de forma, semejaríamos medusas insostenibles. Pero un edificio que solo sea vigas, no abriga de las inclemencias, ni se pueden conservar en él los bienes y pertrechos íntimos. Las vigas son necesarias. Unas son bonitas y las exhibimos. Otras las ocultamos, elegantemente recubiertas. Así en la Iglesia.
Lo fundamental, aquello que nos sirve de vivienda, son el suelo, el techo y las paredes. Si nos gustan, si nos protegen del viento y de la lluvia, estaremos y nos sentiremos bien.
La gran riqueza de la Iglesia son los santos. Son ellos, lo mejorcito que tiene. Mas que saber nombres de jerarcas, debéis conocer historias de los santos. Mis queridos jóvenes lectores, os invito a que busquéis los nombres con los que os podáis identificar. Si sois tan jóvenes que no habéis abandonado la infancia, enteraos de la historia de Tarsicio. Si os escapáis de la segunda infancia, pensad en Domingo Sabio. Si habéis pasado la puerta de la pubertad, no ignoréis a María Goretti o Bernardita. Si os asomáis a la juventud, tened presente a Juana de Arco. Si ya camináis por ella, enteraos como vivía su enamoramiento F.Castelló,  como se empapaba de Amor y contemplación Rafael Arnaiz. Si os habéis casado, o estáis a punto de hacerlo, no os olvidéis de Giana Baretta. Si pertenecéis al escultismo o a la Joc, no ignoréis a Marcel Callo. Os he citado los que en este momento se me ocurren. No quiero ignorar a algunos que van camino de ser inscritos en el catálogo. Sea la diminuta Nennolina, de seis años o la mártir J.Vilaseca, de no más de doce. ¡Es un honor tan grande pertenecer al club de los santos!. Y nosotros gozamos de este privilegio.
A diferencia de lo que pasa en el terreno de los deportes, que solo uno puede ser campeón, en el espiritual, en el terreno de la santidad, pueden triunfar muchísimos y sentirse felices y hermanados todos, sin que existan rivalidades, ni envidias. Estamos todos invitados a la santidad y tenemos campo de entreno, no lo olvidéis. Si os faltan ejemplos, buscad en el google, que os saldrán muchos más de los que os he nombrado.
En la misa se nos propone un texto del Apocalipsis. Una escena solemne, que deberíamos escuchar acompañada de los acordes de la mejor marcha triunfal que conozcáis. El escenario es magnífico, los actores auténticos. Se representan a sí mismos, no son figurantes. Los han escogido de entre gente conocida y en otros casos anónima. Como somos nosotros mismos. Como podemos ser nosotros mismos.
¡Cuánto nos preocupa saber cómo somos y cómo nos ven! Pues resulta que nos enteraremos y se enterarán, en el momento del encuentro con Dios. Sabremos entonces algo de lo que Él es y sorprendidos comprobaremos que nos asemejamos. Se nos quitarán todos los complejos. Algo de esto se dice en la segunda lectura.
El campo de juego es el mundo, las técnicas de entrenamiento, las bienaventuranzas. Es preciso que hoy las escuchemos y leamos con detenimiento. Como si fuera un texto desconocido. Como el manual de instrucciones de uso, no de una máquina, sino de nosotros mismos. Es corto, como el prospecto que acompaña al mejor aparato que pueda ilusionarnos. Es el fragmento del evangelio de hoy.