Fiesta. Sagrada Familia de Jesús, María y José

San Lucas 2, 22-40: Sagrada Familia

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

 

He imaginado, mis queridos jóvenes lectores, que habéis asistido el domingo pasado, cuarto de Adviento, a misa, y escuchado el relato de la Anunciación. Os he escrito un resumen de lo que pudo ser el tiempo comprendido entre ese momento y el del nacimiento de Belén. De estas cosas nos habla principalmente el evangelio de Lucas, añadiéndole algunos detalles el de Mateo.


Litúrgicamente proclamamos la noche del 24 al 15, el relato del Nacimiento en Belén, pero en esta fiesta los sacerdotes celebramos tres misas. En cada una de las dos primeras, leemos una parte del acontecimiento. Pero en llegando a la correspondiente al mediodía del 25, el texto del evangelio de Juan, nos cae como un jarro de agua. ¿a qué viene esas disquisiciones ideológicas, en este día de banquetes, de villancicos y reuniones familiares?


Pienso yo que ha sido muy apropiada esta elección. Os daré cuenta de ello, desde dos ángulos diferentes.


Ya he empezado a oír estos días, por parte de personas con las que me relaciono, o en emisiones televisivas de comunidades protestantes, que todo esto de la Navidad, tal como lo celebramos por aquí y ahora los católicos, no está en el evangelio. Prefieren el árbol, a los nacimientos. Dicen que las figuritas son ídolos, que la Biblia condena. El abeto, repleto de bolas, bombillas y regalos, merece su respeto. Lamentablemente, como ocurre tantas veces, en estas condenas se esconde mucha ignorancia. El árbol de Navidad, de origen antiquísimo en la Europa central, fue un símbolo de Cristo, que substituía a la adoración pagana de los robles, que se profesaba en tierras germánicas. Las ingenuas figuritas, nos sugieren plásticamente la historia sublime de Belén. Solo son sugerencias, nada de idolatría. Es cuestión de sensibilidad y quien quiere prescindir de ella y cerebralizarse, acaba deshumanizándose.
Pero no podemos ignorar que existe el peligro, en el que con frecuencia se cae, de quedarnos con el hecho anecdótico del nacimiento, de los avatares y visitas de pastores y magos, ignorando el sentido profundo de la fiesta. La hondura teológica que abriga.


Conseguir esto, lo pretende el evangelio de la misa del día. Empieza San Juan, el escritor, evocando un concepto muy querido de la antigüedad: la sabiduría, que dio paso a la Palabra. Pero no se trata del vocablo pronunciado fonéticamente, sino de la verdad que se encierra en la expresión humana. El ser humano, para serlo, debe expresarse, si no lo hiciera, se trataría de un cadáver biológicamente conservado vivo. En Dios existe la Palabra, la expresión de sí mismo, que conservando la divinidad, fue instrumento de creación, de existencia, de sentido, de vida. Vida que era luz, pero iluminación que muchos rechazaron.


Acude a la figura de Juan, el bautista. Fue en sus tiempos, más conocido y reconocido que Jesús. Fue importante, pero tuvo la osadía de proclamar que, a pesar de su fama, él no era el primordial, sino el que él anunciaba. Juan fue, dicho con todos los respetos y simbólicamente hablando, el que le dio la alternativa al Señor, hablando en términos taurinos. En aquel tiempo, acudir al Precursor para dar crédito a una persona, confería valor y categoría.


Vuelve el texto a referirse al Redentor, diciendo que vino con ilusión y que se decepcionó de los suyos, que no hicieron ningún caso de Él. Acude a una imagen muy simpática la del que acampa en un bello paraje entre otros campistas. (En aquel tiempo no existían los campings y se refiere a experiencias como las que hemos gozado los que hemos disfrutado de la acampada libre en la montaña y sabemos la hermandad y generosidad que brota de quien planta su tienda a tu lado y canta contigo y te presta aceite o te da leña para el fuego de campamento).


Acude de nuevo el texto al Testimonio de Juan, que homologaba la calidad del Verbo, o Logos, o Palabra. Seguramente que este “certificado de calidad iso” no os dirá nada. A mí que hace pocos días he estado en el lugar exacto donde bautizaba y donde bautizó a Jesús (la Betania del otro lado del Jordán, en el actual reino Hachemita). Cerca de Maqueronte donde fue estúpidamente asesinado y en Sebástiye, donde quedan los restos de la basílica edificada para albergar sus restos, lugares en que he tenido ocasión de reflexionar, el relato del evangelio de Juan, me impresiona seguramente más que a vosotros. Y deberíais, mis queridos jóvenes lectores, entregaros un rato a la meditación seria de lo que estos días celebramos.


Vuelvo a deciros, incluir un texto serio y profundo, en estos días en que tanta gente los pasa en frivolidad, lo encuentro un gran acierto.