Solemnidad. Santa María, Madre de Dios

San Lucas 2, 16-21: El primer villancico de la historia

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

 

1.- Los que somos viejos, mis queridos jóvenes lectores, recordamos las vicisitudes de nomenclatura de esta jornada. Cuando yo era pequeño en los calendarios ponía: circuncisión del Señor. Pero nosotros era Año Nuevo, que a continuación decíamos: vida nueva. Después la llamó: octava de la Natividad. Un nombre no demasiado afortunado. Más tarde se instituyó el Día de la paz. Cosa simpática, pero colocada en días que costaba darle el merecido realce. Finalmente recibe hoy el acertado nombre de “Santa María Madre de Dios”. ¡Alerta, amigos! Que no estamos hablando de una diosa madre, el código genético de Nuestra Señora es totalmente humano, empleando un léxico moderno. Si os he explicado esto es para que comprendáis los resabios de estos significados que encontramos en los textos de la misa de hoy.

El final del fragmento evangélico hace referencia a la circuncisión (antiguo nombre). En la primera lectura se nos ofrece el texto de una bendición. Esta palabra se deriva del latín bene-dicere. Si se dice bien, se habla bien, en nombre de Dios, se otorga el bien al que va dirigida la plegaria. Bendición y deseo de paz se incluyen en este texto (título y nombre popular cuando decimos: ¡feliz año nuevo!). Finalmente el texto evangélico es semejante al de la misa de la noche de Navidad y al de la aurora (titulo que recibe hoy la fiesta).

En los iconos bizantinos de la Natividad, la figura de María, situada casi en el centro, muy visible y de un tamaño evidentemente mayor que la del Niño, adopta una postura de discreción. Protagonista ella del parto, cede el honor mayor a su Hijo que lo es también de Dios.

2.- Voy a detenerme en lo que explica San Lucas. Cuenta él que los pastores, oído el anuncio, escuchado el villancico, el primer villancico que se oyó en la tierra, ambas cosas a cargo de los ángeles (No olvidemos que en aquel tiempo estos extraterrestres centraban la atención de muchos piadosos israelitas), dejaron el rebaño y acudieron a la ciudad en busca del Niño del que les habían hablado. Dios quiso que el misterio iniciado el día de la Encarnación, cuando se hizo público al llegar el nacimiento, fuera un misterio compartido. Al Señor no le gustan los individualistas, los introvertidos, los herméticos. No quiere Dios que los hombres se hagan islas, prefiere a los comunicativos. De aquí que se les notificara el acontecimiento y se les invitara a ir al encuentro del Niño.

Cuando dieron con ellos, la Santa Familia, no se quedaron mudos viendo a la Criatura. Se alegraron y marcharon a hablar de ello a los vecinos del lugar. Se comenta y se representa plásticamente a estos hombres llevando dones para obsequiarlo. Y no hay duda de ello. Y no está mal la cosa. Lo que ocurre es que se olvida de hablar y recalcar que ellos a continuación se pusieron a explicar el prodigio que habían visto.

3.- El pastoreo, en las culturas que le son propias es un oficio de alta calidad social. El beduino se siente un aristócrata. Él no se agacha a arañar la tierra, como lo hace el agricultor, al que desprecia, porque sí se inclina, humillándose. Pero es diferente su condición cuando el oficio lo ejerce entre labradores y comerciantes. Y esta era la situación de nuestros protagonistas. En aquella tierra y en aquellos tiempos, los pastores eran gente de segunda categoría, reducidos casi a la condición de marginados. Vivían fuera de las ciudades, no respetaban el sábado. Al ganado hay que cuidarlo y conducirlo todos los días, sean laborables o no lo sean, cosa que a una mentalidad puritana como la farisaica, era una profanación del día santo. Y, mira por donde, a una gente así, se escoge para la proto-evangelización. Y son fieles a la misma. Cumplida la vocación a la que habían sido invitados, desaparecen discretamente. Nada sabemos de ellos, ni siquiera su nombre. Ningún catálogo, ninguna lista los menciona. Merecen un monumento en su honor, nadie, que yo sepa se lo ha erigido. Una injusticia.

4.- Pero, no. Tal vez sea preciso que recojamos su testimonio y, cual si se tratara de una carrera de relevos, continuemos su labor. Muchos de vosotros seguramente, lamentaréis que sois los únicos que os consideráis cristianos en vuestro entorno. Los solos que vais a misa, por ejemplo. Que las fiestas generalmente son aprovechadas para competiciones deportivas, concursos o largas sesiones de frenético bailoteo. ¿Quién será capaz de hablar de lo que sabe, lo sabe por el Evangelio, y de lo que ha experimentado en su interior, vivido en la meditación y la plegaria? Por difícil que os parezca, no lo dudéis, no os costará tanto como el atrevimiento con el que hablaron los pastores a los urbanitas. Si os sentís cobardes, no lo dudéis, solicitad su ayuda.

5.- Y María conservaba todas estas vivencias meditándolas en su corazón. Dos veces lo repite textualmente Lucas, (aquí en el versículo 19 y luego en el 51, ambos del mismo capítulo 2). Esta reiteración es señal de que es cosa importante. ¿Se puede afirmar semejante de cada uno de nosotros? ¿Hay silencio y contemplación en lo profundo de nuestro corazón?