II Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

San Juan 1, 35-42: Vocación

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

 

1.- Seguramente que en alguna ocasión te han preguntado ¿tu que quieres ser? Y es muy probable que en tu interior a veces te digas: yo de mayor, pienso ser… Los animales no son capaces de plantearse estas cuestiones. Los animales viven y los máximos proyectos que hacen son para defenderse o proteger a sus crías. Pero el hombre desea ser amo y constructor proyectista de su vida. Cuando se trata de un niño pequeño y se le hace la pregunta acostumbra a responder con ideas que son fruto de su imaginación, sin calcular, sin pensar en posibilidades, ni en atractivos. Y responde con desparpajo que quiere ser obispo y barrendero, jugador de fútbol y cantante. Más tarde, cuando se ha experimentado algo en la vida, los proyectos van por otros caminos y, con frecuencia, se sueña ser algo que permita ganar mucho dinero o pasárselo bien. Posteriormente vemos que muchos dicen que quieren ser personas influyentes, con éxito, de la clase que sea. Hay algunos que a la hora de escoger estudios miran y preguntan qué carrera tiene más salidas profesionales.

2.- Pensando y buscando de esta manera comprobamos que hay mucha gente que fracasa, o que se siente inútil y desgraciado. Aunque sea rico y poderoso. Tienen la sensación de que no han acertado. Una cosa semejante pasa en su entorno familiar, no se entienden, no se aman, o no se sienten amados. ¿Por qué ocurre esto, tantas veces?

En las lecturas de la misa de hoy se nos habla de gente que no proyectó su vida de la manera que antes decíamos. El chiquillo Samuel, que vivía medio adoptado, entre gente mayor muy seria, oye una voz y pregunta que debe hacer y cuando se repite la llamada contesta: habla, Señor, que tu siervo escucha. Escuchando a Dios y cumpliendo sus deseos, fue un profeta y juez muy importante. En la Biblia se cuenta muchas de sus hazañas.

3.- En la lectura del evangelio aparecen dos jóvenes que se encuentran con Jesús, se entusiasman y quieren conocerlo No son de esos que se conforman con un autógrafo o comprarle un disco al cantante preferido, ellos quieren conocerle a fondo, irse a vivir con Él para saber como se siente uno a su lado. Y Jesús les invita a su casa. Y se lo pasan bien. Se acordarán toda la vida, hasta de la hora en que ocurrió el encuentro. Y fue tan impactante la experiencia que, a partir de entonces, le siguieron. Y fueron felices. Y se realizaron. Y que conste que el niño Samuel tendría unos ocho años y el apóstol Juan, seguramente uno de los dos jóvenes, no más de catorce. A todo esto le llamamos: descubrir la propia vocación. Empieza a trabajarlo.