Fiesta. Conversión de San Pablo

San Marcos 1, 14-20: La conversión del Apostol San Pablo

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

 

Hoy, como domingo que es, ocupa el lugar tercero de los del tiempo ordinario. Resulta que coincide con el 25 de enero, jornada dedicada a la conversión del Apóstol de los gentiles, fiesta que no suprimiría la liturgia dominical, si no fuera que, desde el 29 de junio del 2008 al 29 del mismo mes del 2009, quiso el Papa dedicar el tiempo a San Pablo. De lo dicho se deduce que está permitido y aconsejado, que las lecturas reflejen estas dos realidades. Tal vez, mis queridos jóvenes lectores, en la misa que asistáis, escuchéis la proclamación de otros textos, debido a lo que os he explicado. No os extrañéis. He escogido los que me han parecido más coherentes.


A San Pablo le llamamos apóstol, y lo es y de gran talla. No obstante, no fue uno de los doce escogidos por el Señor en Galilea. Nunca se encontró con el Maestro y probablemente ni se enteró que existiera, durante su estancia histórica. Su conocimiento fue posterior y de manera harto solemne. Hombre de gran categoría intelectual, licenciado en teología hebrea, diríamos hoy, hecho un master con el mejor teólogo de aquellos días, Gamaliel, de temperamento apasionado, cosa muy propia de la tribu a la que pertenecía, Benjamín, valiente y decidido como era, cuando tuvo noticia del movimiento que dentro del judaísmo surgía, alrededor de un galileo llamado Jesús, se opuso y se esforzó en suprimir lo que a él le parecía era una secta perniciosa. No se contentó con moverse impetuosamente por su país, sino que quiso viajar para extirpar de raíz lo que le parecía un mal. Un día, acompañado de gente de su confianza, partió para Damasco. Ningún texto dice que fueran a caballo, es más, los autores creen que es difícil suponer que así lo hiciera, que lo probable es que iban a pie. (No tiene importancia la injerencia errada de los artistas).


Marchaba a encarcelar a los judíos seguidores del Señor. En aquel tiempo, como observamos pasa en la actualidad, ya se estilaba ejercer justicia fuera del propio territorio. Os lo digo para que no creáis que tal práctica la han inventado ciertos jueces de ahora. La cosa viene de lejos. Lo que paso en el trascurso de ese viaje lo ha contado él más de una vez. Ocurrió un mediodía. Una potente luz le cegó y le hizo perder el equilibrio. Ya en tierra, él, que no sus acompañantes, escuchó que se le decía: ¿por qué me persigues?. Observad, mis queridos jóvenes lectores, que no se le preguntaba: ¿por qué persigues a los cristianos, o por qué lo haces a mis seguidores? No, la Persona que le hablaba, se identificaba con los suyos. Perseguir a los partidarios del Maestro galileo, era perseguirle a Él mismo. Se convenció al instante, los cambios importantes obedecen generalmente, más a intuiciones, que a sesudos razonamientos, no lo olvidéis.


Marchó como pudo, pues no veía nada. En llegando a Damasco, siguió las indicaciones del Señor y de su siervo Ananías, se bautizó, pasó un tiempo de retiro espiritual en tierras del sur y volvió, ya convertido, a vivir de otra manera. Modifico sus convicciones, permaneció fiel a la Fe que le otorgó el bautismo, pero no perdió su temperamento valiente y su libertad interior. En un tiempo en que la organización de la vida social se centraba en las ciudades encerradas cada una en sí misma, él viajó de un extremo al otro del Imperio. No quiso arrebatar a nadie su trabajo, pero ejerció el apostolado de manera diferente. Observad que San Pedro fue primero obispo de Antioquía, más tarde de Roma, donde le sucedieron otros más, hasta llegar a nuestro Benedicto XVI. San Pablo, ¿de donde fue obispo?.


Los judíos temían las grandes masas de agua, pocos de entre ellos, por lo que se deduce de los textos, sabían nadar. Se movían a sus anchas por aquel charquito de Galilea al que, en su mundillo, se atrevían a llamarle mar. Navegar por el Mediterráneo lo dejaban para los pueblos vecinos. Él, Pablo, en cambio, lo convirtió en su autopista preferida. Durante su vida, tres veces naufragó, fue apaleado, apedreado, encarcelado, un sinfín de aventuras llenaron su vida. La tradición y la misma arqueología, afirman que murió y fue enterrado en Roma. Su sepulcro está bajo el altar de la basílica “extra muros”, que recibe su nombre, a donde este año peregrinan muchos.


El acento religioso de la jornada de hoy, está en que acaba el octavario de oración por la unión de los cristianos. La desunión entre nosotros, es una pena ¡tanta ilusión que tenía Jesús de que viviéramos unidos! A este triste fenómeno le llamamos la Pasión del Cristo Místico. No podemos ignorarlo, pero, ni hemos de conformarnos, ni creer que no tiene solución. Antiguamente las ciudades tenían murallas y puertas que se cerraban. Hoy las poblaciones tienen a bien hermanarse. Habréis observado que al llegar por carretera a una ciudad o pueblo, con frecuencia, junto a su nombre, aparece otro u otros más con los que está vinculado. En algunos casos, les separan grandes distancias, pero se establecen relaciones de amistad y se intercambian festejos. Resulta de estos pequeños detalles, un mundo más relacionado, con sentido más solidario y más humano. Algo así es preciso que empecemos a hacer en el terreno religioso. Reconociendo que la empresa es de mayor categoría y el éxito que se pretende un deseo de Jesús.


Tal vez oigáis que es preciso el dialogo inter-religioso. Cuando escucho esta expresión, me temo que algunos crean que hay que enviarse telegramas, mensajes SMS o algo por el estilo. Para llegar a la unidad querida por Jesús, es preciso relacionarse, discutir los entendidos, sí, pero también hay que establecer vínculos de amistad por parte de los que somos “gente de tropa”. No perder nuestra identidad, ser conscientes de que ellos no son exactamente como nosotros, pero una vez percatados y siendo amigos, descubriremos que tenemos muchas cosas en común y que al acercarnos y querernos, es más fácil ponernos de acuerdo. El desconocimiento, la distanciación o la indiferencia, son los peores enemigos de la unidad estrecha, que debe haber entre cristianos. Es enorme la variedad de iglesias y confesiones que existen. Cuando decimos protestantes o evangelistas, pensamos en luteranos o calvinistas, pero en realidad uno difícilmente se encuentra con alguno de perteneciente a estas comunidades. La Reforma de Lutero, o la escisión Anglicana, se ha fragmentado mucho. Con las Iglesias ortodoxas, que no son tantas, hay proximidad doctrinal y en algunas comunidades fervorosa colaboración, pero en otras, por desgracia, llega a existir incluso, hostilidad. Un diálogo estrictamente intelectual es insuficiente, es necesaria la oración. Lo sabía Jesucristo cuando intensamente se lo pedía al Padre, poco después de instituir la Eucaristía.
Y no olvidéis que, como le decía Teresa la de Lisieux a su prima, que iba a entrar en el convento, cuando dos almas rezan juntas, su eficacia no se suma, se multiplica.


El evangelio de Marcos que leemos recoge el último mensaje de Jesús: id al mundo entero… hoy en día se puede llegar, en un instante, a las antípodas, por medio de Internet, ¡no desaprovechéis la ocasión!


Proclamad el Evangelio, añade el Señor. Nunca os avergoncéis de vuestra Fe. Si unos visten camisetas que pregonan su simpatía hacia un equipo deportivo o adornan su habitación con carteles de sus ídolos musicales, vosotros no ocultéis vuestra amistad con Dios y su Hijo, nuestro Maestro. Preguntaos como lo debéis hacer y obrad en consecuencia.