IV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

San Marcos 1, 21-28: Novedades asombrosas

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

 

Vosotros ya sabéis, mis queridos jóvenes lectores, que cuando compráis u os regalan un cachivache de los de ahora, al cabo de poco, queda superado y anticuado. Uno de los problemas de hoy en día, es cómo deshacerse de las múltiples maquinitas que en su tiempo fueron un prodigio y que ya no sirven para nada. Constatar continuamente esta realidad os lleva a perder el sentido del asombro. Y el que no sabe o no tiene oportunidad de asombrarse, carece de facultades espirituales más valiosas que el que es incapaz de escuchar los miles de mega hertzs, que su reproductor musical le ofrece, es decir es un, parcialmente, incapacitado espiritual.


En clase, muchas veces, se enseña a resolver problemas, a aplicar fórmulas para cuestiones que nada tienen que ver con vuestra vida diaria. Recordáis cosas para aprobar exámenes, pero vais por la vida sin ilusiones, sin proyectos apasionantes, sin que en vuestro horizonte se otee algo enigmático, que valga la pena entregarse a resolverlo. Os proporcionan enseñanzas, las archiváis en la memoria, como quien guarda un documento en el disco duro del PC y vais constatando que vuestra vida deriva hacia el hastío. El deporte, los idiomas, las actividades extraescolares que os pagan, no llegan a satisfaceros totalmente. No me digáis que me he puesto trágico y exagero, es una realidad que constato, con la particularidad de que el desengaño y el desinterés, yacen largo tiempo latentes, sin que uno sea consciente de ello, manifestándose en los momentos decisivos de la vida, cuando es necesario tener preparación, conocimientos, fuerza de voluntad, solidaridad humana. (alerta, chicos, que os hablo de solidaridad humana, no medioambiental, ni conciencia del cambio climático que se avecina. Problemas estos que ni ignoro ni niego, pero, ¿de qué le servirá a un hombre depositar todos los desperdicios en el contenedor correspondiente, eliminar residuos contaminantes en los lugares de depósito adecuados, respetar fechas de caducidad y no vestir pieles de animales, si es insensible al compañero marginado, a la chica emigrante que nadie mira de otra manera que como hembra apetecible, a quien quiere resolver problemas de falta de orientación humana y cristiana, con el uso expeditivo de preservativos?).


Voy por un momento a abandonar el terreno reflexivo, para aterrizar en detalles geográficos. El relato evangélico de hoy, sucede en Cafarnaún. Fue esta población importante en su tiempo, pero perdió su importancia estratégica, cayó en el olvido y casi se ignoró su paradero. Compraron los franciscanos de la Custodia unos terrenos junto al lago de Tiberíades y efectuaron estudios. Dos cosas interesaban principalmente: la antigua sinagoga y la casa de Pedro, donde residió Jesús. El edificio religioso que hoy visitamos no corresponde al que fue el Señor. Es de tiempos muy posteriores a los suyos. Oí un día una hipótesis que me gustó. Decía se edificó de piedra blanca, roca calcárea que no existe en el lugar, necesariamente la trajeron de lejos, era un obsequio del emperador, para borrar la memoria cristiana del ámbito donde el Señor predicó e hizo milagros. Los arqueólogos están convencidos de que el actual sigue el perímetro del antiguo, es decir está levantado sobre el de aquel tiempo, pero no hay pruebas que lo puedan asegurar con exactitud. Las calles flanqueadas por restos de los muros de las casas de algo así como un metro de altura son sin duda las que les toco pasar a Jesús, a sus discípulos, al centurión etc. El segundo objeto de interés sí que está localizado. Los restos arqueológicos de lo que fue mansión familiar de Pedro, no hay de duda que son los que vemos. Se ha trabajado con minuciosidad. Un eminente investigador, que cuando nos encontramos preparaba su tesis doctoral sobre el asunto, mostraba sus únicas dudas, nos decía que aquellos objetos metálicos que se decían eran viejos anzuelos, el defendía que se trataba de agujas de coser o remendar redes. Sin ninguna duda, tratase de lo que se tratase, eran utensilios de aquel tiempo. Puede uno, por lo tanto, calcular desde el lugar de reunión familiar, hasta el rincón donde el Señor dormía. Es una visión fascinante.


Jesús no dictaba fórmulas aplicables de inmediato, ni solucionaba problemas de convivencia. Proclamaba enseñanzas que, asimiladas y aplicadas, proporcionan felicidad y éxito eterno. Hablaba con autoridad, es decir convencido, no aprendido, testimoniando lo que decía con su ejemplo. La gente se asombraba. Su predicación no era un oficio que le proporcionase medios de subsistencia, respondía a una vocación con lealtad, es decir, al encargo que el Padre le había dado.


Un día que estaba hablando en la sinagoga, sorprendió a la concurrencia un hombre que interrumpía su discurso con violencia. El texto le califica de endemoniado, podía ser un demente maniaco obsesivo, un neurótico perdido, un desequilibrado mental, como hay tantos. La orden tajante del Maestro alejó su mal. Aquellos vecinos sabían pescar, modelar cerámica, sembrar, cultivar y segar. Comerciar y pagar impuestos, como todo quisque. Nunca habían visto aquel portento y se asombraron al contemplarlo. Habían visto muchas cosas, pero una cosa así nunca la habían presenciado y fue entonces cuando, vuelvo a repetirlo, se asombraron, es decir no pasaron de él, no se dijeron a sí mismos: este es su problema. Reflexionaron y sacaron conclusiones nuevas. Y las consecuencias no se las quedaron dentro de sí, hablaron de ellas, hablaron bien de ellas, por lo que la buena fama de Jesús creció. Hacer esto es muy sencillo, no obstante, es una manera de dar a conocer al Maestro, de evangelizar. Debemos seguir su ejemplo.


En la primera lectura se le dice a Israel que tendrá un profeta. Se lo dice Moisés. Creo yo que si en aquel momento le era necesario al Pueblo escogido un profeta, a nuestro mundo le conviene mucho más. Y reconozco que no le faltan. Un profeta no es una persona que adivine el futuro, en ese caso sería un vaticinador, un profeta es aquel que dice, tanto si gusta como si disgusta, aquello que conviene para progresar. Hay profetas buenos, fieles a las inspiraciones de Dios y profetas que se hacen ellos a sí mismos. Hay que examinar cada caso y arriesgarse. Es una aventura. No creáis que lo son aquellos que se lo cargan todo y que parece que son ellos los que han inventado el autentico cristianismo. Se lo cargan todo y no añaden nada positivo. Hasta que se cansan y abandonan. Sinceramente os lo digo: durante mi larga vida he conocido unos cuantos de estos. Han encandilado a muchos jóvenes que han creído ver en ellos algo fascinante y luego cuando han dejado de ser admirados, halagados y han caído en el olvido, se han alejado totalmente de aquella nueva visión de la Fe de la que se vanagloriaban. El texto de hoy a lo que os he dicho le llama arrogancia y dice que serán castigados. Pero también urge a seguir a los que son auténticos. Que os diga que la M. Teresa de Calcuta, fue profeta, es archisabido, pero seguramente ninguno de vosotros puede ahora obrar como ella obraba. Que el obispo Casaldaliga también lo es, no hay duda, pero, mis queridos jóvenes lectores, vosotros ni sois obispos, ni vivís en Brasil, de manera que os debéis en este caso limitar a leer sus escritos. Pero no es necesario acudir a eclesiásticos. Gente sencilla, como aquel viejo sacristán de la película de Bergman, que le ilustraba en sus angustias al sabio párroco, gente así, abunda. Ahora bien no los busquéis en la TV, en las discotecas, ni en los campos de futbol. Tened los ojos muy abiertos a la cotidiana realidad. Es más valioso descubrir un auténtico profeta, que encontrar un filón de oro.