IV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

San Marcos 1, 21-28: Sabiondos

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

 

1.- Cafarnaún no era una población de rancio abolengo, pero era importante por su posición estratégica. Siria, Alta Galilea, Baja Galilea…las comunicaciones con estas comarcas se entrecruzaban en este lugar. Había una guarnición romana y cobradores de impuestos. Pero los lugareños eran simples pescadores que seguramente venderían lo que no era indispensable para su sustento, a la vecina Mágdala, sitio donde elaboraban pescado salado que exportaban a la mismísima Roma. A este variopinto lugar vino a parar Jesús y lo convirtió en su base de operaciones. Había aprendido el oficio que hoy llamaríamos de “autónomo de la construcción”. Seguramente alternó su trabajo con madera en la población vecina de su Nazaret familiar, la próspera Séforis que estaba por aquel entonces en el apogeo de su ornamentación urbanística. Allí, mientras trabajaba, aprovecharía para aprender a leer, que muy pocos sabían, se adentraría en el estudio de la Sagrada Escritura y hasta empezaría algún conocimiento del griego, lengua que hasta los mismos romanos hablaban. Claro que a estos conocimientos se le añadirían después otros, mientras trabajaba en la nueva población que edificaban y que dedicaban al emperador: Tiberias. Pero esta última población a Jesús no le hacía gracia, era demasiado pagana. En Cafarnaún, con la gente ruda del mar, se encontraba mejor. Es que hasta el mismo jefe de las tropas romanas, el centurión, les era favorable a los judíos y sin abandonar su profesión militar y su religión dirigida a los dioses de su Ciudad, les edificó una sinagoga. Hoy lo que serían cimientos y pavimento yacen ocultos bajo una sinagoga posterior. Cuando nos paseamos por las ruinas de la población, cuando nos acercamos al edificio religioso, los que recordamos lo que explica el evangelio, sonreímos por dentro.

2.- En una sinagoga se predicaba y se rezaba. Como en todos los lugares la gente hablaba como le parecía o como podía o como creía iba a tener más éxito. Ya lo sabéis muchos ahora se aprovechan de su atractivo, van de guaperas, de su gracia, de su juventud, de que son campeones, de que salen en televisión o de que han grabado un CD. Entonces como ahora, muchos querían exhibirse en sus discursos, demostrar que sabían mucho, pero todo eran conocimientos superficiales, adquiridos para satisfacer y satisfacerse a sí mismos.

En el caso de Jesús su proceder sorprendía. Predicaba convencido, expresaba su seguridad interior, más que sus conocimientos. Pocas veces habló de su secreto interior, pocas veces y sólo a sus más íntimos, contó que todo lo que decía provenía del Padre Dios, que con Él era una sola cosa. No lo explicaba a la gente pero la gente se daba cuenta de que hablaba de una manera distinta, con convencimiento, con seguridad, sin pretender tener éxito.

3.- Hoy en día ocurre algo semejante. Muchos se aprovechan de su apariencia. Está de moda ser joven y se aprovechan de ello. Pero a medida que vayáis haciéndoos mayores iréis viendo que mucha gente tiene éxito, que se atreve a decir que hasta que él llegó, todo estaba equivocado, que trae palabras definitivas… ¡tantas cosas dicen para causar sensación y poder presumir! Y muchos se las creen, simplemente porque el que las dice es joven, o porque les gusta oírlo. Pero pasa el tiempo y van pasando los personajes y van desapareciendo tantas cosas que parecían que iban a cambiar el mundo… No os alarméis, las teorías pasan de moda, muchos líderes son totalmente olvidados al poco de hacerse famosos, pero Jesús no engaña, ni defrauda, lo que enseñó entonces, todavía hoy da buenos resultados. Meditáis el evangelio de jóvenes y veréis que os hacéis mayores y todavía lo que aprendisteis tiene valor. Jesucristo siempre es actual, es una manera de decir que predica con autoridad, que no es lo mismo que ser autoritario.