I Domingo de Cuaresma, Ciclo B

San Marcos 1, 12-15: Soledad y Silencio

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja



Para muchos, creo yo, la perspectiva de quedarse sólo y no oír nada, ni música, ni palabras, ni ruido, ni ver algo que se mueva, aparezca y desaparezca, les sentaría fatal. Un festival multitudinario, con música de mucha potencia, sería, en su imaginación, el colmo de la felicidad. Muchos hoy en día lo pretenden y muchos lo consiguen y, no obstante ello, abunda entre ellos la sensación de hastío. Por algo será.


El evangelio de Marcos es más escueto que los otros. El fragmento de la misa de hoy es un buen ejemplo de ello.
Empezamos la cuaresma, no lo olvidemos, y las lecturas litúrgicas que se nos proponen pretenderán que preparemos interiormente la celebración de la Pascua que se aproxima.


El Espíritu del Señor planea sobre el paisaje, extinguidas ya las aguas del Diluvio, y Dios proclama su bondad y se compromete a continuarla (1ªlectura). El espíritu del señor resucita a Cristo, que acude a proclamar su mensaje a los encarcelados (2ªlectura). El espíritu del Señor mueve a Cristo a ir al desierto y entregarse a la oración (evangelio). Va allí donde no encontrará a nadie. Su única compañía pueden ser ángeles y animales salvajes, nada de fieras corrúpias: algún zorro y tímidos damanes a lo más. Nadie semejante a Él: Dios-hombre, con quien charlar o jugar a los dados.


Pero no, se encontrará con el maligno. El desierto es el campo de batalla o, mejor, el gimnasio de entrenamiento. Otros evangelistas nos hablan de las tentaciones que hubo de vencer, Marcos no. Es suficiente lo que nos dice. El señor salió fortalecido de la experiencia y pudo entregarse a su misión que iba a empezar en Galilea. Cuando el demonio volvería más tarde, en un ataque más feroz, allí en Getsemaní, todavía a Jesús le quedaban fuerzas adquiridas en el desierto, donde se vacunó, diríamos en lenguaje de hoy. En renovadas y periódicas oraciones, al amanecer o por la noche, en lugares apartados, minúsculos desiertos, a las afueras de la ciudad o en el monte vería renovado el vigor espiritual, como cualquiera de vosotros, mis queridos jóvenes lectores podéis encontrar cerca de donde viváis.


A veces os interesáis por saber como se ha preparado, como ha llegado, un campeón atlético, el vencedor de un concurso u oposición profesional, o la más grácil bailarina, os explican como se entrenaron, pues, ya lo sabéis, el discípulo de Cristo, el fiel cristiano, empieza por darse, de cuando en cuando, a la vida en soledad, gustando del silencio. Así, de esta manera, puede uno, con más facilidad, encontrarse a Dios, dialogar, preguntarle, contarle sus cuitas. Esto es orar. Muchos a esto le llaman cargar baterías y tiene gracia la expresión. Vosotros sabéis lo importante que es no descuidarse cada noche de poner a cargar el móvil. Pues, mucho más lo es llevar la vida divina en plenitud dentro del alma, vivir en Gracia, gozar de la felicidad sin límites.


PRECISIONES MARGINALES


El lugar donde la tradición sitúa el retiro espiritual del Señor es el monasterio de la Cuarentena, encima de Jericó. De Jerusalén hacia el Este, se extiende un desierto que se llama de Judá. No tiene más de treinta kilómetros. Es, pues, pequeñito, pero áspero y feroz. No se trata de una llanura ondulada suavemente por dunas, como imaginamos comúnmente es el desierto. Este es un conjunto de montículos fragmentados por lo que llamamos wadis. Por uno de ellos baja la carretera que va de la Capital al valle del Jordán. Se sube al lugar tradicional por un empinado camino de no más de media hora. No hace mucho han instalado un teleférico, nunca he subido en él. Pero imagino  que el Señor, para gustar de la soledad, se adentraría más hacia el Oeste, quedando sometido a lo absoluto de las peladas colinas de las que está sembrado este desierto. A mi me gusta, cuando puedo, abandonar la carretera, sentarme en algún rincón, piso arena y veo sólo espinosas y pequeñas plantas. ¡Que grande ve uno entonces la humildad de Jesús y su enorme personalidad!. ¡Nunca he admirado tanto a Cristo como en este lugar, donde nunca he podido verlo!